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La mujer y el trabajo.

PiaC2016Documentos de Investigación30 de Mayo de 2016

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EL TRABAJO

                                                                                                   

                                                                                                 


Índice

  • Conceptos sobre la relación género, trabajo y empleo (página 3)
  • La Mujer y el Trabajo (página 5)
  • Trabajo Sexual (página 9)
  • Discriminación en el trabajo (página 13)
  • Nuevas formas de esclavitud (página 15)

La mujer y el Trabajo

¿Cómo se da la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo? 
Que las mujeres estén asumiendo roles claves tanto en el proceso de desarrollo económico como en la manutención de sus propios hogares. Que las mujeres presenten un mayor nivel de instrucción y de escolaridad que el alcanzado por los varones.

No obstante, a pesar de que el aumento de la participación femenina en el mercado laboral, ha ido acompañado de un incremento en su nivel de escolaridad, la inserción en el mercado de trabajo no se produce en un marco de igualdad de condiciones con los varones, ya que las mujeres se insertan con ciertas desventajas que dificultan su acceso y permanencia.

Debido a pautas culturales que asignan roles femenino y masculino en la sociedad, las mujeres que trabajan o desean trabajar viven una situación de doble responsabilidad -hogar/trabajo- que les provoca una serie de conflictos, para su desarrollo personal y profesional. Persiste el mito de que a los hijos nadie los puede educar como una mujer, o que la cocina es ámbito femenino. Esto provoca el fenómeno de la doble jornada, es decir, la mujer trabaja fuera de casa y además tiene a su cargo el cuidado de los hijos y las tareas del hogar.

Un típico varón llega a su casa con la expectativa de que la comida esté preparada, la ropa limpia, los hijos atendidos y las múltiples tareas del hogar realizadas. Muy pocos toman conciencia que si ambos trabajan, lo justo es compartir tareas. Esto provoca estrés en las mujeres, ya que se les exige eficacia tanto en el mundo laboral como en sus funciones domésticas.

Persiste además la paradoja de entender que el cuidado de niños y el mantenimiento de hogares estables es de primera importancia, no obstante, se considera el trabajo doméstico como "no productivo", por eso, normalmente no es rentado ni tampoco figura en las estadísticas de ingresos.

Por otro lado, desde la demanda, los empleadores despliegan una serie de prejuicios con relación al trabajo femenino, que obstaculizan el acceso de las mujeres a los empleos. Esta actitud se sustenta en el supuesto impacto que sobre los costos laborales tiene la función biológica de la maternidad y el hacerse cargo de las responsabilidades familiares.

Esta situación de desventaja de la mujer frente al varón se constata analizando algunas características del mercado de trabajo femenino:

Un mercado laboral muy segmentado horizontalmente,  la concentración de las mujeres en un conjunto reducido de ocupaciones que se definen como típicamente femeninas en términos culturales. Las mujeres trabajan, fundamentalmente como maestras y profesoras, enfermeras, secretarias, dactilógrafas, empleadas de oficina y vendedoras de comercio, peluqueras y afines.

Al mismo tiempo se observa un mercado laboral muy segmentado verticalmente. Concentración de las mujeres en los puestos de menor jerarquía de cada ocupación, lo cual implica puestos de trabajo peor remunerados y más inestables. Esta situación se manifiesta sobre todo en el sector privado. Brecha salarial entre varones y mujeres. El ingreso percibido por las mujeres durante su vida activa, es inferior al de los hombres. Esto se explica porque las mujeres están concentradas en los grupos de ingresos bajos y medios mientras que los varones se concentran principalmente en los grupos de ingresos medios y altos.

En base a lo expuesto anteriormente, se puede decir que los problemas que enfrentan las mujeres en cuanto al mercado laboral están cada vez menos referidos a la educación formal; responden a la segmentación sexual del trabajo, a la falta de capacitación profesional acorde con los nuevos paradigmas de producción; y a la permanencia de patrones culturales que siguen considerando el trabajo femenino como complementario del masculino.

Trabajo Sexual

                                                  INTRODUCCION

 El trabajo sexual es el intercambio de servicios sexuales, a cambio de un pago para beneficio propio. Es una actividad laboral y está completamente separada, de aquellas actividades ilícitas como la trata de personas, la explotación sexual de menores de edad y la de mayores de edad ejercidas por proxenetas.

