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Que Es Educar

danieldgj16 de Abril de 2014

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Nunca antes me había planteado con tanta profundidad que es educar, y más aún si la educación de hoy en día es la adecuada. A lo largo de estos últimos meses, con las lecturas y las reflexiones de varios documentes de los principales escritores de la pedagogía, me surgieron varias dudas. ¿Se enseñan en las aulas cosas realmente importantes? ¿Es correcta la manera en que se imparten las clases actualmente? ¿Qué es realmente la escuela? Ya no solo me planteaba que es la educación y si es la adecuada; también me cuestiono si los docentes que nos encontramos en las escuelas de primaria están preparados para “educar” a los alumnos. ¿Están realmente capacitados para educar los docentes que dan clases en las escuelas de primarias? ¿Se están formando como es debido los futuros profesores, o seguirán el mismo camino que los están ejerciendo hoy? No hablo en su totalidad, pero si me refiero a la gran mayoría. Preguntas como estas han aparecido antes, se formulan ahora, y seguirán en el futuro. Pero a día de hoy, puedo afirmar que el sistema educativo que tenemos no funciona, es deficiente, ya que hay varios aspectos que no funcionan como deberían. Así, para definir que es educar y que es la escuela, hay que analizar varios puntos tras esta pequeña introducción.

Para empezar, habría que preguntarse cuál es el modelo educativo que predomina en las aulas. En la obra de Esteve, J.M. (2003): "Modelos educativos: el concepto de educación como iniciación". En Esteve, J.M.: La tercera revolución educativa, Paidós, Barcelona, su autor nos propone cuatro modelos superpuestos. De la práctica 1: “La educación vivida”, sacamos la conclusión de que en su mayoría, las experiencias educativas recopiladas tienen un modelo de educación como enseñanza. Según este modelo, prácticamente los profesores no se encargan de los problemas que están fuera de sus aulas, limitándose solo a dar el temario correspondiente. Es incomprensible como los profesores no intenten enseñar cosas más importantes de lo que vienen en unos libros de texto (no con ello quiero decir que el temario a estudiar no sea importante). Ver a unos alumnos pelearse, y mirarlos indiferentes es la opción elegida antes de intervenir.

A este modelo le seguía por poco el modelo de enseñanza como molde. Sorprende ver como este modelo antiguo que se encuentra en retroceso es el segundo que más predominaba en el trabajo. Un modelo el cual produce individuos sumisos a las normas de los adultos; modelos que vivieron nuestros padres y nuestros abuelos.

Solo en pocos casos aparecía en esa misma práctica el modelo de educación como iniciación, en el cual se intentan superar las limitaciones y problemas de los otros modelos. Este sería es el modelo que debería abundar en las escuelas.

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Un modelo que en el que el docente inicie al alumno en temas importantes que aparecen en el día a día, como es la vida y la muerte, la sexualidad o el racismo, entre otros. Este es el ejemplo del documental “Pensando en los demás”, en el que el profesor Toshiro Kanamori educa a sus alumnos desde un ambiente de respeto absoluto desarrollando la empatía, introduciendo aspectos importantes de la vida en sus clases.

Personas como el señor Kanamori son un ejemplo de un profesor capacitado para la enseñanza. Los profesores estarán capacitados en relación con su experiencia vivida. “Educamos como somos, antes e incluso más que con las específicas competencias teórico-pedagógicas y con las más avanzadas programaciones” (Novara, 2003, p.83). Y así es. Los docentes transmiten a sus alumnos lo que ellos llevan dentro, tanto para bien o para mal, y en esto tienen gran parte de mérito o de culpa sus padres y maestros de la infancia. Dependiendo de la relación que hayan tenido con estos, es lo que transmitirán.

Los profesores deben ser personas sensatas y sensibles. Es necesario que hayan tenido un vínculo seguro con sus padres, en el que no haya faltado el cariño y la comprensión. Si en la relación el niño ha notado la ausencia de la madre de forma continua, puede provocar un sentimiento de inseguridad y crecería manteniendo distancias con la madre, evitando el contacto físico. Todo queda grabado en el subconsciente del niño, hasta que se convierte en profesor, e inconscientemente actuará de igual manera, sin saber entender y calmar a sus alumnos cuando lo necesiten. Si tenemos malos recuerdos, algo que nos duela o sentimientos negativos, tenemos el deber de sanear nuestras mentes para hacer el mejor papel posible como maestros.

