Etica Investigacion Educativa
Enviado por • 4 de Septiembre de 2012 • 3.569 Palabras (15 Páginas) • 839 Visitas
Introducción
Existe un incremento muy importante en los últimos diez años de bibliografía
que se refiere a la investigación en las ciencias humanas, especialmente a la
investigación educativa. Gran parte de ellos se perciben como una serie de
compilaciones de métodos y procedimientos prestados de otras ciencias. Son muy
pocas las publicaciones que tratan la problemática de la ética de la investigación. En
este sentido son varias las preocupaciones. ¿Cuál es la especificidad de la
investigación educativa? ¿Qué es lo educativo de la investigación educativa? ¿A dónde
va y de qué manera, la investigación educativa? Como cualquier acción humana ¿cuál
es su componente valoral? ¿Cuáles son los cuidados pertinentes a los seres humanos,
muchos de ellos vulnerables, como participantes en la investigación educativa?
Lo que distingue la investigación educativa de otro tipo de investigación, es
su uso y relevancia en la práctica educativa. De acuerdo con Nixon y Sikes, no es sólo
pensar en conocimiento útil y relevante sino que “lo educativo” requiere de una más
holística comprensión. “La investigación educativa está cimentada,
epistemológicamente, en los fundamentos morales de la práctica educativa. Son sus
propósitos epistemológicos y morales los que subrayan la utilidad y la relevancia de
la investigación educativa que importa” (2003:2) La utilidad y la relevancia no sólo
implican impacto e influencia, involucra una reconceptualización radical acerca de
lo que educativamente se define como útil y relevante, ya que es potencialmente
peligroso desarrollar fines que no valen la pena educativamente. La investigación
educativa, no es sobre educación, sino investigar con un propósito educativo,
requiere de preguntar a los prácticos que debe ser educativo de la investigación.
(Nixon y Sikes, 2003) No es sólo sobre la escuela donde sería necesario actuar, sino
preguntarse por la mejora de la sociedad en su conjunto, pero debe ser iluminada
por los trabajos de los investigadores. El triángulo: teoría, práctica e investigación.
(Olivé, 2003)
Carr (2003) argumenta que la investigación educativa está en crisis de dos
maneras. Una en saber para qué se hace la investigación educativa y cómo se
“miden” 1 sus logros; y, la ausencia innegable de un acuerdo interno de lo que la
investigación educativa es. Cualquier análisis del estado de la investigación educativa
requiere un nivel diferente de autoconciencia y vigilancia metodológica que permita
a los investigadores ser más críticos acerca de las preconcepciones que guían su
comprensión de lo que tratan de lograr.
El tipo de indagación educativa actual está constituida por una concepción
enfáticamente metodológica, es decir, una ciencia aplicada que contiene una visión
del cambio educativo como fin. Esto, menciona Carr (2003), trae como consecuencia
que la educación debe ser vista como una actividad moralmente deseable con fines
que lleven a la transformación cultural y social, por ende, la investigación educativa
debe volver a preguntarse sobre la sociedad que quiere constituir. Otra consecuencia
es la reorientación de la actual percepción de que la investigación educativa es
irrelevante con resultados frecuentemente contradictorios, buscando la posibilidad
de que integren en un todo que responda de manera significativa a las preguntas
sobre el papel de la educación en la nueva sociedad. Finalmente, otra consecuencia
es lograr cuestionar el rol de la investigación educativa actual en la educación
institucionalizada a través de la recuperación histórica, pensando en la
transformación del conocimiento práctico educativo.
1 Las comillas son de la autora, ya que Carr menciona el término “medir” de manera genérica. En el
sentido estricto los hechos educativos se conocen desde la perspectiva comprensiva y por lo tanto no
son susceptibles de ser medidos cuantitativamente.
