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La ciencia en la integración de América Latina


Enviado por   •  22 de Febrero de 2019  •  Apuntes  •  5.443 Palabras (22 Páginas)  •  76 Visitas

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Capítulo VII La ciencia en la integración de América Latina

 La capacidad científica potencial de América Latina Para comprender la importancia del papel que la cooperación científica puede desempeñar en América Latina, conviene analizar primero brevemente algunas de las conclusiones a que llegamos en el capítulo anterior. Según esas conclusiones, aun suponiendo las condiciones más favorables –disponibilidad de fondos, una política enérgica y coherente de formación de personal, etc.– sólo los tres países más grandes de la región –Argentina, Brasil y México– podrían llegar a tener, en el futuro previsible, sistemas científicos de capacidad comparable a la de los que tienen actualmente los países industrializados de Europa occidental. Otros cuatro países –Chile, Colombia, Perú y Venezuela– podrían tener sistemas científicos menores que, si bien les permitirían orientar en forma racional la resolución de sus problemas de desarrollo, estarían muy lejos de otorgarles el grado de autonomía científica que caracteriza a los modernos países adelantados. Finalmente, los trece países restantes de la región no estarían en condiciones de crear, en el lapso que hemos considerado, ni siquiera la capacidad suficiente para estar adecuadamente informados de lo que sucede en el resto del mundo en ciencia y tecnología. Por otra parte, es necesario tener en cuenta que la existencia en la región de una mayoría de países que no están en condiciones de crear sistemas científicos adecuados para sus necesidades de desarrollo, es sólo una parte del problema. La otra parte, tan fundamental como la primera para el futuro de América Latina, es que aun los países mayores de la región no podrán ingresar individualmente en los dominios de la gran ciencia, como se denomina en la actualidad a los campos más avanzados de la ciencia y la tecnología, tales 204 Ciencia y política en América Latina como energía atómica, aeronáutica, computación, espacio, etc. Esto es absolutamente evidente, si se tiene en cuenta que aun las grandes potencias industriales de Europa occidental deben recurrir a programas multinacionales para poder afrontar las grandes erogaciones que requieren esas ramas de la tecnología. La participación en los dominios de la gran ciencia no es, además, una mera cuestión de prestigio o de estar “a la moda” en uno de los campos más sofisticados de la actividad intelectual moderna. La energía atómica, las grandes computadoras, las comunicaciones por satélites, etc., son herramientas que están contribuyendo a transformar nuestra civilización con una rapidez y profundidad que no tiene precedente en la historia. Una sociedad que no sea capaz de participar activamente en esta segunda revolución científica, estará condenada en el futuro a la misma situación de atraso y dependencia a la que estuvieron y están todavía condenadas, las que no fueron capaces de incorporarse a la revolución científica que acompañó e impulsó la Revolución Industrial que comenzó en el siglo xix. América Latina, por tanto, debe resolver el doble problema de alcanzar un nivel de desarrollo científico que capacite a todos sus países a afrontar los problemas materiales inmediatos de desarrollo y de crear las condiciones que le permitan, en un plazo razonable, participar activamente en los dominios más avanzados de la ciencia y la tecnología. Teniendo en cuenta que el primero de esos objetivos sólo puede ser logrado individualmente por una minoría de los países de la región, y el segundo por ninguno de ellos en forma aislada, es necesario examinar cuál es la capacidad potencial de América Latina en su conjunto. Suponiendo un crecimiento del 6%, el pnb de la región será, dentro de veinte años, de unos 300.000 millones de dólares. El 3% de esa suma, que es lo que hemos supuesto como meta de inversión en id, representa unos 9.000 millones de dólares. Para tener una idea de lo que esta cifra significa, baste señalar que en 1964, la inversión en id del conjunto de Europa occidental, más Canadá y Japón, fue de unos 7.500 millones de dólares. La ciencia en la integración de América Latina 205 La masa de recursos permitiría tener –con los costos que hemos