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La Ciencia Política En América Latina

chikozombie14 de Agosto de 2014

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Introducción

Flavia Freidenberg

Instituto de Iberoamérica, Universidad de Salamanca, España

1. EL DIFÍCIL CAMINO DE LA CIENCIA POLÍTICA EN AMÉRICA LATINA

En América Latina, el desarrollo de la enseñanza y la investigación en Ciencia

Política ha estado condicionado por diversos factores políticos, institucionales

y/o académicos. Dado que durante gran parte del siglo xx, varios de los países

de la región vivieron bajo sistemas no democráticos y/o momentos de

inestabilidad política, la Ciencia Política tuvo dificultades para

institucionalizarse como una disciplina autónoma.1 Cada país se enfrentó a

procesos diferentes entre sí lo que, al querer conocer a la disciplina en la

región, resulte muy difícil establecer un único relato. La historia de la Ciencia

Política, por tanto, tuvo caminos diversos con resultados dispares en cada país.

No existe por tanto una única manera de contar esa historia ni tampoco un

único factor que explique para todos las casos las diferencias existentes en el

desarrollo institucional de la Ciencia Política. Si bien surgió débilmente en

Venezuela, Argentina, Uruguay y Chile, de la mano del Derecho o la

Sociología, a inicios del siglo xx, la disciplina recién comenzó a dar sus

primeros pasos una vez reinstaurada la democracia en Honduras, Guatemala,

Panamá o Bolivia y aún continúa siendo un área de trabajo incipiente.

Su florecimiento a partir de la década de 1960 en países como Argentina,

Uruguay o Chile se vio rápidamente truncado por los gobiernos militares;

mientras que en Brasil los gobiernos militares apostaron por el desarrollo de

instituciones científicas. Países como Venezuela o México consiguieron

sobresalir a mediados de la década de 1970, en medio de un contexto bastante

complicado por las interrupciones democráticas, debido a que muchos

intelectuales se exiliaron en sus tierras y se integraron a las academias

nacionales. Entre tanto, otros intelectuales que no pudieron o quisieron irse de

Uruguay, Argentina, Paraguay o Chile desaparecieron en manos de los

gobiernos autoritarios y algunos pocos sobrevivieron desde las «catacumbas».2

1 La débil presencia de una Ciencia Política autónoma de otras disciplinas, como el Derecho, la

Historia, la Filosofía o la Sociología, se debió entre otras razones a: «a) la tardía asimilación de

las técnicas y métodos de investigación políticas; b) al peso de las herencias intelectuales del

pasado (Barrientos del Monte, 2012: 29) y c) las barreras que los regímenes políticos le

imponía a la comunidad académica.

2 Expresión empleada por el epistemólogo argentino, Gregorio Klimovsky, para destacar el

modo en que algunos cientistas sociales y espacios institucionales consiguieron sobrevivir a los

embates de los gobiernos militares en países como Argentina. Algunos ejemplos en este

El pensamiento plural que supone el conocimiento científico tuvo por tanto un

enemigo crónico en la región: los dictadores, sus seguidores y aquellos que les

tenían tanto miedo que eran incapaces de alzarse en defensa de la ciencia. Sin

pluralismo, libertad de expresión, compromiso hacia el valor de la ciencia por

parte de la ciudadanía y las élites políticas y tolerancia a la crítica, la Ciencia

Política tuvo dificultades para establecerse y fue dando pasos erráticos durante

varias décadas. De este modo, su desarrollo ha estado condicionado por la

inestabilidad política y el escaso interés público y privado hacia su

institucionalización, puesto de manifiesto en la ausencia de una clara política

científica por parte de la mayoría de los gobiernos democráticos y autoritarios.3

Una vez reinstaurada la democracia, la Ciencia Política como disciplina mejoró

con creces, tanto a nivel cualitativo como cuantitativo en muchos países de

América Latina (Barrientos del Monte, 2012; Altman en este libro; Pérez Baralt,

en este libro; Bulcourf y Cardozo, en este libro). Los procesos de

democratización generaron interés en los ciudadanos y en los académicos de

Europa y Estados Unidos por comprender lo que se estaba viviendo en la

región y favoreció el crecimiento de los espacios institucionales y el desarrollo

de una comunidad académica vinculada a la Ciencia Política y, especialmente,

a la política comparada.

