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KOMATSUDANI UN PREESCOLAR JAPONÉS


Enviado por   •  10 de Mayo de 2014  •  1.630 Palabras (7 Páginas)  •  507 Visitas

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KOMATSUDANI UN PREESCOLAR JAPONÉS

La lectura de Joseph J. Tobin, nos describe uno de los preescolares de Japón, sus ideologías, métodos de enseñanza, y el cómo solucionan los problemas cotidianos que se presentan en un preescolar, por ejemplo, aborda el caso de un niño con mal comportamiento, llamado Hiroki describiendo las estrategias que utiliza la educadora tratarlo, así como una comparación con la educación en Estados Unidos, destacando el grupismo japonés, y el individualismo estadounidense.

Komatsudani Hoikuen, escuela preescolar budista ubicada en el este de Kyoto, cuenta con 120 estudiantes. Doce de ellos son niños de menos de I8 meses, atendidos por cuatro maestras en una guardería. Los otros 20 niños de Komatsudani menores de tres años están divididos en dos grupos de 10, los cuidan tres maestras y una asistente. EI resto de los alumnos se dividen en grupos de tres, cuatro y cinco años, cada uno de 25 a 30 estudiantes y una maestra. Cada grupo tiene su propia aula.

La escuela abre a las 7:00 am, a las 9:00 am la mayoría de los niños ya llegaron, llevaron sus loncheras y mochilas a los casilleros de sus aulas y empezaron jugar con sus amigos en los salones de clase, los corredores o en el patio de recreo.

A las 9:30 se escucha la canción Clean-up ("recoger") a través de los altavoces distribuidos por toda la escuela. Mientras los niños recogen los juguetes, la música cambia a la canci6n de los ejercicios y forman un gran círculo en el patio, pasan 10 minutos de estiramientos. La canción termina, sigue entonces la canción que dice: "fin de los ejercicios, vayan a su salón", y los niños, guiados por sus maestros, van en fila al salón, grupo por grupo, y al llegar a la entrada se quitan los zapatos.

El autor sigue contando la manera en la cual trabajan en ese preescolar y menciona en varias ocasiones que para las actividades cantan una canción correspondiente al tema, así como anteriormente se habló de una que era para recoger sus juguetes también cantan la canción de las mañanas, y después del pase de lista, otra que es para contar cuantos niños hay; luego Fukui-sensei los dirige recitando la fecha, el número de niños que asistieron y la estación del año. Como consiguiente realizan actividades en el libro para después ir a jugar a lo que llaman “juego libre” que es bajo la supervisión de la maestra. Terminando de jugar los niños desayunan lo cual dura entre unos 10 y 45 minutos y así concluyen sus actividades.

Durante la jornada se encuentran con un niño más inquieto que los demás, Hiroki, quien jugaba bruscamente, llevando el juego de golpes a golpes reales, la maestra se dio cuenta pero no hizo mucho por detenerlo, sino que ignoraba su mal comportamiento. Al mostrar la cinta a la maestra y subdirectora dijeron que el modo en que Ia maestra manejó a Hiroki, incluyendo ignorar sus acciones más provocativas, agresivas y exhibicionistas, no reflejaban negligencia, sino una estrategia planeada a través de incontables reuniones y muchas situaciones de ensayo y error.

Las maestras en Komatsudani tienen cuidado de no aislar a un niño indisciplinado del grupo separándolo para castigarlo o censurarlo o excluirlo de una actividad de grupo. De manera similar, cuando es posible evitan confrontaciones directas con los niños.

Los maestros japoneses creen que la fuente más poderosa de influencia que tienen sobre los niños es ser vistos sin ambivalencias como figuras benevolentes; por lo que los maestros tienen cuidado de no interactuar con los niños de forma desagradable, estresante o emocionalmente compleja. También mantienen el orden sin intervenir directamente en las disputas y mal comportamiento de los niños, al estimularlos en varias formas sobrellevar las malas acciones y los problemas de sus compañeros. La maestra alentó a los otros niños a tomar Ia responsabilidad de ayudar a Hiroki a corregir su comportamiento, además evitó cuidadosamente excluir a Hiroki del grupo de cualquier forma. Otra estrategia que la maestra utilizó para seguir como una figura benévola fue permitir a la maestra Higashino desempeñar el papel más pesado y dar a Hiroki un regaño más severo.

Dana Davidson, quien tiene experiencia trabajando en evaluación y en programas de niños talentosos especula que la mala conducta de Hiroki se puede relacionar con que es muy inteligente y se aburre con facilidad. Pero su maestra y directora confirmaron que Hiroki no necesariamente termina su trabajo antes que los demás niños porque sea muy inteligente. La velocidad no es lo mismo que la inteligencia y que su comportamiento no era un reflejo de su gran inteligencia, sino de su gran necesidad de atención. Estas opiniones tan distintas sin lugar a dudas se deben a la diferencia de culturas, el japonés, por supuesto, reconoce que los niños nacen con habilidades desiguales y que algunos tienen talentos especiales, pero la sociedad japonesa en general, y los maestros en particular, ven el papel de la educaci6n, quizás especialmente la primaria y preescolar, más para compensar que ordenar o acentuar más estas diferencias de habilidades.

