VIEJOS HOSPITALES
poldynahir18 de Noviembre de 2014
4.321 Palabras (18 Páginas)327 Visitas
VIEJOS HOSPITALES
Personajes
Una mujer, con su bebe
Un linyera
Indicaciones para una puesta en escena
Aún cuando no hay marcaciones técnicas en el texto, sí están señalados, en intervalos expresivos, los diferentes momentos en los que el personaje femenino habla con su hijo, recuerda, o imagina qué es lo que puede depararle su larga espera. De esta manera, estas mismas situaciones que fluctúan permanentemente entre la realidad, el pasado y el futuro de esta mujer, expresan, también, un diálogo.
Igualmente, la vida que comienza cada amanecer en una ciudad cualquiera, crece y acompaña a los personajes durante todo el transcurso de la obra.
La noche se va, un día de verano, en una plaza. Una plaza pobre, de árboles tristes, delante de un viejo hospital. En una esquina de la plaza hay tres bancos despintados. Sólo uno de ellos está ocupado: a todo lo largo, duerme un linyera. A su lado tiene un par de atados de ropa donde guarda todo cuanto le pertenece. De a ratos, agitado, pareciera que va a despertarse pero, no: continúa durmiendo, y vuelve a cubrirse son su manta de hojas de diario. La madrugada de anuncia cuando a lo lejos se escucha el canto de un gallo. Entonces llega una mujer. Una mujer que lleva un chico en brazos, bien envuleto, bien abrigado. Llega lentamente, está cansada: ha andado mucho para llegar hasta allí. Elige un banco y se sienta y descansa. Después busca entre sus ropas hasta que encuentra un trapo. Con él va a secar de tanto en tanto, la frente del chico. Con el canto del gallo también llega, imperceptiblemente, el canto de los pájaros. Y, a su vez y en voz baja, la mujer entona:
MUJER: “Duermase mi niño,
duermase mi sol,
duermase pedazo,
de mi corazón”.
duermase pedazo, de mi corazón.
Acá. Acá vamos a estar bien.
Ese hombre. Ahí. Parece dormido.
Y usted?. Así, bien abrigadito. Va a estar mejor. Con la ropa que le puse. Que no se me vaya a enfriar.
Vamos. Duérmase otro poco, que ya se va a poner mejor. Se va a poner sanito.
Y ya no va a llorar más. No va a hacer falta llorar más. Y nadie, nunca más, lo va a oír llorar porque se va a poner fuerte, porque el sueño le va a venir, solito, sin hacer ruido, va a venir nada más que para mi chiquito. Nada más que para él.
El sueño sabe traer cosas buenas a la cabeza cuando se es así, un chiquito.
El sueño que me le cuenta historias. Cuando se sueña, es como si a una le hablaran. Como si a una le dijeran como tendrían que ser todas las cosas. Eso está bien.
Así que, duérmase. Vamos.
Vamos.
Que soy la primera que llegué, ¿eh?. Que no va a haber ninguna antes que yo, ¿sabe?. Y, entonces, no habrá que esperar tanto: primero, me lo van a revisar.
El primer número para nosotros. No va a ser como las otras veces.
En los hospitales hay que andar con números:
“Ochenta y nueve. Pase!.
Noventa!”.
“-¿Y el número de historia clínica?”.
El número de hsitoria clínica.
“-¿En sala número siete, me dijo?”. Dónde quedará esa sala.
Así es que son los hospitales.
Ese hombre. Dormido, así. Qué.
A la vuelta, por allá, me pareció, cuando estaba llegando, que había otro. Dormido, medio dormido, igual. Se irán, después, y juntarse entre ellos, a contarse que soñaron, que alcanzaron a soñar. Y entre todos, cada uno pondrá lo que se acuerda, y armarán uno solo, que alcance para todos, menos triste, que sea. No, si yo también sé que los sueños la acompañan a una. Parece que le hablan y le vuelven a decir lo que le contaban, de chica, no sé.
Como para que una deje de pensar, de repetirse. Dejar de acordarse, y dormirse.
Por qué irán a hacer las plazas, delante de los hospitales. Para qué. Igual que esas plantas que crecen, adentro, en los patios. De dónde.
Para quién serán las flores, en los hospitales. Qué son. Los enfermos, buscan cerrar los ojos, dormir un rato. Olvidarse, también.
Flores en los canteros, esos. Las pondrán para que crean que se parecen a qué.
“-Miren por las ventanas, mirenlás”. Ah, ésas, ahí: qué tendrán. Qué enfermedad será esa que las hace crecer medias arrinconadas, contra la pared.
Medio abrigadito que te traje. Me van a atender primero. Vas a ver.
Deben faltar como dos horas para que empiecen a atender.
Dos horas y voy a ser la primera para sacar turno.
Ya conozco bien cómo funcionan los hospitales, yo. El que llega tarde se queda sin turno, y tiene que volverse. Si son diez turnos por día, son díez y nada más. Qué pensarán que hay después de esos diez enfermos:
“-Otra vez habrá que venirse más temprano”.