calculado para 1990, y suponiendo que, debido a las limitaciones en el crecimiento que puntualizamos en el capítulo anterior, sólo se puedan llegar a invertir para esa fecha alrededor del 2% del pnb conjunto de la región –un aparato científico con un total de 650.000 personas, de las cuales unas 100.000 serían investigadoras capaces de trabajar a nivel internacional. Si se mantuviera el crecimiento del 12% que postulamos, para antes del final del siglo se alcanzaría a invertir el 3% del pnb de la región, y las cifras citadas aumentarían a 1.000.000 y 150.000 respectivamente. Un sistema científico de esa magnitud, orientado mediante una política científica inteligente que dirija el esfuerzo de id en función de las necesidades reales de la región, sería suficiente para augurarle a América Latina una autonomía científica comparable a la que poseen las sociedades más adelantadas del mundo. Se puede argumentar, naturalmente, que durante los próximos veinte años los países desarrollados continuarán incrementando su capacidad científica y que, por lo tanto, la desventaja relativa de América Latina, lejos de disminuir, continuará aumentando. Como este razonamiento se usa muchas veces, en forma directa o indirecta, para tratar de demostrar el carácter casi inevitable de la dependencia de América Latina, conviene puntualizar brevemente los errores principales de las premisas en que se apoya. En primer lugar, el crecimiento exponencial de los sistemas científicos de las grandes potencias industriales no puede continuar indefinidamente al ritmo de los últimos años. La mayoría de esos países han establecido el 3% del pnb como tope de inversión en id, y es muy probable que una vez alcanzada esa meta el crecimiento continúe más o menos paralelamente con el incremento del producto nacional. La ventaja relativa de los países desarrollados comenzaría por lo tanto a disminuir, tendiendo a hacerse aproximadamente equivalente a las diferencias en los productos nacionales. El punto más importante, sin embargo, no es el que acabamos de señalar, sino el hecho de que, para alcanzar la autonomía científica de que hablamos antes, es suficiente tener un sistema 206 Ciencia y política en América Latina de id que, además de poder afrontar los problemas tecnológicos específicos de la región, esté en condiciones de usar y adaptar a sus propias necesidades la creación intelectual generada en todo el mundo. Para ello se necesita un sistema científico de suficiente tamaño, diversificación y calidad, como para poder participar activamente en la labor creadora de la ciencia en todos los dominios del conocimiento. El objetivo esencial, en consecuencia, no es competir en volumen de producción científica con las más grandes potencias, sino sobrepasar ese “tamaño crítico” en el sistema científico, por encima del cual es posible la plena participación en los beneficios que se derivan del progreso general de la ciencia y la tecnología. Aunque no es posible establecer con exactitud cuál es ese “tamaño crítico”, el sistema científico global potencialmente posible para América Latina está ciertamente muy por encima de esa dimensión. Los prerrequisitos de la integración científica La capacidad científica global de América Latina a que acabamos de hacer referencia es, por ahora, sólo potencial; para convertirla en actual es necesario, además del esfuerzo individual cuyos rasgos generales analizamos en el capítulo anterior, crear mecanismos efectivos de integración y cooperación científica regionales. La integración de la actividad científica implica la existencia de políticas científicas armónicas y éstas, teniendo en cuenta el carácter instrumental de la ciencia y la tecnología en el progreso social, suponen el establecimiento de objetivos políticos, económicos y sociales comunes a todos los países de la región. Así como la integración económica debe ser la armonización y complementación de las políticas económicas nacionales, con el objeto de alcanzar ciertas metas comunes, la integración científica sólo tiene realmente sentido como proyección y ampliación de las políticas científicas de cada uno de los países de la región, trazadas en función de esas metas de interés general. La ciencia en la integración de América Latina 207 Los factores que impiden en la actualidad la concreción de una política efectiva de integración científica, son obviamente los mismos que han obstruido el progreso científico individual de los países de la región, y que hemos analizado muy someramente en el capítulo ii. En tanto no se rompan las estructuras del atraso –dependencia externa, mecanismos internos de poder en manos de las minorías tradicionales privilegiadas, etc.