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McCulloch (2003) refuerza la idea de Carr estableciendo que una historia de la
investigación educativa ayuda a cuestionar los supuestos y los valores que se han
incorporado en el discurso educativo contemporáneo. A través de esta recuperación y
sistematización de hechos, se lograría, en primer lugar, conformar la ciencia de la
educación necesaria, acumular el conocimiento. En segundo lugar, extender la idea
de que la investigación educativa es una inversión que se dirige a mejorar la cualidad
de la educación institucional. En tercer lugar incrementar investigaciones rigurosas y
relevantes; rigurosas para el logro de la teoría y el conocimiento y la relevancia
relacionada con la demanda de los prácticos en la mejora de los productos. Una
historia de la investigación educativa, permitiría, también, informar sobre el
desarrollo de la comunidad de investigadores más reflexiva, autocrítica conciente de
sus limitaciones a la luz de la experiencia, que responda a los retos y cambios
contemporáneos a través de la evaluación de las lecciones del pasado. “Una
comunidad como esa requiere conocer su propia historia para determinar sus metas
y propósitos para el futuro” (McCulloch, 2003:20)
La investigación educativa, como acción humana contiene un componente que
ala determina y este es el componente ético. “Ser ético es parte de un proceso de
planeación, tratamiento y evaluación inteligente y sensible, en el cual el investigador
busca maximizar los buenos productos y minimizar el riesgo y el daño” (Sieber,
2001:25) En este sentido, la investigación educativa puede considerarse como buena,
si las repercusiones producidas logran afectar la practica y se incrementa el
conocimiento en la teoría educativa.
La responsabilidad de los investigadores educativos, haciendo un símil con la
investigación psicológica (que incluye investigación educativa del ámbito psicológico)
puede clasificarse en cuatro grupos: responsabilidad hacia la ciencia (hacer
investigación que amplíe el conocimiento o profundice su entendimiento), con la
educación y a la sociedad (determinar como los resultados son difundidos y usados),
con los estudiantes en formación (contribuir a la educación de los aprendices o
asistentes en la investigación) y, con los participantes en la investigación. (Smith,
2001)
Distingue cinco principios morales que guían su propuesta ética: respeto por
las personas y su autonomía, beneficio y no su daño, justicia, confianza y, fidelidad e
integridad científica. Los investigadores respetan a los participantes como personas
valiosas que tienen el derecho autónomo de decisión sobre su inclusión o no en la
investigación. En cuanto al principio del beneficio, el investigador debe planear y
operar la investigación maximizando los beneficios para los participantes y minimizar
el posible riesgo, sobre todo asegurarse que no toma las decisiones pensando en su
beneficio sino en el de los participantes. Este principio es uno de los más complejos y
ambiguos en su aplicación, ya que el cálculo del costo-beneficio frecuentemente no
puede ser calculado previamente y a veces uno no es de la misma naturaleza que el
otro.
Desplegar esta problemática, comprenderla y tratar de generar posibles
cursos de acción son los propósitos de este texto, a partir de lo anterior se establece
el marco donde se ubican las presentes ideas. Las consideraciones éticas que aquí se
describen, aunque pueden ser usadas para la investigación educativa en general,
están pensadas más específicamente para la investigación cualitativa ya que la
ambigüedad y la incertidumbre en la que esta se mueve presenta mayores dilemas
éticos qué resolver. A diferencia de las ciencias naturales, en el ámbito de las
ciencias sociales y humanas se busca comprender las acciones, para lo cual se
requiere interpretar el significado de las acciones sociales en función de motivos
subjetivos o bien de reglas intersubjetivas. “Una de las características fundamentales
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de las metodologías comprensivas o hermenéuticas es que la descripción e
interpretación de las acciones y obras de los hombres necesariamente tiene que
hacerse desde el lenguaje, la cultura, las normas sociales y morales de las personas
bajo estudio. Este requisito plantea un serio problema ético con relación al respeto y
valoración de esa cultura y esa moralidad propia de las personas que estudiamos”.
