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Menores Infractores Causas


Enviado por   •  19 de Febrero de 2014  •  2.211 Palabras (9 Páginas)  •  367 Visitas

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MENORES INFRACTORES: Dimensiones y alternativas

JAIME ERNESTO VARGAS MENDOZA

JORGE EVERARDO AGUILAR MORALES

ASOCIACIÓN OAXAQUEÑA DE PSICOLOGÍA

Introducción

I - El Problema

II - Las Causas

III – La Prevención

IV - El Tratamiento Institucional

V - El Tratamiento Comunitario

VI - La Evaluación

VII – Conclusión

Bibliografía

El comportamiento problemático de los adolescentes es motivo de preocupación para las instituciones dedicadas a la educación, a la salud mental y a la impartición de justicia, en cualquier país. En cada una de estas instancias se han desarrollado estrategias de intervención diseñadas con el propósito de reducir tales comportamientos o al menos para promover conductas alternativas adecuadas.

Las filosofías, ideologías y estrategias varían ampliamente y es un enfoque científico el que puede contribuir para evaluar qué intervenciones resultan de ayuda, cuáles son benignas y cuáles otras tienen efectos negativos para los jóvenes (Dishion, McCord y Poulin, 1999).

EL PROBLEMA.

La delincuencia juvenil es un problema con diferentes facetas. Se trata de un problema social, en cuanto que representa un fracaso de la sociedad en la educación de sus nuevos miembros, además de constituir un riesgo que atenta contra el estado de derecho, el respeto de las instituciones, las reglas para la convivencia pacífica y la seguridad de los ciudadanos. Es un problema económico, cuando los comportamientos delictivos atentan contra el patrimonio y la propiedad privada o cuando promueven una economía basada en negocios ilícitos como el narcotráfico, el secuestro, el robo de autopartes, la piratería, el fraude y el chantaje.

Es también un problema político que se constituye en un reto para las autoridades, quienes tienen que desarrollar estrategias para prevenirlo y para tratarlo. Deben presupuestar los gastos de estos esfuerzos, capacitar personal y mantener instituciones judiciales y de custodia.

Se trata de un problema científico, cuando se aborda la necesidad de explicar las causas de estos actos, de diseñar y poner en operación medidas preventivas y correctivas, así como de evaluar los resultados de dichas intervenciones.

El panorama longitudinal muestra un crecimiento continuo de estos problemas de comportamiento. Las primeras estadísticas, en los Estados Unidos, las vemos en los reportes como el de Wirt y Briggs (1965), quien citando fuentes del FBI nos dice que en los años 50’s se triplica la delincuencia juvenil, de cerca de 300,000 a millones de detenciones al año (Ullman y Krasner, 1969). En los años 60’s la proporción de crímenes cometidos aumentó un 80%, mientras que la población solo se incrementó en un 11% (Davison y Neale, 1983). Siendo esta tendencia una característica hasta nuestros días.

Los comportamientos delictivos mas frecuentes en los jóvenes se relacionan con el estupro y otras ofensas sexuales, el robo y los asaltos, así como infracciones vinculadas con la posesión, el consumo y el tráfico de drogas. Es mas frecuente observar estos comportamientos en varones de clase media-baja, con baja escolaridad. Normalmente provienen de hogares desintegrados o donde uno o ambos padres manifiestan también conductas antisociales. Muchas veces provienen de barrios característicos, donde proliferan las pandillas.

LAS CAUSAS.

Se han planteado causas hereditarias para la conducta sociopática, estudios como los de Lange (1929) y Krans (1936) compararon los niveles de concordancia en la criminalidad entre gemelos idénticos y fraternos, demostrando que la correlación era mucho mas alta entre los primeros, respaldando así la teoría de que pueden intervenir factores genéticos. Sin embargo, también es posible que estos gemelos recibieran durante su infancia un trato similar, que mas bien nos llevaría a ponderar la importancia de los factores ambientales.

También se ha divulgado el hecho de que en varones que cometieron crímenes particularmente violentos se haya encontrado un cromosoma masculino adicional (XYY) que, sin duda, es una aberración genética. Pero Rosenthal (1970) notó que del gran numero de criminales y delincuentes examinados hasta la fecha, solo cerca del 1.5% presentaron esta característica.

Otros enfoques examinan los patrones de actividad de las ondas cerebrales. Ellingson (1954) revisó los primeros estudios e informó en trece de catorce de estos reportes que, después de examinar aproximadamente 1500 sujetos, encontró que del 31 al 58% manifestaron algún tipo de anormalidad electroencefalográfica (EEG). El tipo mas frecuente de anormalidad fue una actividad caracterizada por ondas lentas, generalmente difundidas por todo el cerebro. Sin embargo, según Hill (1952), hay pruebas de que en los individuos muy impulsivos y agresivos, las anormalidades del EEG se hallan en los lóbulos temporales de los hemisferios cerebrales. Se trata de los llamados picos positivos, explosiones de actividad con frecuencias de 6 a 8 ciclos por segundo (cps) y de 14 a 16 cps. Es muy posible que estas anormalidades del EEG reflejen algún tipo de disfunción de los mecanismos temporales y límbicos subyacentes que intervienen en los procesos sensoriales y mnémicos y en la regulación que el sistema nervioso lleva a cabo sobre la conducta emocional y motivacional, que se traduzcan en una disfunción que haga que a estas personas les sea difícil aprender a evitar una conducta que pueda acarrear un castigo.

Así, Cleckley (1964) afirma que un criterio para la definición del síndrome sociopático es la incapacidad de los sociópatas para aprender en base a la experiencia. En lo particular, no parecen sentir la necesidad de evitar las consecuencias de su conducta antisocial . En esa línea de pensamiento, Likken (1957) dedujo que el sociópata podía tener pocas inhibiciones para cometer actos antisociales debido a que era poco ansioso. Aplicó diversas pruebas a fin de determinar si los sociópatas realmente tenían niveles bajos de ansiedad. Una de estas pruebas implicó el aprendizaje de evitación. Los datos de la investigación de Schachter y Latané (1964) añadieron apoyo a esta interpretación.

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