Este empleo, al ser ilegal en la mayoría de los países, las trabajadoras o trabajadores sexuales, son estigmatizados. Esto lleva a que estos trabajadores se encuentren en riesgo por distintas razones: trabajan solas, en zonas aisladas sin protección policial, y están expuestas a un gran riesgo de explotación y maltrato.

Esta actividad no es universalmente aceptada ya que muchas personas, incluyendo algunos profesionales del sexo, no reconocen su participación en el comercio sexual como un trabajo o ni siquiera como una actividad económica legitima. Por otro lado están las personas que consideran la prostitución como una forma de esclavitud sexual o una violación de los derechos de las personas involucradas.

                                    TRABAJO SEXUAL EN LAS MUJERES

Si a finales del siglo XIX, la mujer prostituta era la versión femenina de la delincuencia, a mediados de los ochenta la prostitución femenina estaba asociada en el imaginario social a la drogodependencia o a biografías cargadas de violencia.  En la actualidad, son las mujeres migrantes, especialmente las que trabajan en las calles, el principal objetivo de la maquinaria discursiva que legitima la violencia institucional. Cambian los discursos, pero no la intención: deslegitimar a las mujeres en prostitución como sujetos políticos con derechos demandables en igualdad de condiciones.

A través de las presiones socio-culturales que se ejercen sobre las mujeres, desde empujar a las mujeres “correctas” a limitar “voluntariamente” sus opciones a aquello que se espera de las buenas hijas, esposas, madres y amas de casa, hasta la desvalorización que se ejerce sobre las que se apartan de los modelos impuestos (lesbianas, madres solteras, prostitutas, etc.), se busca controlar a las mujeres no estigmatizadas y disuadirlas de infringir los modelos vigentes. La correlación inversa que se da entre logro económico y prestigio social, que se puede ver en las tareas tradicionales femeninas, llega a su mayor expresión en el caso del trabajo sexual, ya que las ventajas de sus ingresos se anulan socialmente con un incremento, a la violencia simbólica de negarle a su actividad, la condición y dignidad de trabajo. De esta forma, se sitúa este empleo en el mismo campo de denigración que la sociedad reserva para los delincuentes y personas afectadas por las drogas.

La prostitución constituye una actividad refugio con la que se ganan la vida en cada país miles de mujeres con cargas familiares o necesidades económicas urgentes. Ante la pobreza de ofertas atractivas del mercado laboral femenino, el trabajo sexual es visto como una forma dura de ganar dinero pero algo más rentable que las otras opciones que están al alcance de las mujeres pobres y/o con poca formación profesional.

Otro caso que ocurre constantemente es el de las mujeres que migran a otros países, que se encuentran en el país destino en forma ilegal con lo que se facilita su explotación por parte de empresarios inescrupulosos y se las deja indefensas ante mafias y traficantes. Al no tener ningún tipo de reconocimiento legal de su actividad, no recibe una atención como posibles ciudadanas sino como víctimas o cómplices de delitos, esto permite que se ejerza sobre ellas violencia institucional: acoso policial, trato arbitrario, detenciones y deportaciones.

Cuando las profesionales del sexo solicitan asistencia en centros médicos pueden ser víctimas de más abuso, por ejemplo cunado los médicos no están debidamente capacitados pueden ejercerle un tratamiento prejuiciado o abusivo. Los servicios de salud, también pueden negarles el tratamiento, y amenazarlas con denunciarlas a las autoridades. La violencia contra las trabajadoras sexuales es uno de los factores que aumenta la epidemia de VIH en muchos países, porque la violencia contra las mujeres y las niñas está vinculada con su imposibilidad de insistir para usar condones, y en consecuencia su imposibilidad de protegerse, y proteger a sus clientes.

                       Trabajo Sexual en América Latina y el Caribe.

En Argentina, la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (AMMAR), nació como respuesta al constante asedio y violencia de la Policía a las trabajadoras sexuales. Esta organización esta contantemente buscando que se reconozcan los derechos de las trabajadoras sexuales. 

Buscan la aprobación de una ley que regule este trabajo y otorgue a las profesionales del sexo derechos como a cualquier miembro de la clase trabajadora. Además, buscan que medios de comunicación  y políticos reflexionen al respecto ya que el trabajo sexual no es ilegal pero tampoco cuentan con un marco normativo que les garantice sus derechos.

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