– no existe ninguna posibilidad de romper realmente el estancamiento científico de la región. La superación de esas estructuras, es el supuesto sobre el que se apoya el breve análisis que sigue de las características que, en nuestra opinión, debiera tener el proceso de integración científica de América Latina. Las formas de cooperación científica La integración científica de América Latina es una tarea muy compleja, pero presenta dificultades mucho menores que la integración político-económica. En esta última, como es bien sabido, el diferente grado de desarrollo de los países, la estructura deformada y dependiente de sus economías, la heterogeneidad de las estructuras institucionales, etc., constituyen obstáculos cuya superación sólo podrá lograrse gradualmente, mediante un largo y sostenido esfuerzo. En el terreno científico y tecnológico, por el contrario, los obstáculos son mucho menores. Las estructuras de los sistemas científicos son similares en todo el mundo y, debido a la naturaleza misma del trabajo científico, existe una comunicación constante entre los investigadores que facilitará considerablemente la cooperación institucional. De acuerdo con lo que hemos visto antes, la meta ideal de América Latina sería llegar a tener un sistema científico unificado para toda la región. Esta meta, sin embargo, sólo puede ser alcanzada a largo plazo, y como culminación de una serie de medidas parciales y coordinadas. El objetivo inmediato debe ser entonces crear mecanismos que, al mismo tiempo que permitan reforzar la capacidad científica de los países del área, vayan preparando las 208 Ciencia y política en América Latina condiciones apropiadas para llegar finalmente a un sistema global de id de carácter multinacional. La complementación científica de América Latina requiere varios tipos de acciones que, aunque tienen algunas características diferenciales que exigen modalidades distintas de implementación, son en lo fundamental complementarias. Las principales son las siguientes: a) Acción cooperativa entre grupos de países que por su ubicación geográfica y grado de desarrollo enfrentan una problemática común, y que individualmente no están en condiciones de crear sistemas científicos adecuados. Ésta sería la acción a desarrollar por los países de América Central, y equivale a la formación de un aparato científico subregional integrado a todos los niveles. b) Esfuerzo de ayuda y cooperación, por parte de los países relativamente más desarrollados, para incrementar la capacidad científica de los países de la región incapaces de crear sistemas científicos propios suficientes para sus necesidades pero que, por su ubicación geográfica, no pueden formar sistemas subregionales con países en condiciones similares. Éste sería el caso de Bolivia, Paraguay y Ecuador. c) Cooperación en temas de interés regional y subregional que, al mismo tiempo que permita aunar esfuerzos en beneficio de una acción más efectiva, contribuya a reforzar la capacidad científica de los países comparativamente más débiles en recursos humanos y materiales. Ejemplos de este tipo de cooperación podrían ser el estudio de los problemas que crea la vida en las altas mesetas, realizados conjuntamente por Bolivia, Perú, Ecuador, Chile y Argentina; la investigación de los recursos marinos de la cuenca pacífica, realizada en forma cooperativa por los países costaneros, etcétera. d) Cooperación regional en ramas de la ciencia y la tecnología que exigen unidades de investigación demasiado costosas para ser solventadas aun por los países más ricos de la región. Estos programas de gran envergadura, que son La ciencia en la integración de América Latina 209 los que permitirían ingresar a América Latina en los dominios de la “gran ciencia”, requieren en general la creación de organismos multinacionales encargados de su planeamiento y dirección. Como ejemplo del tipo de proyecto a que nos estamos refiriendo, se pueden citar realizaciones europeas tales como euratom (Comunidad Europea de la Energía Atómica), esro (Organización Europea de Investigación Espacial), cern (Centro Europeo para la Investigación Nuclear), etcétera. Es