Hacer reforma. Los valores de la educación
betoensayosTrabajo22 de Agosto de 2011
10.244 Palabras (41 Páginas)713 Visitas
Hacer reforma. Los valores de la educación
Enviado por liliunica
Anuncios Google
Planificacion Proyectos
Técnica y Herramienta Empresarial Educacion Superior de Calidad www.programas-superiores-bv.com
"Master Recursos Humanos"
Doble Titulación Europea Becas hasta el 75%. Ultimas Plazas! www.eude.es
Promesa de telemedicina
El cuidado de la salud local se beneficia de medicina a distancia www.dialogo-americas.com/
Victoria Camps Cervera - 1994
Unos Valores para empezar a hablar
El proyecto de vivir
Iguales pero diferentes
La libertad y sus límites
Compartir responsabilidades
Tolerar las Diferencias
De la justicia a la solidaridad
El deber de vivir en paz
1 Educación en valores
La educación es necesariamente normativa. Su función no es sólo instruir o transmitir unos conocimientos, sino integrar en una cultura que tiene distintas dimensiones: una lengua, unas tradiciones, unas creencias, unas actitudes, unas formas de vida.
Educar es, así, formar el carácter, en el sentido más extenso y total del término: formar el carácter para que se cumpla un proceso de socialización imprescindible, y formarlo para promover un mundo más civilizado, crítico con los defectos del presente y comprometido con el proceso moral de las estructuras y actitudes sociales.
A eso, a la formación del carácter, es a lo que los griegos llamaban "ética". Valores éticos son los valores "sencillamente humanos", de eso se trata, de recuperar el valor de la humanidad.
No obstante, los valores éticos están en crisis. Los valores siempre han nombrado defectos, faltas, algo de lo que carecemos pero que deberíamos tener. Según Locke, el malestar, la incomodidad que provoca el deseo de que la realidad cambie y sea de otra manera. Si estuviéramos plenamente ajustados con la realidad, no cabría hablar de justicia ni de valores como algo a conquistar, si se hace es porque no se reflejan suficientemente en la práctica.
Hoy por hoy, el crecimiento económico nos ha hecho creer que sólo vale lo que produce dinero. Decimos que la prosperidad económica no es más que un paso, necesario pero insuficiente, para lograr una mayor plenitud humana.
El bienestar es un fundamento ambivalente para la producción de valores éticos. Por una parte hay que darle la razón a Aristóteles cuando afirma que la virtud sólo es patrimonio de los seres libres, no de los esclavos, de quienes tienen tiempo para dedicar su vida a la actividad política porque otros y otras trabajan por ellos.
También hay que darle la razón a Bertold Brecht cuando dice que lo primero es comer y lo segundo hablar de moral. Hay que reconocer que el que vive bien se acuerda poco de los que sufren, que el bienestar material no genera una espontánea solidaridad con los pobres.
Las épocas de menor bienestar, como la actual, no son del todo malas para recuperar y hacer más presentes los valores; pero también hay que contar con los valores éticos para superar la crisis económica.
En realidad, los tiempos nunca son buenos para la ética, porque la ética exige, ante todo, autodominio, que es costoso y nos pide sacrificio y templanza. No hay ética sin una cierta disciplina, una disciplina razonable sin la cual es inútil tratar de transmitir normas o hábitos.
Ser buena persona hoy no es, únicamente, ser buen ciudadano o buen político, como pensaron los griegos. Cualquier actividad puede tener dimensiones más o menos éticas, más o menos humanas. En resumen, no tenemos un modelo de persona ideal, ni de sociedad, ni de escuela, porque nuestro mundo es plural y esa pluralidad es enriquecedora, así como la convivencia de las diferencias.
Aunque nos falta un modelo de persona, contamos con un conjunto de valores universalmente consensuadas, un sistema valorativo que sirve de arco y de criterio para controlar hasta dónde llegan nuestras exigencias éticas individual y colectivamente. Son valores de la civilización, producto de más de 25 siglos de pensamiento, que han dejado valores, principios e ideales que se resumen en los llamados derechos fundamentales.
La fundamentación de los derechos humanos es la declaración universal de estos derechos realizada en 1948. Ése es y debe ser nuestro punto de partida, la única referencia que tenemos para empezar a hablar, para resolver nuestros problemas y conflictos.
Los derechos humanos son la fuente de donde mana el derecho positivo, la ética es la que juzga a la ley y la que orienta su interpretación.
