Politica uy sociedad
Daniela JiménezDocumentos de Investigación23 de Noviembre de 2021
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Sociedad
Por Daniela Jiménez est, de Trabajo social
Salud mental: un camino largo en busca de derechos ley 26657.
Claramente hubo un antes y un después de la sanción de la ley, con defectos y virtudes busca garantizar los derechos de las personas con padecimiento mental.
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Fachada principal del hospital borda
“En el marco de la presente ley se reconoce a la salud mental como un proceso determinado por componentes históricos, socio-económicos, culturales, biológicos y psicológicos, cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social vinculada a la concreción de los derechos humanos y sociales de toda persona” ART 3
La ley 26657 sancionada en 2010 y reglamentada en 2012 busca subsanar los errores del pasado, aun así, desde su sanción no paro de recibir críticas y aplausos. Este articulo va tratar de exponer atreves de su historia un tema controversial en el ámbito de la salud metal que incluye directamente a el estado y su funcionamiento a tal fin vamos a abordar los siguientes aspectos su evolución en el tiempo hasta la actualidad, la participación de actores sociales y el rol del estado ante esta problemática.
Entre el pasado y lo que se dice
En principio, para pensar en el presente debemos mirar un poco para atrás, es una forma de analizar y no olvidar como nos llegan las cosas. En este caso la ley de salud mental con todo su extenso proceso histórico, social y político. En primer lugar, nos remontamos al tiempo de la creación del Estado Nacional que venía con un modelo liberal herramienta de una elite dominante gestada por la apropiación violenta de tierras, donde a las personas con padecimiento mental se las trataba de “Alienados” considerados peligrosos para la sociedad , en ella quien no estaba “habilitado” para la competencia y el trabajo el estado preveía formas de asistencia a favor del ordenamiento social que se proponía brindar ayuda sin generar derecho, “Política pública meramente asistencialista "de acuerdo con lo afirmado por Norberto García. Bajo estas ideas se crean instituciones propias de los estados liberales: asilos, orfelinatos, hospitales y, entre ello, los primeros hospitales psiquiátricos. Apenas establecido el Estado, se inauguraron como tales los actuales Hospitales Borda y Moyano, y a principios del siglo XX las primeras colonias psiquiátricas. Por otro lado, este ideario no está lejos de la actualidad, en un comunicado la AMM (asociación de médicos municipales de la ciudad) sostiene “todo esto hace que estos pacientes queden abandonados en las calles a su propia suerte, poniendo en peligro a toda la comunidad” en contrariedad de la ley 26657.
“A las personas con padecimiento mental
se las trataba de “Alienados”
considerados peligrosos para la sociedad”
Para ese entonces se habían creado las mutuales producto de los trabajadores que comenzaban a sindicalizarse, muchos de ellos con ideas socialistas o anarquistas traídas por la migración, estas colectividades migratorias organizaron prestaciones de salud que quedaron como parte del sistema del país, también, se había creado la Liga Argentina de Higiene (1929) quien formulo las primeras críticas a los manicomios, especialmente a su hacinamiento y maltrato, asociado al modelo medico hegemónico que se caracterizaba por identificarse como la única forma de atender la enfermedad, legitimada tanto por criterios científicos como por el estado.
Posterior a la crisis capitalista de los 30 en Argentina surgió el peronismo, cuya base social fueron los sectores populares propio del estado benefactor. Por un lado, introdujo una nueva lógica de políticas sociales basada en la idea de derechos y “dignificación”, refundo el sistema de salud, creo la secretaria de salud y el primer Ministerio de Salud del país, cargo del doctor Ramon Carrillo quien propuso designar como “enfermos mentales” a quienes hasta ese entonces eran llamados “alienados”. Por otro lado comenzaba un proceso de transformación del orden manicomial en diferentes países como Europa y EE. UU, dando cuenta de nuevas experiencias institucionales como las Comunidades Terapéuticas, los Hospitales de Día y el trabajo preventivo con la comunidad. Para ello se utilizaban los instrumentos que proporcionaban el psicoanálisis, la psicología institucional y la psiquiatría social es aquí donde aparece el concepto de “campo de la salud mental” pretendiendo superar el manicomio como forma de asistencia.