evidente que las cuatro formas principales de cooperación que estamos definiendo, no constituyen sino partes de un esquema de integración global progresiva, y como tales no pueden definirse como etapas o estadios separados, sino como fases simultáneas y complementarias de un mismo proceso. El éxito dependerá, precisamente, de que en cada una de las acciones parciales se tenga siempre presente su significación en el esquema total. El modelo europeo de cooperación científica Aunque existe una larga tradición de intercambio y cooperación científica internacional, ésta se ha efectuado siempre principalmente en el plano individual y, sobre todo, en los dominios de la investigación básica. Los proyectos de cooperación internacional orgánicos y en gran escala, relacionados con las necesidades de desarrollo científico y tecnológico de los países participantes son muy recientes, y sus principales, y casi únicos ejemplos, son los programas llevados a cabo en el marco del Mercado Común Europeo. Debido a esta circunstancia, existe una natural tendencia entre los científicos y políticos de los países subdesarrollados a considerar la metodología de esos programas como el modelo a seguir en todos los proyectos de cooperación científica regional. No cabe duda, por supuesto, que la experiencia del mce puede tener una gran utilidad para una mayor comprensión de la compleja problemática de la integración 210 Ciencia y política en América Latina científica de América Latina, pero a condición de que sea analizada cuidadosamente y, sobre todo, teniendo en cuenta las profundas diferencias políticas, económicas, sociales y culturales que separan a los países de Europa occidental de los de América Latina. Si bien este tema requiere un tratamiento en profundidad que no cabe en el contenido y extensión de este trabajo conviene, dada su importancia, tratar de determinar, por lo menos en sus rasgos esenciales, en qué medida el esfuerzo de cooperación científica realizado en el marco del Mercado Común Europeo puede servir de guía a una estrategia de integración científica en nuestro continente. Para ello conviene primero puntualizar las principales condiciones de contorno a las que deben adecuarse ambos proyectos de cooperación. Veamos en primer término el caso europeo. Para comenzar, es necesario tener en cuenta que la creciente preocupación de los círculos dirigentes europeos por la capacidad tecnológica de sus países, no se refiere a una deficiencia en sentido absoluto, es decir, a una carencia que constituye un obstáculo esencial a su progreso económico y social, sino a un creciente retraso con respecto a la capacidad tecnológica de Estados Unidos, una de cuyas consecuencias es el progresivo dominio por parte de este país de los sectores más avanzados de la industria moderna, en especial electrónica, espacio y energía atómica. Como señala Gilpin:1 “El conjunto de los recursos científicos, técnicos y económicos de Europa occidental, si se incluye a Gran Bretaña, es casi igual al de los Estados Unidos. El problema de Europa para equilibrar el poderío americano no es, en consecuencia, tanto de magnitud de los recursos europeos como de su uso efectivo”. Esto se ve muy claramente en el caso de la industria. Los países del Mercado Común Europeo poseen una industria altamente desarrollada, y con una larga tradición de progreso tecnológico. En algunos sectores, como automóviles y aviación, por ejemplo, puede todavía competir en el terreno tecnológico con la industria norteamericana. Su creciente 1. Robert Gilpin, France in the age of the scientific state, Princeton University Press, Princeton, Nueva Jersey, 1968. La ciencia en la integración de América Latina 211 retraso con respecto a ésta en algunos sectores clave, parece deberse más a problemas de financiación, de gestión y de incapacidad de aprovechar el espacio económico del Mercado Común, debido a la falta de una legislación adecuada que impulse y facilite la formación de grandes empresas multinacionales, que a una inferioridad tecnológica fundamental. Esta situación relativamente privilegiada de los países de Europa occidental ha condicionado todos sus proyectos de cooperación científica y tecnológica. En primer lugar, las potencias mayores de la región no han abandonado la esperanza de competir individualmente con los Estados Unidos, por lo menos en el área europea, y como consecuencia su participación en