Pero muchos docentes no fallan solo por las relaciones que hayan tenido en su infancia, sino que además actúan como sus profesores actuaron con ellos en su momento. Novara (2003) dijo “El educador, para lo bueno y para lo malo, está profundamente marcado por el modo como sus educadores se han enfrentado a los conflictos con él” (Hacia formas educativas más democráticas y abiertas, p.84). Así vemos como en muchos casos los profesores actúan con una conducta típica del modelo de educación como molde, modelo que la mayoría de los actuales profesores han experimentado.

De este modo, cuando un niño no se comporta como es esperado, o incumple una de las normas establecidas por los adultos, es automáticamente castigado por el profesor, los cuales ya sufrieron en su día castigos muy severos, como el castigo físico, cosa que hoy ya está prohibido.

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Pero no dudarán en castigar a un alumno si está mal colocado en la cola, o si está hablando en clase, aunque no haya sido él. Nadie se librará del castigo, como ellos tampoco se libraron antiguamente. No importa castigar a un chico inocente el cual no ha hablado; servirá de ejemplo para mantener a raya a los demás alumnos.

El mejor ejemplo de este modelo aparece en “Los chicos del coro”, Francia, Suiza (2004, Christophe Barratier), en el que aparece el concepto “acción-reacción”. Es algo parecido a lo que sucede en nuestras aulas.

Nuestros docentes (y los futuros profesores) deben intentar tomar la postura innovadora del protagonista y profesor Clément Mathieu, apostando por una nueva forma de enseñanza, dejando de lado el castigo, cosa que no beneficia al alumno.

Y ese es otro de los problemas que existen en las escuelas. Los profesores no saben que están bajando la autoestima de los niños. Como bien dice Satir “el efecto más erosivo sobre la autoestima se deriva de los adultos que avergüenzan, humillan, privan o castigan a los niños por tener una conducta inaceptable” (2006, p.62). En muchas ocasiones los profesores se exceden con la cantidad o el tipo de castigos que imponen, en algunos casos llegando a la humillación de un niño delante de sus amigos y compañeros. En capítulo tres de Satir, V. (2006): Peoplemaking. Ed Integral: Barcelona, pp 37-62, se habla profundamente de la autoestima en el niño. Vemos que tanto con castigos y humillaciones no haremos ningún bien en el alumno, aunque se crea que es la manera adecuada de “educarlos”.

El profesor sensato no humilla a su alumno. Intenta comprenderlos, averiguar la causa de sus problemas. Y sobre todo subirles la autoestima, para que sean felices, pues al fin y al cabo es lo que un niño tiene que ser ante todo: feliz. Y para subirles la moral y autoestima hay varios caminos. “Los niños aprenden la autoestima del tono de voz que escuchan, la expresión de los ojos adultos que les cuidan, del tono muscular cuando se les sostiene, del modo en que los adultos reaccionan ante sus lloros” (Satir, 2006, p. 57). De este modo, a través de nuestros gestos y miradas, podremos subirles la autoestima si lo hacemos de la manera adecuada. Esto marcará a los alumnos. Depende tanto de sus padres como de los docentes la autoestima que tendrá el niño.

No solo es deber de los profesores tener una mente sana para saber cómo transmitir a cada niño el cariño que necesita. Los universitarios que están estudiando para llegar a ser docentes deben de tener muy claro el camino que han escogido.

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Deben sanear sus problemas internos, ser conscientes de los fallos que tiene el sistema educativo y de los docentes que ejercen actualmente, e intentar aprender para no cometer los mismos errores. Las prácticas hechas como el túnel de lavado o la lluvia de caricias son indicadores que nos dicen como nos sentimos y reaccionamos al tacto de otras personas. Esto nos servirá para tener algo más de conocimiento propio, algo indispensable para ejercer como profesor. Y también nos ayudará a conocer un poco más la relación que hemos tenido con nuestros padres, y por consecuente, la que tendremos con futuros alumnos.

De todas maneras, los alumnos seguirán obedeciendo. Seguirán acatando las normas que se les impongan. Y el motivo por el que obedecen es el miedo. Aunque los alumnos no quieran, en su mayoría, estudiarán y se portarán como es debido, por miedo al suspenso o al castigo. Aunque el mayor de sus temores es, sin duda, el miedo a que su profesor no les quiera. Piensan que si no hacen lo que les piden sus queridos maestros, estos ya no les querrán. “Te has portado mal, así no te voy a querer”. Frases como

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