(Velasco, 2003:257)
En general se pretende profundizar acerca del componente ético en la
investigación educativa. Es claro que “ningún documento puede anticiparse a todos
los asuntos éticos que se pueden presentar, tampoco hay maneras fáciles de
entender totalmente todas las implicaciones de un asunto ético dado.” (Sales and
Folkman, 2001:xii) 2 Sin embargo, el intento de recuperar y sistematizar las ideas que
las experiencias que en este rubro se encontraron van a permitir contar con un
documento útil que genere la discusión entre las comunidades de investigadores
educativos, que propicie la toma de decisiones en esta actividad y que finalmente
colabore para resolver los dilemas a los que diariamente se enfrenta el investigador
educativo.
1. La ética de la investigación educativa
Antes de continuar es necesario establecer la definición de ética, ya que ha sido
usada y desgastada a lo largo de muchos años de preocupaciones teóricas y prácticas.
La palabra “ética” viene del griego ethos que significa <<carácter>>, <<forma de
vida>>, y la palabra “moral” procede del latín mores que significa <<costumbres>>.
Ambos términos se refieren al mismo hecho, a la acción del ser humano y su
convivencia con otros seres humanos, “debe aprender a vivir en paz y concordia con
los otros. Para ello, ha de hacer suyos una manera de ser, unas costumbres, unos
principios, normas o deberes. La vida en común tiene que ser necesariamente una
vida conformada por unas reglas”. (Camps, 2003:160)
Se tiende a designar con el nombre de “moral” una doctrina moral concreta,
mientras que se reserva el término “ética” para designar la “filosofía de la moral”.
De acuerdo a Camps (2003:161) Se prefiere “utilizar el término “ética” a “moral” es
porque éste último se asocia más con una moral doctrinaria en tanto “ética” tiene
una connotación de universalidad, de moral laica que vale para todos”.
En este mismo marco, se define como “principio” una pauta general que inspira
la acción. Los términos regla, norma o deber, en cambio, indican algo más concreto y
más vinculado a la acción. El valor, entonces, es un atributo otorgado al ser que, al
mismo tiempo, orienta la acción. (Camps, 2003:161)
Cualquier indagación científica con participación de investigación humana
necesariamente involucra cuestiones éticas, pero casi siempre “resolver el problema
ético es una parte integral de una largo y con frecuencia, altamente ambiguo
rompecabezas que debe ser resuelto en el mismo proceso de la investigación.”
(Sieber, 2001:13)
En este sentido, Huberman y Miles (1994) consideran que no es posible centrarse
sólo en la calidad del conocimiento que se produce, como si la descripción de los
hechos fuera lo que más importante. Debemos siempre considera la condición de ser
acciones correctas e incorrectas como investigadores cualitativos, en relación con
los sujetos cuyas vidas se están estudiando, con los colegas, y a quienes se responde
en este trabajo. Es en la práctica cotidiana del investigador donde se presentan la
mayor parte de los dilemas éticos que resolver, y es en ese momento donde más
2 La traducción al español de las citas en inglés se realizaron por la autora en beneficio de una lectura
más fluida.
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información y más apoyo debe tener el investigador. “Una perspectiva ética en las
decisiones de la investigación involucra de manera inherente una tensión entre el
juicio responsable y la aplicación rígida de las reglas. (Smith, 2001:3)
Son estas dos posturas, de manera muy reducida, las que han sido objeto de
discusión entre los filósofos dedicados a la ética y entre los investigadores.
Velasco (2003) las describe como cientificista y la otra anticientificista. Las
concepciones cientificistas consideran que el conocimiento científico de las acciones
y organizaciones sociales permite deducir los fines racionales que los seres humanos
deben elegir y las maneras de procurarlos, deploran la influencia creciente de las
ciencias en el ámbito de las decisiones éticas y políticas, pues tal influencia
representa una amenaza a la libertad de los individuos y los ciudadanos. A esta
tendencia Camps (2003) la llama la fundamentación empírica y los pensadores no
aceptan la ley moral desvinculada de la experiencia. Los filósofos utilitaristas –
Jeremy Bentham y John Stuart Mill- consideran que una ética como la kantiana no es
adecuada para resolver conflictos prácticos ni nos da criterios suficientes para
perfeccionar la legislación.
