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En las últimas décadas, pocos temas han logrado adquirir tanta importancia en el debate político y público, como el cambio climático, que se ha convertido en el mayor desafío que debe enfrentar la humanidad. Al referirnos al cambio climático, estamos hablando de “un cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera mundial y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante períodos de tiempo comparables” (BCN, 2017, p. 2) . Este fenómeno de alcance global ha logrado gracias a diferentes actores, tales como activistas, científicos, líderes mundiales y medios de comunicación, dar cuenta de que el clima del mundo está increíblemente interconectado y en un punto de quiebre.

En cuanto a Chile , podemos señalar que es un país altamente vulnerable al cambio climático cumpliendo según MMA (2017) con la mayoría de los nueve criterios de vulnerabilidad enunciadas por la CMNUCC ,entre los que se destacan, áreas costeras de baja altura; zonas áridas y semiáridas; áreas propensas a sequía y desertificación y zonas urbanas con problemas de contaminación atmosférica. Esta vulnerabilidad conlleva una caída en el nivel de las precipitaciones, un aumento en las temperaturas, olas de calor, aumento de las sequías, del nivel del mar, aumento de los eventos extremos tales como heladas o incendios forestales, pérdida de biodiversidad vegetal y animal y otra serie de hechos que tendrán impactos directos e indirectos en los sectores productivos, en el medio ambiente y en la sociedad.

Uno de los primeros efectos que se ha abordado es lo que sucede con la caída en el nivel de precipitaciones. Es una realidad que Chile por su configuración geográfica evidencia un aumento gradual de las precipitaciones de norte a sur. No obstante, a causa del cambio climático, Terram (2019) sostiene que el país evidenciará una disminución en las precipitaciones que se acentuará a lo largo del territorio, a excepción del área altiplánica y del extremo sur (Patagonia), donde se esperan aumentos. Por su parte, MMA (2017) ejemplifica que en la zona centro-sur del país, se ha observado una disminución estadísticamente significativa de las precipitaciones, mientras que en la zona semiárida se ha caracterizado por sucesiones de años lluviosos y sequías multianuales. Asimismo, MMA (2018) en el cuarto reporte del estado del medio ambiente, señala que la zona sur presenta una tendencia significativa a la baja, con los últimos once años (2007-2017) permanentemente bajo lo normal, mientras que la zona insular y austral lo evidencian, pero en menor medida, situación que se puede apreciar en el gráfico 1.

En segundo lugar, cambios en la temperatura observados mediante registros históricos permiten evidenciar aumentos de las temperaturas en el valle central y la cordillera, en tanto que las estaciones costeras indican un leve enfriamiento,

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