Pteoria De Chain Perelman
veronik.sg4422 de Noviembre de 2014
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La argumentación en la hermenéutica: el paradigma de Perelman[3]
El filósofo belga hace poco desaparecido Chaïm Perelman, con quien colaboró estrechamente su esposa Lucie Olbrechts-Tyteca. Podemos atender un poco a ellos para tener un ejemplo e ilustrar esa apertura de la argumentación que se ha practicado muy recientemente. Se trata, por lo demás, de una línea de las muchas que ya tiene la teoría de la argumentación, a saber, la "nueva retórica". Se puede hacer una comparación de la nueva retórica con la dialéctica. retórica de Aristóteles y ver cómo recogen las mismas preocupaciones, intereses e ideales.
En realidad, el propio Perelman ha dicho que el mejor nombre para su teoría hubiera sido el de "dialéctica", pero añade que tiene la desventaja de asociar, en lugar de con la dialéctica aristotélica, con la dialéctica hegeliano-marxista. Por eso prefirió el nombre de "retórica", pero no se reduce al conocimiento verosímil y alcanza a la verdad probable o no apodíctica de la dialéctica o tópica.
La idea de Perelman surge al comparar la demostración- que fue muy puesta de relieve por el positivismo lógico- con la argumentación, que toma en cuenta el grado de asentimiento logrado frente a un auditorio. Critica al positivismo y hace ver que la argumentación está más en la perspectiva de la razón práctica, a la que no puede imponérsele sin más el tipo de argumentación propio de la razón teórica. La argumentación teórica es simplemente la inferencia que extrae conclusiones a partir de premisas, mientras que la argumentación práctica es sobre todo la que justifica nuestras decisiones.
Todo este arsenal de argumentos es aplicado por Perelman de manera muy interesante al derecho y a la filosofía, esto es, a la argumentación propia de la práctica forense y a la discusión filosófica. Sin embargo, al comparar la teoría de la argumentación con la lógica formal surgen objeciones que algunos lógicos han opuesto a la teoría de la argumentación, sobre todo contra la relativización que parece hacer de las reglas de inferencia y de la fuerza de los argumentos en función de los auditorios.[4]
El paso de la lógica a la retórica (teniendo como intermedio el paso de la lógica analítica a la lógica tópica o dialéctica) va parejo a la transmisión de la sintaxis a la semántica y de ésta a la pragmática[5], en busca de un análisis semiótico más completo y que permita comprender el fenómeno sígnico o de comunicación.
De hecho, la retórica se equipara a la pragmática, o, si se quiere, la retórica puede funcionar como una semiótica completa, al modo como lo hace la pragmática en el sentido de que contiene a la sintaxis y a la semántica, pues el que tiene lo más tiene lo menos, y ella es la dimensión más compleja y abarcadora de las tres. Las supone y las contiene, y opera desde los recursos que le dan ellas pero sumando a éstos sus recursos propios. Estos recursos propios son los que tienen que ver con el uso y los usuarios.
Entran los usuarios, y con ello se pierde en carácter abstracto y se gana en concreción, permitiendose una comprensión más profunda de la significación a través del tomar en cuenta las intenciones de los hablantes. Pero esta atención a la internacionalidad hace que uno se ubique en la noción de uso; el uso que es acción, práctica y habla dentro de una comunidad de hablantes.
Pero Chaïm Perelman fue precisamente el que proyectó su retórica nueva como una lógica de lo valorativo. Lo que se ve en el fondo de esto es el deseo de no separar tanto el hecho del valor, el deseo de mostrar que no están tan separadas la descripción y la valoración y que puede haber una mediación hermenéutica entre ellas, la cual mediación ayude a argumentar a favor de juicios de valor. Con ello se supera la "falacia naturalista", que considera sin mediación el hecho y el valor. Son conectados por la necesidad de argumentar axiológicamente con fundamento en la realidad, y esto lo consiguen la hermenéutica y la retórica. La retórica alcanza la verosimilitud más que la verdad en sí, o, como dice Perelman, la razonabilidad más que la racionalidad, es decir lo razonable más que lo racional o apodíctico.
El concepto perelmaniano de tópico parece cumplirse en la hermenéutica, ya que en ella se argumenta a favor de una interpretación de un texto para los miembros de la comunidad interpretativa o de la misma tradición. Y, al igual que para Perelman, se podría universalizar la interpretación cuando se digiera al conjunto de los hombres razonables, como en inmenso argumento ad humanitatem, más que ad hominem (lo cual vale a pesar de que se encuentren varios tipos de humanidad o de razonabilidad, pues se puede llevar al terreno del común acuerdo y decir que se argumenta para toda la humanidad potencialmente, pero efectivamente sólo para aquellos que acepten el diálogo razonable). Inclusive las cosas de la lógica analítica y las de la tópica pueden tratarse a la luz de la retórica, pero no a la inversa. Por eso tiene más ductilidad y amplitud.
