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Teoria Del Delito


Enviado por   •  10 de Febrero de 2015  •  1.686 Palabras (7 Páginas)  •  189 Visitas

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SALUD METAL Y DELINCUENCIA

El enfermo mental no decide estar enfermo y tampoco decide dejar de estarlo. El enfermo mental necesita, requiere, atención psiquiátrica.

Para uso forense Rachlin (1984) describió dos categorías de condiciones mentales: exculpatorias (Psicosis, alteraciones de la lucidez de la conciencia) y no exculpatorias (trastornos de personalidad).

Entre prisioneros se ha encontrado que el control de los impulsos es pobre, también se han encontrado antecedentes importantes como: separación de los padres, alcoholismo en la familia sobre todo entre los padres, violencia en la familia y en el entorno.

La presencia de alucinaciones auditivas imperativas ha sido descrita; Rogers (1990) encontró esta manifestación en 5,8% de delincuentes que fueron evaluados por insania y obedecieron a ellas al delinquir. En la mitad de los que fueron evaluados por presentar alucinaciones estas habían sido imperativas.

Se ha encontrado relación importante entre crímenes violentos y esquizofrenia, abuso de alcohol, abuso de drogas. La combinación de estas patologías en una misma persona resulta de alto riesgo para conductas violentas y criminales, con mucha frecuencia dirigidas a los familiares. Los familiares biológicos de esquizofrénicos también presentan una tendencia incrementada a padecer la enfermedad y a conducta violenta.

En derecho penal es importante la responsabilidad criminal. En ocasiones el trastorno bipolar es olvidado. Este trastorno puede afectar a la capacidad de decisión dentro del espectro contemplado por la ley, especialmente cuando los síntomas maníacos y psicóticos están presentes.

Síntomas psicóticos importantes: ideación de perjuicio y vivencias de pasividad/influencia corporal e inserción del pensamiento (síntomas de amenaza y control externo), son predictores importantes de violencia y tienen implicaciones médico-legales determinantes (Gómez-Durán E.L. 2010).

Link y Stueve señalaron un grupo de síntomas especialmente asociados a violencia, describen, la creencia delirante de peligro inminente causado por otros y toma de control de los pensamientos, sentimientos, movimientos y acciones, por fuerzas externas mediante control/inserción del pensamiento o pasividad corporal (Link B.; Stueve A. 2010).

La prevalencia de enfermedad mental en la población carcelaria en EEUU es más alta que en la población general. Existe consenso en que la población carcelaria sufre de problemas de salud mental más severos y más frecuentes que la población general. El 26% de los estadounidenses adultos han sufrido un trastorno mental el año pasado, cuando se refiere a trastornos severos son sólo el 6%. El Bureau Of. Justice Statistics reporta que entre 40% a 60% de individuos encarcelados sufrieron de un trastorno mental el año pasado. Enfermedad mental severa entre 10 a 54%.

Steadman y otros indicaron que 14,5% de hombres y 31,5% de mujeres encarcelados en Mariland y NY experimentaron de forma corriente enfermedad mental severa. En EEUU hay al menos 3 veces más personas con enfermedad mental en prisión que en los hospitales de salud mental.

En un estudio de 96 pacientes ambulatorios con esquizofrenia se encontró, que 59% tenían historia de arresto. Usuarios de servicios de Veterans Administración encontraron, que 25% de pacientes con diagnóstico dual (enfermedad mental y abuso de sustancias) tenían historia de encarcelación sobre un período de tres años. El autor piensa que en NY la rata de justicia criminal comprometida en la población psiquiátrica general es sobrepintada en pacientes ambulatorios que consultan a emergencia. Existe una falla de conocimiento en la comunidad de psiquiatras acerca de asuntos forenses y tratamiento.

Un porcentaje creciente de pacientes experimentan el estrés extremo de encarcelación, una experiencia que expone a trauma significativo, que puede empeorar su condición psiquiátrica (Bret S. 2011).

El comportamiento delictivo en el trastorno bipolar puede estar relacionado con trastornos por consumo de sustancias, trastornos de personalidad, otras comorbilidades potencialmente relacionadas con la impulsividad.

Una historia auto reportada de conducta delictiva, está relacionada con síntomas de trastorno antisocial de la personalidad, un curso recurrente, con predominio maníaco de la enfermedad, independiente del estado clínico actual (Swazen A. y otros 2011).

En diversos estudios se ha demostrado que los trastornos de personalidad (TP) representan un riesgo clínico significativo para las conductas violentas. Los síntomas de los TP, paranoides, narcisistas y antisociales correlacionan de forma significativa con la violencia.

El común denominador de la violencia asociada a los TP, salvo excepciones como la psicopatía, es la ira. Esta emoción se expresa con rabia, resentimiento o irritabilidad. Se puede considerar a la ira como parte de la respuesta neurofisiológica ante una amenaza o daño percibido. La asociación entre TP, consumo de drogas y violencia, está fundamentada.

La prevalencia de los TP en la población forense y penitenciaria es elevada.

El gobierno británico en 1983 introdujo el concepto “Trastorno de la Personalidad Grave y Peligroso (DSPD) para pacientes con los siguientes criterios: a) Probabilidad alta de cometer un acto delictivo. b) Relación posible de causalidad entre TP y el riesgo de violencia. c) TP grave.

Con frecuencia se produce una psiquiatrización del comporta miento criminal, y los TP pueden confundirse con las simples acentuaciones de rasgos de personalidad como consecuencia del procedimiento penal o de la permanencia en prisión. Además en estas poblaciones acontecen procesos de simulación-exageración que distorsionan los resultados.

Se debe estar consciente de las siguientes realidades: 1) La mejoría de las personas con TP no son repentinas ni lo han sido nunca. 2) Muchas personalidades anormales son más bien víctimas propiciatorias

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