programas internacionales de cooperación científica ha sido motivada principalmente por el deseo de complementar programas propios, en aquellos campos del conocimiento en los que los solos recursos nacionales resultaban obviamente insuficientes. El escaso éxito obtenido hasta ahora por la mayoría de esos programas de cooperación científica europea se ha debido principalmente, como lo han señalado recientemente, entre otros, S. Schreiber2 y R. Gilpin,3 a esa interferencia de los intereses nacionales con los de la Comunidad en su conjunto. Otra característica de los proyectos europeos de cooperación científica y tecnológica, es que la participación de cada una de las partes se determina en base a costos y conveniencia técnica, según el principio denominado de “justo retorno”, que supone que cada país participante debe recuperar, gracias a las órdenes y a las subvenciones de la institución internacional, sumas correspondientes al monto de su participación.4 Este principio del “justo retorno” revela claramente uno de los rasgos esenciales de los proyectos europeos de cooperación científica: se trata de sumar, en algunos sectores claves 2. J. J. Servan-Schreiber, El desafío americano, Empresa Editora Zig-Zag, Santiago de Chile, 1967. 3. R. Gilpin, op. cit. 4. J. J. Servan-Schreiber, op. cit., p. 132. 212 Ciencia y política en América Latina de la tecnologia, la capacidad científica actual de los miembros de la Comunidad, con el objeto de competir en el plano mundial; los países miembros se benefician del programa en función de su aporte, lo que significa que los países más adelantados no hacen ningún esfuerzo por elevar el nivel científico y tecnológico de los más atrasados, para que éstos participen plenamente de los beneficios del esfuerzo cooperativo. Como consecuencia, las desigualdades en capacidad científica y tecnológica entre los miembros de la Comunidad tienden a acentuarse en lugar de reducirse.5 Los caracteres en los proyectos de cooperación científica que hemos resumido tan brevemente –su carácter fragmentario, el predominio de los intereses nacionales sobre los de la Comunidad, la carencia de una verdadera política de cooperación técnica tendiente a elevar el nivel de los países más atrasados– encuentran su explicación en las circunstancias que los originaron. La mayoría de esos proyectos nacieron como consecuencia directa o indirecta de la necesidad de enfrentar el creciente predominio de los Estados Unidos en los sectores más avanzados de la industria, y no como respuesta a la necesidad de impulsar el progreso económico y social de los países de la Comunidad. Las dos sociedades implicadas en este proceso, la norteamericana y la de Europa occidental, pertenecen al grupo privilegiado de los países altamente industrializados y han alcanzado niveles de desarrollo comparables. La carrera tecnológica para decidir quién dominará en Europa el mercado de las computadoras, de los aviones supersónicos, de las telecomunicaciones espaciales, etc., no afecta el crecimiento continuo del nivel de vida de los pueblos de Europa occidental. En las palabras de J. J. Servan-Schreiber,6 refiriéndose al atraso tecnológico relativo de los países del mce: “Esto no quiere decir que empobrecemos. Con toda probabilidad, continuaremos enriqueciéndonos. Pero seremos, a la vez, sobrepujados y dominados, por primera vez, por una civilización más avanzada”. Este problema sólo interesa, por el momento, a las élites dirigentes de Europa occidental. 5. R. Gilpin, op. cit., p. 429. 6. J. J. Servan-Schreiber, op. cit., p. 41. La ciencia en la integración de América Latina 213 En América Latina no se ha realizado todavía ningún esfuerzo significativo de cooperación científica cuyos rasgos distintivos y resultados puedan ser analizados como en el caso de Europa. Con lo que hemos visto se pueden enunciar, sin embargo, los principales caracteres del medio latinoamericano que deben condicionar y guiar cualquier proyecto de cooperación científica regional. En primer término se debe tener en cuenta que la condición de América Latina de productora de materias primas y consumidora de productos manufacturados ha sido, y sigue siendo todavía en buena medida, una de las condiciones necesarias al progreso acelerado de los países industrializados. La penetración económica y tecnológica de las grandes potencias en América Latina se realiza entonces primariamente en función de las