“-A ver, pase. Venga”.
“-Sí, doctor”.
“-No sé doctor. Empezó con que no me quería dormir”.
Ahora está bien tapadito. Mirenlé la carita.
Y cuando una menos se da cuenta, ah. Qué.
Y así, flaco, irá a ser. Crecerá. Manos grandes. Dedos largos.
Ah, conozco esas manos, yo.
Pero vas a ser más alto, vos. Más alto, sí. Y el pelo parecido al mío vas a sacar, ¿no es cierto?
El crío más lindo, vas a tener que ser. Si no es nomás tu madre que te lo dice, no. Pero quién tiene esos ojos, ¿eh?. Esos ojos. Que te miran, que siempre te están mirando, como buscándola a una.
Hasta qué edad es que no ven las criaturas. Es así como dicen.
Los chicos, cuando nacen, son ciegos. Después, de a poco, empiezan a ver. Primero, las formas: primero, la madre. Y la escuhan y dan vuelta la cabecita para donde ella está:
“-Mamá!, estás ahí entre todas esas sombras que no sé lo que son?!
¿Estás ahí?”.
“-Sí, hijito. Tu mamá está aquí.
Acá.
Te traje al hospital, ahora. Nos van a atender, primero. A nosotros, antes que a nadie”.
Y, en este momento, el linyera, simpre dormido, sufre un ataque convulsivo. Se queja. Grita alguna palabra incomprensible. Después se calma. Silencio:
Qué tendrá. Se habrá venido para acá, creyendo que aquí lo van a atender. Se habrá tirado a dormir, para esperar. Pero aquí no es donde tiene que ir para que lo curen. No sabrá dónde es que tienen que atenderlo, que se quedó ahí?
Llamaba a alguien, me parece. De donde vendrá. O dormirá siempre acá, en ese banco.
¿Qué edad tiene?, vaya a saber.
Ahora sí que ha dormido bien, ¿eh?: usted. Y abrigadito, también.
¿Así que cuántos meses, ya?. Tan rápido. A veces, tan rápido. A veces, no: A veces me parece como si no creciera nunca. Lo veo, así, igualito que cuando nació.
Se acordarán ellos de cuando nacen. De cómo nacen. Mejor que no, digo yo. Para qué.
Las hileras, en las sala. Grande, la sala. Las camas. Cuál es la que me darán. La sala helada.
Qué es lo que tienen puesto las mujeres acostadas, esas.
No. Que no se acuerde, mejor. Que no sepa.
No!. Que no sepa!
No, si los chiquitos deben ver, antes que nacen. Deben mirar qué es lo que hay adentro del vientre de la madre. Antes de nacer abrirán los ojos y buscarán. Por eso es que se mueve, así. Lindo, como se mueven. Lindo, es: mirarán lo que hay adentro. Las venas. La piel, adentro del vientre. Qué será el corazón, para ellos.
“...Toc-toc-toc-toc...toc...toc...toc...” Oyen eso y después se moverán para querer alcanzar ese ruido. ¿De dónde viene eso?
Un ruido, un golpe que viene atrás de otro; igual que cuando no se siente nada. Cuando una tiene que esperar para cualquier cosa, está eso mismo, siempre, que se repite.
El, que no quiso saber nada, hasta el último momento:
“-Para cuando esperás vos?”.
toc-toc...toc-toc...
“-Para cuando esperás, vos!?”.
Para cuando es que espero, yo?.
“-¡A ver, abrí las piernas: hay que ver en que posición está!”.
Allá, ésa que viene. Eh, ¿vendrá para acá?. Que venga, va a ser el segundo turno.
Después de mi.
No, va sola.
Dio la vuelta. Cruza.
Mujeres solas. De madrugada. Mujeres sin hijos enfermos.
Y la madre de ese hombre, ahí.
Y el hombre, ¿se acordará?.
“-Empezó que no quería dormir. Después la fiebre, sí. Era la fiebre. Tenía que ser eso lo que no lo dejaba dormir. Le quemaba la cabeza”.
“-Hace cuánto que le empezó con la fiebre”.
Me acuerdo, cuando me lo dieron, esas manitos. Esos puñitos.
“-Va a ser mejor que lo perdás”.
“-¿Perderlo?. ¿¡Perderlo!?”.
Esa carita, ah.
Después te llevé, me fui, esa mañana. Y él te vio.
Carlos.
Este hospital es más grande que la maternidad, parece.
La maternidad, más grande que esta plaza.
Antes, me gustaba salir. Que él me dijera que demos una vuelta. ¿-Te acordás que salíamos?.
Ya deberá estar por llegar el personal de la mañana:
“-¿Qué quiere?”.
“-Quiero el primer turno. A la que espera más le toca el primer turno”.
“-Pase, el primero”.
“-Soy yo”.
Ah, sigue dormidito. No se mueve, chiquitito. De cansado, que no se mueve.
Había que esperar, también. Para que a una le dieran la cama.
Había que seguir, por los pasillos. Delante de esas puertas medias amarillas se pasaba.
...