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Profecion Maestro


Enviado por   •  24 de Enero de 2012  •  1.233 Palabras (5 Páginas)  •  521 Visitas

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PROFECION MAESTRO

En este libro, inteligente, sensible y profundo, la autora nos brinda reflexiones que tienden a superar lo anquilosado y rígido en la práctica magisterial cotidiana. Al entrar en contacto con sus páginas, cada docente de manera personal tendrá la posibilidad de enriquecer creativamente su quehacer en el aula y mirar en su interior y en el de sus alumnos. El libro se caracteriza por su riqueza de ideas, y a continuación les presentaremos líneas más generales de su pensamiento, meras pinceladas de color para pintar todas las aulas.

Ser educador es una osadía, pues la elección de ser maestro supone sueños y riesgos. El sueño de modelar al educando, casi de crearlo según el propio deseo, transformándolo para que se parezca lo más posible a la imagen ideal del ser humano, para que actúe según las convicciones que el maestro ha sabido transmitir, para que llegue más lejos de lo que él ha llegado, para que alcance lo que él no ha podido lograr.

En la práctica educativa, al igual que en la vida, no hay nada sin conflicto. Negarlo es desconocer la experiencia humana y huir es un recurso limitado: el conflicto no atendido siempre nos alcanza y se hace presente. De esta forma, la tensión de lo no resuelto irrumpe en nuestra conciencia ocupándola, invadiéndola de manera demandante. Sin esta conciencia disponible, quedaría poco espacio para la pasión de enseñar y de aprender.

Para ciertos maestros, el recuerdo que dejó un profesor en su infancia determina su estilo de enseñar. Lo utilizan de modelo, quizá sin estar totalmente conscientes de ello. Hay personas que abandonan intereses genuinos porque el criterio aplastante de un maestro así lo determinó.

El modo de relacionarse con los alumnos está determinado por la forma en que se sitúa cada profesor frente al conocimiento, ya sea que lo detente, lo comparta o permita que los alumnos tengan un papel en el descubrimiento de éste.

A manera de herencia, el niño transfiere en el maestro una parte de los sentimientos que tiene por sus padres. Los sentimientos de admiración y cariño, dirigidos anteriormente a los padres, son ahora depositados en el profesor, pero también lo son aquellos afectos de ambivalencia y hostilidad.

El deseo de amar, de ser amado, de poseer, de apropiarse, es común tanto al alumno como al maestro y eso confunde inconscientemente al niño: no sabe ya si es su propio interés el que lo motiva a aprender, o si es el deseo de ocupar un lugar en el afecto del maestro.

Reconocer la inseguridad es comenzar a transformarla en valentía. Reconocerla frente a los alumnos es mostrarse como un ser atravesado por las heridas de lo humano, pero que se enfrenta, que da batalla a las tareas de la vida. Paradójicamente, esto sólo puede lograrse desde un lugar de confianza en sí mismo; de transparencia, mas no de ingenuidad. Una vez más, la frontera entre exponerse y mostrarse es de un tramado sutil y delicado, como casi todo lo que atañe al campo de lo humano.

Hay actitudes en los docentes que pueden dejar lesiones en los alumnos que van más allá de la boleta de calificaciones, y que si se les permitiera, los niños las señalarían de esta manera: “Que no señalen ciertos errores en voz alta y frente al grupo. Que no se burle, que no se humille, que no pongan apodos sarcásticos. Que no se compare, por favor, que no se compare con nadie, que ya bastante se compara uno por dentro. Que las carencias no se exhiban, que ya duelen por sí solas. Que las cartitas de amor no sean expuestas si caen en sus manos. Que guarden algunos secretos. Que los defectos no sean utilizados en contra de nadie. Y si tienen que ser señalados

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