Identidad Ecologica
jcjajuarez27 de Enero de 2014
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Identidad Ecológica
La ecología, o el estudio de las interrelaciones del hombre con su medio orgánico e inorgánico, comprende también la complejidad de las relaciones humanas en cuanto a formas de vida fomentadoras del hombre y la armonía o, por el contrario, de agresión o desorden.
El término ecología proviene de la raíz griega oikos que significa casa, hogar. El problema de la identidad ecológica plantea que en nuestro mundo contemporáneo el sujeto ha perdido la experiencia de saber al universo como su casal donde todo va bien. Por el contrario, es común experimentar la ausencia de pertenecer a un todo vivo, sabio y organizado, que nos hace temer a la naturaleza y vivirla como capaz de destruirnos con sus manifestaciones agresivas e incontrolables: terremotos, desastres y contaminación. Es cierto que el acelerado proceso de industrialización ha generado una relación con la naturaleza sustentada en el exterminio y dominación de recursos, pero esta denuncia es insuficiente para plantear el problema de la conciencia-identidad ecológica como una responsabilidad que recae exclusivamente sobre aquellos que detentan el poder, por su incapacidad para detener las consecuencias nefastas al romperse el orden de sustancias de los organismos en el planeta.
El problema es más serio y nos compete a todos. Asisitimos a una generalizada ausencia de experiencias que permiten entender y atender nuestra pertenencia a un todo, y comprender que nuestra inteligencia está hecha precisamente para producir mayores niveles de integración e interdependencia en esa totalidad cósmica cuya conciencia somos nosotros mismos.
La batalla de los movimientos ecológicos en contra del exterminio y a favor de la salud en todos los aspectos: físico, biológico, sicológico, social, político, económico; se han limitado a insistir sobre el estado de emergencia en que vive la humanidad y a la búsqueda de protección del ambiente. Si bien lo anterior abre caminos de conciencia ecológica, no inicia la conformación de una identidad ecológica. En ello radica que la comunicación de los problemas sea bajo formas y actitudes morales y catastróficas. Se propone argumentos sobre la necesidad de pautas de equilibrio a partir del fenómeno del miedo y la culpa.
La identidad ecológica- además de una claridad sobre los peligros de violentar vidas, energéticos, producir contaminación en los sistemas acuáticos, terrestres o del aire-, surgen del reconocimiento individual o colectivo de que cada acción particular repercute en la totalidad del ecosistema que es la tierra, y que el término oikos es acertado para expresar la existencia de una sabiduría intrínseca dicha totalidad, que es importante saber escuchar.
Puede decirse que la conciencia de la identidad ecológica parte de la certeza de pertenecer a un todo orgánico, por lo que nuestra acciones tienen que regirse bajo el principio de no obstaculizar el libre curso de las fuerzas y energías presentes en nosotros mismos y en el mundo que nos rodea.
La gestación de una identidad con un todo obliga al replanteamiento sobre la perspectiva dualista y fragmentadora con que el mundo occidental enfoca la realidad. La separación tajante entre el mundo material y el espiritual, el individuo concebido como irreconciliable con la sociedad, la división entre los proyecto propio y colectivo: todos, esquemas que obstaculizan una percepción unitaria de la realidad. Pueden mencionarse dos orígenes de ruptura con las vivencias de unidad:
. crisis de experiencia cotidianas.
. crisis epistemológicas del mecanismo reduccionista que ha ahondado la brecha que separa estratos de la realidad.
Respecto a la crisis cotidiana, estamos expuestos día con día a relaciones fragmentadas en la familia, en la educación, en el privilegio de la razón analítica.
En las formas de interrelación social que, en la búsqueda de poder, acrecienta procesos de institucionalización que fragmentan y homogenizan: se institucionaliza el saber, el amor, la creatividad, la producción. Medir y comparar son la brújula de las interrelaciones personales que nos alejan de experiencias de plenitud y de compromiso con nosotros mismos, con los seres humanos y con el universo en general.
Respecto a la crisis epistemológica, la ruptura más importante ha sido la separación entre cuerpo y espíritu que Descartes propuso una paradigma encaminando hacia la simplificación de la realidad a fines de acrecentar el eficientismo.
El poder, el centralismo en las medidas sociales, la burocratización en acciones, la situación del juego, y el gozo por el deber y el logro de las metas, la jerarquización como instrumento para mantener distancias: de un padre con su hijo, entre alumno y maestro, jefe y subordinado; todo esto es consecuencia de relaciones fragmentarias en una realidad de comportamientos cada vez más estrechos y limitados.
Desperdicio energético.