Para los anticientificistas como Kant, el juicio moral sobre los actos humanos es
resultado de una facultad humana, la razón práctica, que nada tiene que ver con el
conocimiento científico. “Lo que haya que hacerse según el principio de la autonomía
del albedrío, es facilísimo de conocer sin vacilación para el entendimiento más
vulgar; lo que haya que hacerse bajo la presuposición de heteronomía del mismo, es
difícil, y exige conocimiento del mundo. La ética kantiana es, una ética
deontológica, esto es una ética fundada en los deberes que se derivan unívocamente
de principios éticos universales. Juicio de lo que haya que hacer no debe ser tan
difícil que no sepa aplicarlo el entendimiento más común y menos ejercitado, hasta
sin conocimiento del mundo. (Velasco, 2003:264)
De acuerdo a este autor la tarea de la ciencia jamás puede proporcionar normas e
ideales obligatorios, de los cuales puedan derivarse normas para la práctica. “La
elección de ciertos valores es un asunto de decisión personal que no puede ser
suplantado por toda la evidencia empírica que las ciencias puedan aportar. El optar
por un determinado ideal político o ético queda siempre al margen de lo que el saber
objetivo de las ciencias puede ofrecer.” (Velasco, 2003:264)
Camps (2003) llama a esta tendencia, la fundamentación racional, y establece
que el deber ser no se deduce del ser. Lo peculiar de la ley moral es que, aunque no
se cumpla ni se verifique, debemos seguir asumiéndola como ley, ya que es un a
priori, una norma o una obligación que no se deriva de la experiencia ni se reduce a
situaciones de hecho. Para estos teóricos no son los “hechos empíricos los que
determinan el juicio moral, sino algo más –una emoción, un sentimiento- que nos
lleva a reprobar o rechazar ciertas acciones y actitudes”. (Camps, 2003:167)
Entonces, el deber ser no se deduce del ser, de los hechos, porque el deber ser o
la ley moral la llevamos inscrita en la razón. Forma parte de la racionalidad humana
el imponerse leyes o imperativos morales. La razón humana es una razón legisladora,
no sólo trata de entender o interpretar la realidad, sino de imponerle una norma al
comportamiento humano.
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Las normas éticas son asumidas por la conciencia individual, que es autónoma y
las normas éticas nos las imponemos libremente a nosotros mismos. (Camps, 2003)
Las decisiones éticas y políticas tienen su propio ámbito de autonomía. Este ámbito
corresponde a lo que Max Weber llama ética de la convicción. Sin embargo Max
Weber no es un defensor del decisionismo radical de los políticos, ni considera que la
ética de la convicción sea la única que deban profesar los políticos. Por el contrario
Weber considera que una persona madura tiene que conjugar de manera equilibrada
en cada decisión la ética de la convicción en sus valores con la ética de la
responsabilidad por las consecuencias de sus acciones y decisiones. (Velasco,
2003:265)
Esta ética necesariamente ésta informada por el conocimiento científico que nos
permite prever las posibles consecuencias de las decisiones y acciones, así como
evaluar las posibilidades de realización de los fines a través de determinados medios.
Sin embargo, la manera de lograr un equilibrio adecuado entre la ética de la
convicción y la ética de la responsabilidad no puede estar respaldada por
conocimiento científico alguno, ni por principios éticos o reglas de lección racional.
La capacidad de lograr una decisión equilibrada entre las dos éticas proviene, como
dice Weber, de la madurez de las personas. Esta madurez es, a mi manera de ver, la
expresión de la virtud que en la tradición de la ética aristotélica se conoce como
prudencia.
Continua Velasco (2003) reflexionando de que se trata más bien de una correcta
opinión sobre cómo hay que juzgar o actuar en cada situación concreta. Esta correcta
opinión es resultado de una deliberación en la que se conjugan principios, valores y
compromisos éticos con consideraciones fácticas de la situación concreta.