La argumentación hermenéutica o el argumento para probar una interpretación procede primeramente ubicándose ante el auditorio que va recibir su argumentación. Aquí es donde se aplica la idea de Perelman, y la que deja entrever Aristóteles, de que el primer tópico es situarse, Al situarse en un contexto, la argumentación se ubica sobre todo en el seno de una tradición, que es a la que pertenecen los oyentes (pues si no pertenecen a ella será más difícil la transacción). Y aquí caben dos estrategias: el argumento por autoridad y el argumento por la razón (dentro de cierta racionalidad).
Es de notar que aun cuando en la actualidad nos preciamos de hacer menos caso del argumento de autoridad que en otras épocas echamos mano de él con más frecuencia: es argumentar en pro de nuestra interpretación haciendo ver que guarda cierta coherencia con partes del texto mismo o con las interpretaciones de connotados exegetas, a las cuales amplía, o mejora, o desarrolla, o completa, o incluso supera y excluye. El argumento de razón se da cuando no es posible o no se quieren blandir las autoridades y entonces se apela a la razonabilidad, al sentido común.
Considera Perelman[6] en este sentido que (citado por González Bedoya). El progreso real de la ciencia no es un paso de certeza en certeza, de realidad en realidad, sino un paso de una evidencia provisional acumulativa a una ulterior evidencia provisional y acumulativa.
Perelman coincide con los neodialéctos en rechazar la noción de una filosofía primera (protofilosofía) (2): la filosofía debe ser regresiva, abierta, revisable.
A pesar de lo cual, Perelman rechaza ser adscrito a una escuela concreta. Se considera pragmatista en el sentido más amplio del término. La filosofía no debe tener un fin en sí misma, debe perseguir la elaboración de principios dirigentes del pensamiento y de la acción.
En este sentido, considera González Bedoya que el artículo más pragmático de Perelman "quizá sea el titulado Filosofías primeras y filosofías regresivas. En las primeras incluye todos los sistemas accidentales, de Platón a Heidegger, sistemas a los que considera Perelman dogmáticos y cerrados porque pretenden fundamentarse sobre principios absolutos, valores y verdades primeras, irrecusablemente demostrados o evidentes por sí mismos.
Como alternativa a las filosofías primeras, Perelman propone una filosofía regresiva, abierta, no conclusa, siempre volviendo argumentativamente sobre sus propios supuestos, que por tanto, son relativos y revisables.
En su base están los cuatro principios de la dialéctica de Gonseth:
• Principio de integridad: Todo nuestro saber es independiente.
• Principio de Dualismo: Es ficticia toda dicotomía entre método racional y método empírico; ambos deben complementarse.
• Principio de Revisión: Toda afirmación, todo principio debe permanecer abierto a nuevos argumentos, que podrán anularlo, debilitarlo o reforzarlo.
• Principio de Responsabilidad: El investigador, tanto científico como filosófico, compromete su personalidad en sus afirmaciones y teorías, ya que debe elegirlas al no ser únicas ni imponerse su justificación de forma automática, sino racional.
Perelman rechaza dualismos de toda clase que identifica con absolutismos de la razón y de la imaginación, de la ciencia y de la opinión, de la evidencia irresistible y de la voluntad engañosa, de la objetividad universalmente admitida y de la subjetividad incomunicable, de la realidad que se impone a todos y de los valores puramente individuales.
En el Tratado de la Argumentación hace una declaración que perfila su talante filosófico muy claramente: No creemos en revelaciones definitivas e inmutables, cualesquiera que sea su naturaleza u origen; los datos inmediatos y absolutos, llámeseles sensaciones, evidencias racionales o intuiciones místicas, serán desechados de nuestro arsenal filosófico...
La Nueva Retórica cree, con el Fedro platónico, que existe una retórica digna de filósofos y que, por tanto, cada retórica ha de valorarse según el auditorio al que se dirige.
Esta Nueva Retórica, más que los resortes de la elocuencia o la forma de comunicarse oralmente con el auditorio, estudia la estructura de la argumentación, el mecanismo del pensamiento persuasivo, analizando sobre todo textos escritos. Por tanto, el objeto de la Novelle Rhetorique (a decir de González Bedoya) al incluir todo tipo de discurso escrito e incluso la deliberación en soliloquio, es mucho más amplio que el de la antigua retórica.
La filosofía retórica admite, por
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