necesidades y conveniencias de esos países, y aunque inducen cierto progreso en algunos sectores de la economía, tienden esencialmente a mantener la estructura de dependencia que es una de las bases fundamentales de su atraso. Para los países de América Latina la creación de una capacidad científica y tecnológica propia es, por lo tanto, una de las condiciones indispensables para poder concebir y realizar su propio modelo de desarrollo. No se trata aquí, entonces, de impulsar la ciencia para competir por la vanguardia del mundo moderno, sino para poder aspirar a la posibilidad misma de ingresar a ese mundo. En América Latina no existe, además, una base de desarrollo científico y tecnológico que pueda siquiera compararse a la de los países del Mercado Común Europeo. El objetivo no puede ser entonces el de sumar la capacidad científica de los países del área para conseguir resultados a corto plazo en ciertos campos específicos de la tecnología, sino el de realizar un esfuerzo común para crear esa potencialidad científica hoy casi inexistente, por lo menos en relación con las necesidades de la región. Los planes de cooperación en campos restringidos de la tecnología, destinados a resolver problemas específicos de interés regional, deben ser realizados de manera tal que sirvan también a ese objetivo más general. El principio del “justo retorno” europeo, aplicable cuando se trata solamente de alcanzar ciertos resultados concretos con los medios ya existentes, en la 214 Ciencia y política en América Latina forma más económica posible, no es aquí aplicable. Varios de los países de América Latina no sólo carecen casi totalmente de capacidad científica, sino que no están en condiciones de desarrollarla por sí mismos, fundamentalmente por razones económicas y de población. Una de las tareas básicas de la integración deberá ser ayudar a elevar el nivel científico y tecnológico de esos países sin exigirles, por ahora, una contribución equivalente a la ayuda que reciban. Otro aspecto importante del problema es que en América Latina no existe, como ya hemos visto, una industria privada del volumen y la capacidad tecnológica de la de Europa occidental. Esto trae como consecuencia una diferencia básica entre el papel que el Estado deberá desempeñar en América Latina y el que le corresponde en Europa. En el Mercado Común Europeo la tarea del Estado, en lo que se refiere al progreso tecnológico, es esencialmente la de crear las condiciones generales –políticas, institucionales, jurídicas, etc.– que permitan a las grandes empresas industriales aprovechar en forma eficiente el nuevo espacio económico; colaborar en la financiación de proyectos que exigen grandes inversiones en investigación aplicada –como el proyecto Concord por ejemplo– y fomentar en las universidades e institutos científicos la investigación básica. En América Latina, como ya hemos señalado, la incapacidad de creación tecnológica de las empresas sólo puede ser corregida, por lo menos en el futuro próximo, por la acción del Estado. Es evidente entonces que la experiencia de cooperación científica europea, si bien puede ser de mucha utilidad en algunos campos especiales, no puede aplicarse directamente, sin un análisis crítico previo, a la realidad latinoamericana. Los mecanismos institucionales de cooperación científica En las páginas precedentes enumeramos los cuatro mecanismos de acción cooperativa que consideramos más importantes para impulsar el proceso de integración científica de la región. Dos de ellos –acción cooperativa entre grupos de países que por su ubicación La ciencia en la integración de América Latina 215 geográfica y grado de desarrollo enfrentan una problemática común, y cooperación regional en ramas de la ciencia y la tecnología que exigen unidades de investigación muy costosas– implican, por su misma naturaleza, la creación de mecanismos institucionales bien definidos. En efecto, el primero de ellos supone la creación de un sistema científico unificado, que actuaría en lo fundamental como una sola unidad. El principal problema de los países participantes será el de crear cuerpos comunes de planificación y conducción científica que, al mismo tiempo que tengan un alto grado de autonomía operativa, mantengan una estrecha conexión con los organismos de planificación económica y social, tanto nacionales como regionales. En el caso de la cooperación en los campos más avanzados de