La existencia de compromisos de los científicos con un conjunto de valores
compartidos por la comunidad científica en un paradigma es una condición necesaria
para ubicar los problemas éticos en el centro del análisis de la racionalidad
científica. No es la ciencia en sí misma la que determina el actuar ético sino el
acuerdo entre los científicos, ya que como dice Camps (2003:224), complementando
las ideas de Velasco, es necesario “configurar un marco conceptual y argumental que
ayude a plantear las cuestiones y consensuar respuestas racionales y sensatas”.
La ética y la política no pueden separarse. Aunque hablemos de ética para
referirnos a los principios o fines últimos de la vida humana, como la justicia, la
libertad o la solidaridad, nos damos cuenta de que la mayoría de dichos fines
necesitan de la política para hacerse realidad. (Camps, 2003:164)
Las preguntas son ¿Con cuál de las teorías éticas debemos quedarnos? ¿Son
incompatibles entre sí o pueden complementarse?
De alguna manera se articulan dando consistencia e historicidad a los principios
éticos útiles a la investigación educativa. Camps explica que existen una serie de
principios que hay que preservar a toda costa y en cualquier parte y otra cosa es la
interpretación que hagamos luego de esos principios para la solución de situaciones
prácticas. “Ahí, en la interpretación, se darán discrepancias y seguramente habrá
que aceptar opiniones divergentes, confiando en que el diálogo acabe
resolviéndolas”. (2003:173) Los valores éticos, como los demás valores, han de tener
un contenido común, absoluto; y al mismo tiempo tiene un componente relativo en
el que hay que lograr la unanimidad. “Para eso, para poder tomar decisiones
colectivas desde la discrepancia, está la democracia, que es también un valor”.
(Camps, 2003:173)
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Una decisión colectiva es una ley moral, por lo que es en general,
paradójicamente, una ley autónoma: nos la imponemos libremente nosotros mismos.
Y esta cualidad está en la ética de la investigación educativa que está asumida
libremente por los investigadores y los prácticos, en la que se aceptan la normas que
se consideran dignas de las aceptadas. Es en ese espacio libre, vacío e incierto, entre
los principios generales y las situaciones concretas de la práctica del investigador
donde son útiles. De hecho la “norma moral no se impone desde fuera de la
conciencia: la conciencia la asume porque la acepta como buena o válida”. (Camps,
2003:178)
Se imbrican las normas éticas del sujeto y de su comunidad. Ser persona implica
una relación práctica con uno mismo como sujeto de nuestras intenciones y de
nuestros intereses. Implica, además, un tipo de conciencia, la autoconciencia, que
resulta de la dimensión social de la mente y el reconocimiento recíproco. Un ser
autoconsciente (no necesariamente dotado de lenguaje) puede formar estados
mentales de segundo orden (creencias y deseos sobre creencias y deseos, bien suyos
o de otros). Esto le permite ponerse en el lugar del otro, hacer planes de futuro y
lograr la intervención de los demás de la obtención de sus deseos y expectativas.
Mantiene una comunicación intencional con los demás. Puede pensar en si mismo en
relación con sus interlocutores y manifestar emociones complejas, fruto de la
interacción afectiva con ellos.(Velayos, 2002:73)
Todo ello hace a un investigador de la educación especialmente vulnerable a la
comunicación con sus colegas porque no se trata sólo de una integridad individual o
social sino de una identidad intencional de una acción colectivamente decidida que
implica participantes humanos. Un daño ejercido a una persona es, por tanto, un
daño ejercido a sus intereses y deseos autoconscientes.