“ doctor Ramon carrillo quien propuso
designar como “enfermos mentales” a
quienes hasta ese entonces eran llamados “alienados”
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frase que desplegó alrededor del obelisco argentino el gobierno de Isabel Perón en el año 1974. Debido a la agitación política y social el mismo fue interpretado por buena parte de la sociedad como un mensaje de la Triple A para silenciar las voces disidentes.
Si revisamos la historia, el proceso que posibilita pensar una ley con enfoque de derechos, sin duda nos vamos a encontrar, con actores que intervienen ante sus propios beneficios. Como fue en su momento la última dictadura cívico-militar. En primer lugar, instaurando el terror de estado ensañándose con todo el que proponía ideas alternativas propio del neoliberalismo, como refiere Aritz Recalde “dicho modelo implica un uso considerable de la violencia estatal sobre los opositores al modelo "en el apartado sobro el rol del estado. Puesto que la innovación en el campo de la salud mental no provino del Estado sino de las fuerzas irradiadas a la vida social por la resistencia y movilización. En segundo lugar, se produjo un desfinanciamiento y descentralización de los servicios de salud en general, virando hacia una lógica de mercado, en salud mental se desarticularon las experiencias innovadoras, se vaciaron las unidades académicas y muchos de sus principales protagonistas fueron víctimas de la desaparición o el exilio. Tal fue el caso de Laura Bonaparte psicóloga y activista de los DHH de la argentina, pionera en la atención de salud mental de mujeres carenciadas en el Hospital Evita que sufrió la desaparición de tres hijos y familiares. Bajo la amenaza del terror, los servicios de salud mental se replegaron silenciosamente a la atención individual. No obstante, la tradición de pensamiento en salud mental encontró una grieta de producción en el silencio. Los equipos psico asistenciales que acompañaron a los organismos de derechos humanos, brindando asistencia a los afectados directos por la dictadura, produjeron teoría y prácticas sobre la atención de los efectos del terror de estado en los sujetos y sobre los efectos generales en la sociedad. Esta producción se extiende hasta la fecha con actividades académicas y extraacadémicas que fue capitalizada por programas y organismos estatales
esta política coincide con la imposición del desarrollismo como estrategia económica, política y social en el período tecnocrático del gobierno de Frondizi y durante la dictadura de Onganía.
Es así como, durante el año 1957, se producen tres hechos determinantes para reafirmar en nuestro país el “campo de la salud mental”:
1) Se crea el Instituto Nacional de Salud Mental. Es cual se incluye en una serie de medidas comprometidas con las nuevas concepciones dentro de la Salud Pública.
2) El Dr. Mauricio Goldenberg funda el primer Servicio de Psicopatología en el Hospital General de Lanús, es decir fuera de un Hospital Psiquiátrico y
3) Se crea la carrera de Psicología en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Aunque, en 1953, se había iniciado la carrera de Psicólogo en Rosario, la importancia de su creación en la UBA deviene de la influencia que tiene el psicoanálisis y la masividad de su matrícula.
El proyecto desarrollista era formar profesionales que fueran “agentes de cambio” -como se los denominaba- de una sociedad en transformación. El fracaso de este proyecto no impidió una transformación en la manera de entender y abordar la salud mental cuya profundidad va a tener consecuencias en las décadas posteriores. Entre sus principales maestros podemos mencionar a Enrique Pichón Rivière, Mimi Langer y José Bleger. Estos llevaron a un replanteo de los problemas de la Salud Mental en la Argentina, creando la construcción de un ámbito nuevo donde el psiquiatra debía compartir su práctica con otras disciplinas y teorías provenientes de diferentes áreas del saber. Las conceptualizaciones del psicoanálisis, la sociología, la antropología, la psicología institucional y la psiquiatría comunitaria cuestionaban las instituciones manicomiales y ponían el acento en las prácticas comunitarias y preventivas-asistenciales.
Sin embargo la realidad se encargaba de desmentir esos supuestos. Las experiencias en “el campo de la salud mental” eran parciales y, sus modificaciones, no terminaban de plasmarse en su totalidad.