la id, la experiencia de los países del Mercado Común Europeo, especialmente en programas tales como cern y euratom, puede servir de base para los organismos multinacionales a crearse en la región, siempre que se tengan en cuenta los factores diferenciales que ya hemos señalado, para adaptarla a las características particulares de la región. Como en sus primeras etapas el objetivo de estos programas será principalmente el de elevar la capacidad de los países participantes en las áreas científicas escogidas, ya que por el momento no será posible competir con las grandes potencias en la producción de la mayoría de los bienes de capital que se basan en esas tecnologías, la tarea de cooperación se verá facilitada al no aparecer los elementos de competencia económica que tanto interfirieron en los programas conjuntos europeos. En una etapa más avanzada, el progreso de la integración económica regional permitirá aprovechar la capacidad tecnológica generada por esos programas, mediante la creación de complejos industriales multinacionales. Estas unidades de producción, organizadas probablemente como corporaciones públicas multinacionales, son las únicas que harían posible a la región competir con las grandes potencias industriales en las ramas más avanzadas de la tecnología. Las otras dos formas de acción que enunciamos –ayuda a los países comparativamente más retrasados de la región, y cooperación en temas de interés regional o subregional– no suponen mecanismos 216 Ciencia y política en América Latina únicos de implementación fáciles de definir, por lo menos en términos generales, como en los casos anteriores. Las formas concretas que puede adoptar la acción conjunta son tan variadas –ya que dependerán del tipo de problemas que encaren, de las necesidades y medios de los países participantes, de las formas institucionales que se adopten, etc.– que resulta prácticamente imposible intentar una enumeración exhaustiva. En consecuencia, nos limitaremos a indicar, a modo de ejemplos, algunas de las que consideramos más importantes: a) Centros de perfeccionamiento científico y tecnológico que deberán ubicarse en los países que hubieran alcanzado un mayor grado de adelanto en los campos respectivos, pero en los cuales pudieran participar, en igualdad de condiciones, investigadores de toda la región. Estos centros deberían depender de instituciones de enseñanza superior ya existentes, y su tarea fundamental sería el entrenamiento en el nivel de posgrado. b) Centros de investigación referidos a problemas específicos de la región que interesen a varios países. Ya hemos indicado algunos temas que son muy importantes para América Latina, pero que prácticamente no se estudian en los países adelantados, como los originados por la altitud, el clima tropical, etc. Estos centros tendrían esencialmente dos objetivos: 1) Realizar investigación básica y aplicada, tendiente a resolver los problemas que plantean las condiciones particulares del medio ambiente de la región. 2) Entrenar personal que pueda encarar esos problemas en sus respectivos países, y ayudar eventualmente a la constitución de centros nacionales de investigación de esos temas. Dada la amplitud de la mayoría de los problemas que se estudiarían en esos centros, es evidente que requerirán una amplia gama de investigación en distintas disciplinas. Esto no implica que esos centros deban abarcarlas necesariamente La ciencia en la integración de América Latina 217 todas. En muchos casos, parte de la investigación se realizará mediante convenios especiales en otras instituciones científicas de la región. Un caso muy ilustrativo es el de los problemas sanitarios derivados de las condiciones ambientales: éstos pueden perfectamente ser estudiados en las instituciones de investigación médica que actúan en la región. Un criterio básico debe ser no duplicar innecesariamente facilidades existentes, sino aprovecharlas, coordinando su acción en ciertos campos mediante convenios de cooperación. c) Proyectos de investigación científica y tecnológica relacionados con planes multinacionales de desarrollo, como planes subregionales de desarrollo, planes subregionales de integración, planificación de cuencas fluviales, etc. Estos proyectos de investigación conjunta tendrán como meta resolver problemas tecnológicos específicos conectados con esos objetivos supranacionales. En la mayoría de los casos no será necesario