Ser ético no se refiere nada más a hacer elecciones éticas en respuesta a
situaciones particulares, sino más bien a comprometerse en un todo como persona,
como educador, como investigador, en un proceso donde se trata de expresar algo
sobre sí mismo, un estilo de vida. En un sentido importante, se ocupa del equilibrio
que conseguimos entre nuestros valores personales, respetando la justicia y la
moralidad, y los valores sociales que se deben. (Kuschner,2002:182-183) Igualmente
comprender y resolver la tensión existente entre los valores compartidos en un
contexto globalizado y los valores éticos propios de la cultura propia. Las normas
morales y los valores que regulan las acciones y las interacciones humanas se deben
establecer de común acuerdo entre los seres humanos, eso permite que varíen de
una época a otra y de un contexto a otro. (Olivé, 2003)
La ética, entonces, se actualiza y observa en la acción, en todas las acciones
incluyendo las que se refieren a loas acciones de indagación. Existe una “nueva
situación de las relaciones entre la ciencia y la moral”. (Mialaret, 2003:19) Es claro,
después de todas las reflexiones anteriores que las consecuencias del trabajo
científico ya no son neutrales, la ciencia con conciencia.
La justicia en la investigación es difícil de lograr en una sociedad actualmente
injusta. Implica, por un lado, la distribución de la justicia en la apropiada
distribución de los beneficios, del poder (por ejemplo, entre el participante y el
investigador), entre los grupos vulnerables, género, entre otros; y por el otro, los
procedimientos justos, que en cada una de las fases de la investigación se asegure
que se utilizan los procedimientos adecuados para lograr la justicia. En cuanto a la
confianza, es la base de la relación entre investigador y participante, el primero
explicita sus obligaciones, como la confidencialidad, el segundo debe conocer que es
lo que experimentará y sus consecuencias. Finalmente, en cuanto a la fidelidad y la
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integridad científica, el investigador está comprometido con la ciencia y la sociedad
en descubrir y comunicar la verdad, la integridad y la confianza no están abiertos al
compromiso. (Smith, 2001)
De acuerdo con lo anterior Olivé (2003) afirma que la ciencia y la tecnología no
están libres de valores, ni son éticamente neutrales, y más aún, que los científicos y
tecnólogos pueden adquirir responsabilidades morales por la propia naturaleza de su
trabajo. (Olivé, 2003:207) Tener creencias con bases razonables, implica tener una
responsabilidad moral y el deber de elegir entre cursos de acción posibles.
Así el investigador educativo debe estas consciente de las responsabilidades que
adquiere en función de los problemas que va a para investigar, de las posibles
consecuencias del proceso, y de los medios que se eligen para lograr los propósitos.
(Olivé, 2003)
Parafraseando a Gómez-Heras (2002) el investigador, en cuanto agente moral,
asume la cognición racional, decisión libre, autonomía normativa, autodeterminación
de su trabajo, es decir, construye un mundo moral responsable conociendo,
deliberando, eligiendo y decidiendo en la práctica el curso de las acciones de
indagación.
Como afirmación y síntesis, se pueden retomar las ideas de Olivé (2003).
Entonces, estos investigadores, como agentes intencionales tienen la capacidad de
representarse conceptualmente la realidad sobre la cual desean intervenir para
modificarla y mejorarla. Como ya se analizó, son capaces de tomar decisiones y
promover la realización de ciertos estados de cosas en función de sus
representaciones, intereses, valoraciones, deseos y preferencias, también son
capaces de hacer seguimientos de sus acciones, y en su caso de corregir sus
decisiones y sus cursos de acción a través de la investigación. Estos sistemas de
producción del conocimiento científico son sistemas de acciones intencionales de los
que surgen problemas éticos en torno a las intenciones de los agentes, los fines que
persiguen, los resultados que de hecho se producen (intencionalmente o no), así
como en torno a los deseos y valores de esos agentes. (Olivé, 2003:188)
Los sistemas de producción, como acciones intencionadas contienen en sí mismas
la tensión provocada por la ética asumida y generada individualmente y la ética
institucional, externa y decidida en conjunto con la comunidad de investigadores.
Antes de analizar ambas vertientes es importante conocer la ética contenida en las
políticas internacionales y nacionales como las que se pueden asumir como
heterónomas.
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