Una primera aproximación a la identidad ecológica significa definirla en términos de intimidad consigo mismo, con los que nos rodean y con la naturaleza. La intimidad se refiere a nuestra zona experimental en la que experimentamos al otro en uno mismo. Es una experiencia profunda donde se rompen límites y fronteras entre el Yo y el Tú, y es decir ahí que se comprende el flujo moroso de todo lo que existe. Es una experiencia de confianza básica que nos mueve al respecto y a la veneración, a la felicidad ocasionada por el privilegio de estar vivos.
Intimidad es fuerza y necesidad irresistible de comunicación y de crear, que se interrumpe cuando perdemos la certeza de pertenecer a esa realidad plena, y que fomenta la presencia de sentimientos como el dolor, el miedo, el resentimiento o el temor a la pérdida. Un insulto en la calle, discrepancia en el trabajo, el berrinche de un hijo que ante una frustración dice: "ya no te quiero". Los reclamos de un esposo insatisfecho que desea más de su conyuge. Los resentimientos de una mujer que esperaba "otra cosa" de su matrimonio. ¿Qué pasa con todo esto? Ojos inyectados de rabia, cuerpo rígido por espasmos en el estómago, rasgos de la cara endurecidos y miradas que "echan lumbre". Mareo, calentamiento de la cabeza, resequedad de la boca, manos crispadas y un dolor que acrecienta la sensación de vacío. Indignación, cólera, experiencia profunda de no ser querido, valorado, amado.
Es posible que experimentemos estas vivencias cotidianamente o con cierta frecuencia. Golpes a ego que detonan casi siempre con acciones intrascendentes, y que producen frustración intensa y sensación de impotencia por el incumplimiento de expectativas. Todo esto nos lleva a tomar conciencia de que nuestra identidad peligra y que lo que consideramos como "nuestra identidad" se desmorona.
Por el contrario, un abrazo, algunas palabras de comprensión a tiempo, una sonrisa, una caricia o una carcajada son una fuerza poderosísima para reintegrarnos en nuestra identidad.
Siegel85, médico especializado en oncología, nos refiere que los sentimientos de pérdida y represión son los antecedentes de la enfermedad, que no es otra cosa que la expresión de una pérdida de armonía del sujeto consigo mismo. La enfermedad es un síntoma que condensa el sentimiento de no ser dignamente querido, de no ser incondicionalmente amados.
Estamos sujetos a la pérdida de nosotros mismos desde que aplicamos energía para mantener una idea que previamente fabricamos sobre lo que somos y con la cual nos identificamos plenamente. Es decir, que la experiencia de una identidad integrada es una experiencia fugaz ya que el sentimiento de minusvalía por la desaprobación es algo que padecemos ya en forma temprana y que necesariamente nos lleva a la fragmentación de la identidad. No somos un Yo sino múltiples Yos: el colérico, el envidioso, el que ama, el que odia, el resentido, el grandioso:
. No obtendré dinero pero mi honradez es a prueba de fuego.
. Dices que he fallado pero te he dado todo lo que he podido.
. No me quieres porque no me consideras suficiente.
La identidad es un proceso que desgraciadamente, no se aprende a través de la vivencia de las acciones sino a través de que otros las nombre y las califique: eres malo, torpe, insoportable. Eres amable, querible, inteligente, hermoso; eres valioso porque te pareces a mí.
Desde que surgen en nuestros primeros atisbos de conciencia del propio Yo, construimos una serie de mitos personales sobre nuestro origen o sobre quienes somos: "gracias a mí mis padres se mantuvieron como pareja", "soy la oveja negra de la familia", "soy su solecito". El problema de estas definiciones- mitos que establecemos de nuestro propio Yo, es que nos identificamos con ellos. En este sentido, Ouspensky86 dice que la identificación con estos múltiples Yos es el principal obstáculo para la recuperación de uno mismo. Identificarnos con ese insulto, con esa experiencia de minusvalía, con la frase "ya no te quiero", con la insatisfacción, con la frustración, con ser el "solecito hermoso", es un proceso que capta toda nuestra atención y energía para mantener y defender ante nosotros mismo y ante los demás, un autoconcepto dignificante. Una idea de el Yo que finalmente resulta frágil para resistir aún el mismo embate.
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85Siegel, Paz, amor y salud, Edivisión.
86Ouspensky, Fragmentos de una enseñanza desconocida, Ed. Hachette.
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Reconstruir constantemente el concepto de "uno mismo", mantener la autoimagen de coherencia, lucidez, valía, etc. es un camino no sólo muy doloroso, sino
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