Creer en la ética, sin embargo, supone a aceptar dos ideas:
Que los derechos básicos implican deberes, y deberes que no sólo incumben al Estado sino a todos los ciudadanos.
Que la ausencia de valores éticos deriva en los problemas estructurales de la sociedad.
Como dijo Rousseau, la sociedad democrática y racional necesita algo que una a los individuos, por encima de los intereses particulares, unos "intereses comunes" que comprometan a toda la humanidad en la empresa de hacer un mundo más humano.
Las palabras valorativas, como igualdad o libertad, no pueden significar algo tan distinto en otras culturas.
La ética se funda también en la historia que se ha encargado de ir llenando de contenido esos valores. Los valores fundamentales deben serlo en cualquier parte y en cualquier cultura. Aunque tengamos valores universales, todavía quedan muchas zonas dudosas y oscuras, donde el consenso es complicado.
Es complicado consensuar la despenalización del aborto, se debe consensuar por la vía del diálogo o de la democracia. Nadie tiene derecho a imponer a otro sus puntos de vista, y menos a hacerlo violentamente. La comunicación es el único fundamento de la aceptación de las normas como normas justas.
Los derechos humanos sólo son absolutos en el enunciado, pero en la práctica suelen entrar en conflicto unos con otros. El gran defensor de las libertades, John Stuart Mill, dejó claro que las libertades individuales tiene una sola pero importantísima limitación, que es el daño al otro. Uno es libre para hacer lo que quiera, salvo aquello que impida las libertades de los demás.
Protágoras se pregunta, cómo se enseña algo que se define como un saber práctico y no sólo teórico. Los valores morales pretenden formar el carácter, crear unos hábitos, unas actitudes, unas maneras especiales de responder a la realidad y de relacionarse con otros seres humanos. Todo eso, ¿Cómo se enseña a formar para la crítica, a decidir por su cuenta, con autonomía? Sólo es posible decir cómo no hay que enseñar ética.
En primer lugar, la enseñanza de la ética no debe reducirse a la enseñanza de una asignatura. los valores morales se transmiten, sobre todo, a través de la práctica, a través del ejemplo, a través, de situaciones que estén reclamando la presencia de valores alternativos.
Las situaciones cotidianas, como corrupciones, discriminaciones, intolerancias, insolidaridad, se reproducen en la escuela. Las escuelas, los centros educativos, son un microcosmos de los conflictos presentes en toda la sociedad.
El primer paso que hay que dar es tomar conciencia de los conflictos y enfrentarse a ellos con respuestas colectivas consensuadas. Entender que el conflicto ético siempre depende de las actitudes, mentalidades y comportamientos individuales.
¿Le corresponde a la escuela más que a la familia la enseñanza de la ética? No hay maestros especialistas en ética. La educación en unos valores éticos es tarea de todos los que actúan sobre los educandos. La sociedad somos todos y de todos es la responsabilidad de mejorarla, mejorando los comportamientos de sus miembros. Todos deben actuar al unísono, pero los espacios más propios de la educación son la familia y la escuela.
La escuela es un lugar donde se hace algo más que dar clase. Los alumnos aprenden comportamientos civilizados, según sean los criterios que los guían. Es inevitable que aprobemos unas conductas y desaprobemos otras.
El gesto, la voz, la mirada, demuestran claramente lo que pensamos o sentimos, más que mil palabras. Los niños registran esa reacción favorable o desfavorable a su conducta, asumamos esa conducta y transmitamos a nuestros hijos y alumnos aquellos aspectos de nuestro mundo que quisiéramos conservar.
2 El Proyecto de Vivir.
La dignidad de la vida humana
El significado de la proclamación del derecho a la vida es el del derecho de cada uno a no verse privado de la vida por voluntad arbitraria de otros o de los poderes establecidos. En ética el fin no justifica nunca el empleo de medios violentos, la agresión y la violencia llegan a cuestionar la validez ética de lo que parecía justo.
El derecho de todo individuo a la vida va seguido de la proclamación del derecho a la libertad y a la seguridad, puesto que son tres derechos complementarios. Derecho a la seguridad que le permita moverse y actuar con libertad sin que su vida peligre por ello.
Esa libertad es la que dota a la vida humana, por encima de otras vidas animales, de una dignidad especial. Dice Kant "piensa que el otro es tan persona como tú y trátalo como tal persona y no como una cosa susceptible de estar sólo a tu servicio.
José Luis Aranguren ha explicado que
...