SUMISIÓN EN LA MUJER

“Hace mucho tiempo caía a menudo en meditaciones inquietas suspiraba y necesitaba mucho de los demás para creer en mí misma; de lo contrario no me perdía con facilidad en hondos vacíos circulares”. (Mizrahi, 1994).

De esta afirmación se puede descifrar la manera de pensar de las mujeres mexicanas, siempre buscando la felicidad ajena sin pensar en la suya; pareciera que ese es el destino de la mujer en general.

La mujer en México cada vez tiene un lugar más importante en la sociedad, tanto en el hogar como en el campo profesional. Además, el sistema social establecido en este país ha provocado que el sexo femenino se vea rebajado en cuestiones tan elementales como el medio laboral, social y familiar.

Una de las causas mas profundas de que la mujer maltratada permanezca vinculada al hombre maltratador es la sumisión que afecta a las mujeres mexicanas.

La sumisión en la mujer es una consecuencia del maltrato y sufrimiento, generando que la mujer se preste voluntariamente a la dominación del otro, bien sea en lo social como en lo individual.

Sin embargo, existen muchos obstáculos culturales y mentales que aun deben ser eliminados para que el papel de la mujer en la sociedad mexicana se valore como es debido.

Es una manera de conocer y adentrarse en la raíz de las desigualdades entre mujeres y hombres, de comprenderla, de aprender a reconocerla y a comprender mejor el por qué y para qué de la lucha por la importancia que tiene la mujer hoy en día.

Como parte sustantiva de los valores ancestrales de género, del mito del amor romántico y de la complementariedad entre los sexos, la sumisión de la mujer está en la base de las dificultades para identificar el sufrimiento y el maltrato, y legitimarse para confrontar la propia experiencia a la lectura que el hombre violento hace de la situación de malos tratos.

Sumisión al otro/a es lo que impide dejar fluir lo que somos, lo que deseamos, lo que pensamos, lo que sentimos. La conducta de sumisión al otro resulta siempre de las necesidades y angustias de distintos sistemas motivacionales. Hay sumisión por necesidades y angustias de auto conservación: “sin el otro corro peligro” o “si me opongo me atacará, es capaz de cualquier cosa”. Hay sumisión por heteroconservación, por un superyó que hace sentir culpable si se produce el menor sufrimiento en el otro, lo que conduce al auto sacrificio. Hay sumisión por el placer sexual que el otro ofrece, por angustias narcisistas, o por profundos sentimientos de inferioridad en que la persona se deslegitima continuamente y ubica al otro como fuente de la verdad. Hay sumisión por necesidades de apego o de intimidad, condición en que las diferencias de género son marcadas, siendo causa importante de sufrimiento por parte de la mujer (Bleichmar, 2008).

Han sido muy pocos los hombres que han apostado decididamente por la igualdad real entre los dos sexos. Camps (2000) informa que el erróneo principio que ha guiado las relaciones entre los hombres y mujeres tiene que ser sustituido por el de la igualdad, que consiste en el no reconocimiento de ningún poder o privilegio a los hombres y de ninguna discapacidad a las mujeres.

Sostiene Mill que la igualdad de derechos haría a las mujeres menos sacrificadas y a los hombres menos egoístas, también se opone a esa “ley del matrimonio” que da al hombre poderes abusivos sobre la mujer y la mantiene bajo su dominio sin contar para nada con sus deseos ni su voluntad. (Citado en Camps, 2000).

No se trataría, pues, de descubrir lo específicamente femenino, sino aquello que aun no ha sido pensado, descubierto o reconocido como valioso cuando, de hecho, lo es.

Las mujeres tienes una supuesta naturaleza que las define como dulces, sumisas, pasivas y receptivas. Son valores enfatizados como fundantes de la identidad femenina. Quien transgreda esta imagen idealizada y rebase ese espacio tradicional estará “fuera de lo normal”.

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