Si bien el escenario se presenta bastante heterogéneo, en las últimas décadas

se han creado un buen número de departamentos y facultades de la disciplina;

ha crecido el número de profesores y estudiantes preocupados por conocer de

manera más profunda a los sistemas políticos, sin depender en su abordaje de

otras disciplinas, y ha mejorado la calidad y el nivel de profesionalización de las

publicaciones periódicas especializadas, algunas de ellas incluidas en los

principales índices de impacto internacional como ISI-Web of Knowledge o

SCOPUS.

Un número cada vez más importante de investigadores han realizado

posgrados (masters y/o doctorados), en universidades de Europa y Estados

Unidos, para luego regresar a trabajar en sus países, en centros de

investigación de la región o quedarse en la «diáspora» (Malamud y

Freidenberg, en este libro). También se ha incrementado el número de libros,

artículos y bases de datos dedicados al conocimiento de los sistemas políticos

nacionales y subnacionales; se ha apostado por la realización de cursos

especializados en métodos; se han creado sistemas de clasificación y

sentido fueron la carrera de Ciencia Política en El Salvador, el doctorado de la Universidad de

Belgrano e instituciones como el Centro de Estudios del Estado y la Sociedad (CEDES).

3 En Argentina, Chile, Brasil o Uruguay, los Golpes de Estado provocaron que los académicos

emigraran a otros países como México, Venezuela, Estados Unidos o España, mientras

quienes se quedaron en el país vieron truncada su carrera académica o incluso fueron

torturados o desaparecidos por los gobiernos militares. El Golpe de Estado de marzo de 1976

en Argentina supuso además el cierre de las carreras de Ciencia Política y la persecución de la

embrionaria academia, bajo la sospecha de la subversión (Bulcourf y D’Alessandro, 2003: 158).

A diferencia de ello, en países como Brasil o México, los gobiernos militares fueron también

impulsores de cierto desarrollo científico y tecnológico. Por ejemplo, el gobierno militar

brasileño posibilitó «la ampliación de una red de instituciones ligadas a la ciencia y la

tecnología» (Barrientos del Monte, 2012: 25).

búsqueda de información y bases de datos originales y han proliferado las

asociaciones de politólogos nacionales y regionales, siendo espacios muy

activos en la generación de redes de investigación y docencia a nivel nacional

e internacional.

También ha mejorado la visibilidad social de la profesión y se ha clarificado

mejor el modo en que la disciplina puede transferir conocimientos a otros

ámbitos de la vida social, entre ellas, la propia actividad política (Bulcourf y

Cardozo, en este libro). En algunas academias nacionales incluso, aunque de

manera incipiente, se ha generado un cierto mercado profesional que favorece

la inserción profesional de los graduados y muchos han conseguido insertarse

en su condición de politólogos como activistas en los partidos, como asesores

legislativos o como hacedores de políticas públicas.

Sin embargo, aún hay importantes desigualdades en términos de recursos,

incentivos y visibilidad social de la profesión en los países de América Latina.

Es más, la disciplina continúa siendo fragmentada conceptual y

metodológicamente incluso en América Latina (D’Alessandro, 2013: 94). Hay

casos como el de Venezuela donde se ha experimentado incluso un proceso

de desinstitucionalización. Si bien fue uno de los espacios más activos de la

región, sus niveles su institucionalización han mermado en relación a décadas

anteriores (Álvarez y Dahdah, 2005). Al mismo tiempo, en otros países, lo que

se enseña como Ciencia Política continúa siendo un conocimiento más

dependiente de otras áreas disciplinares como el Derecho o la Sociología. Son

espacios donde aún no hay una comunidad politológica autónoma consolidada

como ocurre en República Dominicana, Honduras, Panamá o Paraguay.

Una serie de desafíos claves condicionan la institucionalización de la Ciencia

Política en América Latina. Estos desafíos tienen que ver con su desarrollo

heterogéneo, lo que dificulta el conocimiento comparado entre los procesos

políticos que viven los países de la región, generándose islas sin muchos

puentes de comunicación entre unos y otros, con paradigmas y resultados muy

divergentes entre sí. Otro desafío es la escasa autonomía que viven muchos

departamentos universitarios respecto a otras disciplinas como el Derecho, la

Filosofía, o la Sociología. Aún hoy hay carreras de Ciencia Política que tienen

más asignaturas de Derecho,

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