crear institutos especiales de investigación, y las distintas fases del proyecto estarían a cargo de centros ya existentes en los países participantes. Un método de implementación que podría ser muy eficaz en este caso, lo mismo que en el anterior, es el de las “acciones concertadas”, al cual ya nos hemos referido al tratar las políticas nacionales. Una consideración muy importante a tener en cuenta en estos casos, es que la adjudicación de tareas no debe estar influida por el deseo de obtener una distribución equitatativa entre los distintos países, sino que debe hacerse exclusivamente sobre la base de la selección de los organismos más competentes del área para cada uno de los temas. Los países relativamente más atrasados participarán en el proyecto mediante el envío de técnicos a los centros encargados del mismo, lo que les permitirá ir formando personal capacitado para integrar sus propios institutos de investigación. d) Corporaciones públicas multinacionales. Cuando nos referimos a las políticas científicas nacionales, señalamos la importancia que las empresas estatales de América Latina pueden 218 Ciencia y política en América Latina tener en la promoción de la creatividad científica y tecnológica en sectores claves de la economía. En el plano internacional, estas empresas pueden ser también fundamentales en la creación de núcleos activos de integración tecnológica, en sectores tan importantes como comunicaciones, transportes, energía, petróleo y petroquímica, siderurgia, etc. La importancia de este enfoque radica en que en América Latina, por lo menos en el futuro inmediato, los sectores públicos son los que se encuentran en mejores condiciones para constituir empresas multinacionales de magnitud comparable a las de los países más industrializados. Esto se debe a que las empresas estatales son las de mayor poderío económico del continente, y a que las dificultades para la integración son menores que en la industria privada. En efecto, no debe olvidarse que el Estado tiene una capacidad para imponerse sobre estrechos intereses locales y sectoriales, del que carece por lo general en nuestro medio la actividad privada. La constitución de estas unidades multinacionales de producción exigirá, de parte de los países de la región, un cuidadoso estudio de los instrumentos jurídicos e institucionales necesarios.7 e) Centro regional de previsión tecnológica. La previsión tecnológica, referida a las grandes opciones estratégicas que plantea el desarrollo, requiere el concurso de los científicos y tecnólogos de más alto nivel de América Latina. La creación de un centro regional de previsión tecnológica serviría para enfrentar los problemas de previsión tecnológica a largo plazo que interesan a todos los países del área, y para estudiar y perfeccionar metodologías que puedan ser luego aplicadas por los centros nacionales. 7. Sobre este tema ver trabajo de Marcos Kaplan Corporaciones públicas multinacionales: posible contribución al desarrollo y a la integración de América Latina, Naciones Unidas, Consejo Económico y Social, 1970. La ciencia en la integración de América Latina 219 Conclusión En las breves páginas de este trabajo creemos haber mostrado que América Latina tiene todos los recursos potenciales necesarios para crear una capacidad científica y tecnológica comparable a la de las naciones más adelantadas del mundo. Para transformar esa capacidad potencial en realidad deberá realizar un esfuerzo gigantesco, no tanto por su dimensión material, como por el hecho de que implicará la destrucción de las estructuras del atraso en las que se asientan los privilegios de las clases tradicionales dominantes. Para muchos latinoamericanos, la posibilidad de realizar una tarea de transformación de esa magnitud no es más que una utopía. Olvidan que todos los grandes cambios históricos fueron impulsados por ideales “utópicos”, en el sentido de que fueron juzgados irrealizables por los hombres “prácticos” de su tiempo. El atraso, con su secuela de ignorancia, opresión y hambre, no es ya una fatalidad histórica determinada por condiciones ambientales inmodificables. En un mundo que lo puede modificar prácticamente todo, con sólo utilizar los conocimientos generados por la revolución intelectual más profunda de la historia, el atraso reside más en la mente de los hombres que en las condiciones externas.

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