La dictadura militar instala el Terror de Estado y el miedo se inscribe en la subjetividad determinando la ruptura de los lazos de solidaridad. La acción sistemática del terrorismo de Estado para los líderes políticos, sindicales y sociales, tiene como objetivo imponer una política económica y social que, con diferentes variantes llega hasta nuestros días. En esta perspectiva se destruyeron los servicios de Salud Mental. La mayoría de los hospitales y Centros de Salud Mental fueron intervenidos por una burocracia cívico-militar para llevar adelante la Doctrina de la Seguridad Nacional.
Cuando comienza el período de transición democrática, se intenta generar una política en Salud Mental para recuperar los espacios destruidos por la dictadura. Desde la perspectiva de Atención Primaria en Salud se realizan experiencias, como la del Plan Piloto de Salud Mental (La Boca-Barracas), que se agotan rápidamente por falta de un presupuesto adecuado y una decisión política para continuarlas. El mayor logro fue la reforma antimanicomial realizada por Héctor Cohen, en la provincia de Río Negro. Pero en los noventa se reafirma una política neoliberal capitalista regida por la desregulación, la privatización y la competencia. La salud queda en manos del mercado. Es decir, de los grandes laboratorios y empresas de medicina. Su consecuencia es una derechización de la gestión de las crisis sociales que modificará las reglas de juego en el campo de las políticas sanitarias. El Estado desaparece en su función social de atender la salud pública. De esta manera se produce el desmantelamiento de las instituciones públicas ya que, la salud queda en manos de la iniciativa privada donde su eje es costos-beneficios. El proceso de concentración y globalización capitalista trae aparejado la exclusión y desafiliación de amplios sectores de la población, cuyo resultado es quedar en los márgenes de la sociedad.
Si en los inicios de la modernidad, la locura ocupó un lugar periférico en la ciudad y su modelo es el manicomio como orden represivo, en la actualidad no existe interés en producir nuevas instituciones. Si la psiquiatría clásica, a principios de siglo, estaba al servicio de mantener el orden represivo de la locura para luego, compartir con otros profesionales el “campo de la salud mental”. En la actualidad, pretende hegemonizar la salud mental al servicio de las empresas de medicina y los grandes laboratorios. Su consecuencia es el avance de una contrarreforma psiquiátrica donde el consumo de psicofármacos se ha transformado en una de las adicciones más importantes de la actualidad. Por otro lado, los últimos adelantos en psicofarmacología sólo pueden ser utilizados por aquéllos que tienen un gran poder adquisitivo. De esta manera la locura importa, si el paciente tiene plata para comprar medicamentos, pagarse una internación o lograr que algún pre-pago u obra social pueda solventar sus gastos. A los locos si son pobres se los ignora. Hoy la Salud Mental es para los que tienen plata. Los pobres no pueden obtener del Estado aquellos servicios a los cuales tienen derecho. Su salud depende de profesionales que tratan, parcialmente, de dar cuenta de su padecimiento psíquico en instituciones públicas cuyo abandono refleja esta situación. En esta perspectiva pensar modificar el sistema manicomial sin dar cuenta de una estructura social, política y económica que lo determina se convierte en una ilusión.
La Ley 448 se ha transformado en un analizador -como dirían los institucionalistas- de lo que vengo afirmando. Mientras la Ley es aprobada y reglamentada por la legislatura de la Ciudad de Buenos Aires nos encontramos con que el Estado no tiene interés político en aplicarla. Aún más, el Estado por acción u omisión sigue defendiendo los intereses privados en el campo de la Salud Mental. Las autoridades de Salud Mental en el gobierno de la Ciudad permanentemente generan trabas y obstáculos para impedir su plena aplicación apoyándose en asociaciones de médicos, burócratas sindicales y empresas de laboratorios. Sin embargo la Ley 448 con sus virtudes y defectos es un excelente programa desde el cual podemos unificar la lucha contra las estructuras manicomiales en la búsqueda de una organización de la Salud Mental que beneficie al conjunto de la población.
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