Los maestros japoneses de preescolar, al igual que sus colegas de escuelas públicas, tienen un fuerte compromiso intuitivo de igualdad de oportunidades educativas y que creen que es inequidad enfatizar las diferencias individuales innatas de la habilidad. AI trabajar con niños más pequeños, se vuelven quizá más sensibles a lo que ven, como la injusticia de dar a los niños un inicio educativo desigual.

Los maestros de preescolar ven como una de sus principales tareas fomentar en los niños la empatía hacia los otros en formas fundamentales. Lo que incluye un esfuerzo de los maestros para acelerar y alentar a los que aprenden despacio y a veces frenar a los miembros más talentosos del grupo. Los maestros no ven corno perjudicial el detener o reducir la velocidad de los estudiantes más capaces, porque creen que los estudiantes se benefician a largo plazo al desarrollar una sensibilidad mayor a las necesidades de los otros y un sentimiento de seguridad derivado de ser miembro de un grupo aparentemente homogéneo. Regresando con Hiroki, la directora relaciona su mal comportamiento a que realmente no ha recibido la cantidad y la clase correcta de cuidado y atención. Hiroki, no tiene mamá, desde que nació ha estado al cuidado de su padre y abuela, por lo que parece, él quiere atención y cuidados pero lo pide en la forma equivocada.

Desde una perspectiva japonesa, el problema de Hiroki tiene dos componentes, uno emocional y otro cognitivo, sufre de una incapacidad para ser dependiente y también padece de incapacidad para entender. Sin embargo, esta incapacidad para entender y por lo tanto para saber cómo ser más obediente y más sensible a otros, lo atribuyen sus maestros a la falta de su mamá y así, a su problema emocional, su incapacidad para ser dependiente.

EI personal de Komatsudani cree que la mejor oportunidad de aprender a controlarse no reside en encuentros con sus maestros, sino en el juego con sus compañeros. Los preescolares japoneses, por lo tanto se esfuerzan por formar niños obedientes, llenos de energía, perseverantes, gentiles, con orientación de grupo, con un poco de confianza en sí mismos e individualidad.

La característica de grupos grandes en Japón es vista con cierta desaprobación por otros países como estados unidos y china. Las maestras japonesas comentaron que la razón de que los grupos sean de 30 estudiantes por cada maestra era por lo económico, ya que la colegiatura no era suficiente para formar grupos más pequeños. Pero al preguntarles que si les gustaría tener grupos más pequeños la respuesta fue afirmativa, pero se dejó claro que para una maestra es más sencillo trabajar en un grupo pequeño, más no para los niños ya que necesitan convivir con distintos tipos de niños para aprender a relacionarse con ellos y desenvolverse en distintas situaciones. Para maestros y administradores de los preescolares japoneses, los grupos muy pequeños y las proporciones bajas de alumnos/maestro producen una atmósfera en el salón de clases que enfatiza las interacciones maestro-estudiante sobre las de estudiante-estudiante y no proporciona a los niños las oportunidades adecuadas para aprender a funcionar como miembros de un grupo. El tamaño del grupo es todavía más importante porque creen que un grupo grande refleja la complejidad del mundo exterior y le da a cada niño la oportunidad de aprender a lidiar con gran variedad de niños y situaciones.

Todos los maestros japoneses que vieron el video de un preescolar estadounidense contrastaron el individualismo que perciben caracteriza al preescolar en los Estados Unidos, con el grupismo que creen que caracteriza a su propia sociedad y escuelas. Los maestros japoneses consideran que el grupismo puede y debería ser compatible con el sentimiento humano. Para los maestros de Komatsudani, el grupismo hace posible la realización total de algo verdaderamente humano, la experiencia de camaradería, de fusión, de unidad con algo más que el yo individual. La humanidad en el niño se realiza con más totalidad no tanto por su habilidad de ser independiente del grupo sino por su habilidad para cooperar con el grupo y sentirse parte del mismo. El niño cuando entra a preescolar recibe una identidad como parte de un grupo, en ocasiones hacen competencias entre grupos, lo que se aprovecha para fomentar el esfuerzo de grupo y para promover un sentimiento de identificación y orgullo de grupo. AI discutir el video de Komatsudani con padres, maestros y administradores de otros seis preescolares japoneses adquirimos conciencia de las profundas divisiones en ideología, religión, economía, geografía y clases sociales que caracterizan la gama de sentimientos japoneses acerca de la educación preescolar y, de hecho la discontinuidad y heterogeneidad de la sociedad japonesa contemporánea.

Bibliografía

Tobin, Joseph. J. et al. (1989), ‘’Komatsudani: un preescolar japonés’’ [‘’Komatsudani: A japanese preschool’’] en preschool in the three cultures. Japan, China and United States, New Haven, Yale University Press, pp. 12-71.

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