LA POLÍTICA MONETARIA EN MÉXICO Y SUS MECANISMOS DE TRANSMISIÓN
saulmendezTesis26 de Septiembre de 2019
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LA POLÍTICA MONETARIA EN MÉXICO Y SUS MECANISMOS DE TRANSMISIÓN
II.1. INTRODUCCIÓN
Desde que el Banco de México se constituyó como un organismo autónomo en diciembre de 1993, esta institución ha establecido un esquema de objetivos de inflación para conseguir la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda. Así, la autonomía de la banca central y el control de la inflación como su único objetivo, marcan la consolidación de una reforma financiera cuyos propósitos se dirigieron hacia la liberalización y desregulación económica y financiera; tal y como lo establecía la versión moderna del neoliberalismo económico, basada en la denominada “nueva síntesis neoclásica”. Las ideas fundamentales de esta teoría, presentes en el Consenso de Washington, han sido promovidas por el FMI y BM, y aplicadas en la mayoría de las economías capitalistas desarrolladas y subdesarrolladas. México no fue la excepción y desde la crisis de deuda de la década de 1980, los distintos gobiernos tanto priistas como panistas las han aplicado, prácticamente al pie de la letra. En este modelo tiene un papel fundamental el anuncio de metas explícitas de inflación de mediano y largo plazo. En la medida en que las perspectivas inflacionarias no se adecuen a las metas establecidas, el Banco de México modificará su política monetaria para inducir un cambio de dirección del proceso inflacionario. Además, desde 2008 la banca central en México expresa su postura de política monetaria mediante una tasa de interés de referencia, que en la actualidad es la tasa de interés interbancaria a un día. Con las modificaciones de esta tasa de referencia se busca influir sobre las expectativas del público y, mediante éste y otros canales como el tipo de cambio, el crédito y el precio de los activos, incidir sobre la evolución futura de la inflación.
Bajo este panorama, este capítulo se concentra en el examen de la instrumentación monetaria impulsada por la banca central mexicana a partir de la adopción del modelo de objetivos de inflación. Se estudia el impacto de la liberalización financiera que experimentó México, la cual cambió radicalmente la forma en que se operaba la política monetaria en el país. Se analizan los componentes básicos del esquema de objetivos de inflación y se describe el proceso que llevó a cabo el Banco de México en la elección de la tasa de interés de fondeo como el principal instrumento monetario actual. Posteriormente se indaga la manera en que la banca central pone a funcionar el mecanismo de transmisión de la política monetaria para lograr la estabilidad de los precios y se estudian los principales canales por donde fluye dicha transmisión monetaria. Finalmente, se señalan algunas de las consecuencias negativas generadas en la economía mexicana producto de la política monetaria restrictiva que el Banco de México ha diseñado y aplicado para alcanzar la estabilidad de precios como su único objetivo fundamental.
II.2. LA LIBERALIZACIÓN FINANCIERA EN MÉXICO
Durante las décadas de 1980 y 1990, la economía mexicana experimentó años de crisis, además, desde el punto de vista de la ortodoxia, se pregonaba que el sistema financiero contribuía a generar un ambiente volátil, debido a que las instituciones financieras se habían debilitado como resultado de las regulaciones y de las condiciones macroeconómicas, por lo que era urgente llevar a cabo una reforma financiera radical.[1]
El objetivo de la reforma financiera mexicana debería traducirse en una profundización financiera más elevada, un déficit gubernamental financiado por medios no inflacionarios, mayor independencia en la ejecución de la política monetaria y un ambiente financiero orientado por la libre oferta y demanda de dinero y capitales. Esta estrategia estaba basada en una concepción donde los grupos financieros, el mercado bursátil y la banca universal asumían el papel promotor del desarrollo económico y social del país. De esta forma, entre 1983 y 1991, en México se llevaron a cabo las reformas financieras propuestas por la ortodoxia. Según Aspe (1993), estas transformaciones deberían de considerar al menos lo siguiente: liberalización financiera, es decir, sustitución de un sistema basado en la combinación de restricciones cuantitativas al crédito y tasas de interés reguladas, por otro en el cual la política monetaria se llevara a cabo principalmente a través de operaciones de mercado abierto y que permitiera que las tasas de interés respondieran de manera rápida a los choques internos y externos; innovación financiera mediante la creación de instrumentos que hiciera posible que la gente se protegiera contra la inflación y la incertidumbre cambiaria, además con la posibilidad de efectuar transferencias inter-generacionales e inter-temporales de manera más eficiente; fortalecimiento de los intermediarios financieros a través de la adopción de medidas para que las instituciones financieras captaran un mayor número de clientes y les dieran acceso a una variedad de servicios al menor costo posible, manteniendo al mismo tiempo su propia salud financiera; privatización de la banca comercial, y; financiamiento del déficit mediante una mayor colocación de instrumentos de deuda no inflacionarios en los mercados de crédito. [2]
El proceso de desregulación y liberalización financiera mexicana se llevó a cabo en dos etapas. En la primera, entre 1988 y 1992, se consolida la constitución de la banca múltiple, y en la segunda, entre 1993 y 2001, los cambios se dirigen a flexibilizar el marco regulatorio para estimular la entrada y expansión de nuevas instituciones extranjeras y nuevos agentes financieros en el mercado bursátil. Los efectos de la primera etapa sólo modificaron las condiciones del crédito externo, porque a partir de 1990 los flujos voluntarios de capitales externos hacia México crecieron rápidamente, lo cual provocó un incremento de las reservas de divisas, que redujo las limitaciones de la balanza de pagos y creó las condiciones para sostener el programa de estabilidad de precios. En tanto, las modificaciones en el marco regulatorio generaron cambios radicales en el mecanismo de financiamiento de la inversión.
Con la finalidad de reforzar el proceso de liberalización financiera en México, como lo plantean Sidaoui et al. (2008), a inicios de los noventa también se llevaron a cabo una serie de políticas de estabilización macroeconómica con el objeto de acabar con los problemas financieros recurrentes que la economía mexicana había experimentado desde la crisis de la deuda externa en 1982. Este programa de estabilización consistió en: a) un ajuste fiscal; b) la renegociación de la deuda pública externa de México; c) negociaciones para limitar y coordinar los incrementos en precios y salarios; y d) el uso del tipo de cambio como el ancla nominal de la economía, a través de un régimen cambiario semi-fijo. Se debe de reconocer que este programa presentó algunos logros. Por ejemplo, se redujo la inflación anual de 159.2 por ciento en 1987, a 8.0 por ciento en 1993.
Al mismo tiempo, la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la liberalización de la cuenta de capitales, y algunos cambios en el sector financiero, tales como la privatización del sistema bancario, el abandono del esquema de encaje legal, de los requerimientos de reserva y de los techos a las tasas de interés, condujeron, en un contexto de alta liquidez en los mercados internacionales, a grandes flujos de entrada de capitales. Estos flujos contribuyeron a una expansión importante del crédito, que se transformó en una fuerte expansión del gasto y en un creciente déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos. El proceso de la liberalización no fue acompañado por una regulación y una supervisión prudencial eficiente del sistema bancario. La regulación y supervisión débiles y la abundante liquidez en el mercado generó un portafolio crediticio de dudosa calidad, así como la acumulación de descalces importantes en términos de moneda de denominación y de madurez de activos y pasivos en los balances de los bancos y de las empresas.[3]
Adicionalmente, en la medida en que diversos choques afectaron la economía y deterioraron la situación macroeconómica de México, la autoridad monetaria se vio forzada a modificar la composición de su deuda a obligaciones de corto plazo denominadas en dólares en un esfuerzo por aplazar el ajuste que, de otra manera, hubiese conducido a una devaluación del peso y, posiblemente, a una crisis financiera. A fines de 1994 se presentó una fuga de capitales por lo que la defensa de la zona cambiaria llegó a ser insostenible. De esta forma, según el análisis realizado por Sidaoui et al. (2008), el Banco de México se vio forzado a abandonar el esquema de tipo de cambio semi-fijo, generando un ajuste significativo de la paridad que propició un incremento en la inflación y en las tasas de interés. Al mismo tiempo, también la actividad económica se redujo sustancialmente. Estos hechos, junto con los desequilibrios en los balances de los bancos comerciales y el perfil vulnerable de la deuda del gobierno federal, incrementaron la fragilidad del sistema financiero. Para evitar una corrida bancaria sistémica, el banco central respaldó los depósitos bancarios. Además, como apoyo también se implementaron las siguientes estrategias: (i) financiamiento en dólares a corto plazo a los bancos comerciales; (ii) programas de deuda subordinada para capitalizar a los bancos; (iii) descuentos en la tasa de interés para los deudores con préstamos al corriente en sus pagos; (iv) compras de préstamos bancarios a valor en libros si los bancos conseguían recursos adicionales para aumentar su capital; y, (v) intervención de los bancos insolventes.
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