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Violencia De Genero Ejercida Contra Las Mujeres En El Perú


Enviado por   •  28 de Mayo de 2022  •  Ensayos  •  2.345 Palabras (10 Páginas)  •  122 Visitas

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Violencia De Genero Ejercida Contra Las Mujeres En El Perú

Hiubert Andre Jiménez Aparicio, Anai Naira Quispe Hilares, Lurieth Milagros Ramírez Olivera y Karin Samantha Santisteban Meza

Derecho y Ciencias Políticas, Universidad Andina del Cusco

Métodos y Técnicas de Estudio

Mercedes Dorothi Palomino Pittman

21 de mayo del 2022

Violencia De Género Ejercida Contra Las Mujeres En El Perú

En los últimos años, se ha visto que los reportajes sobre feminicidios en las noticias han aumentado significativamente en el país. Esto último ha ocurrido debido a que las cifras de violencia contra la mujer han crecido exponencialmente. Según el MIMP, en el 2014 se registraron alrededor de 96 casos de feminicidio en todo el país, lo cual contrasta enormemente con los 166 casos registrados en el 2019 (2020: 1). El feminicidio es la violencia máxima ejercida contra las mujeres por su género, pues es realizada hasta el punto de llevarlas a la muerte. La Organización de las Naciones Unidas define la violencia contra la mujer como «‘todo acto de violencia de género que resulte, o pueda tener como resultado un daño físico, sexual o psicológico para la mujer’». Dicho esto, podemos determinar que el feminicidio es consecuencia de la violencia de género ejercida contra las mujeres.

Según el MIMP, la violencia basada en género debe entenderse como aquella violencia que refuerza e impone los postulados de este sistema de género. Siguiendo esta misma línea, este tipo de violencia es muy acentuada en aquellos países en los que está establecido un Estado del tipo conservador, pues es en este modelo de gobierno en el que los roles y estereotipos de género están fuertemente instaurados. Consideramos que el Estado conservador existente en el Perú alienta la violencia de género contra la mujer.

En primer lugar, el conservadurismo existente en el país produce que la cultura machista sea normalizada, lo cual genera la violencia de género contra la mujer. Las formas en las que la sociedad ha abordado las diferencias biológicas de los sexos han favorecido al desarrollo de los prejuicios hacia las mujeres, lo cual alienta a la desigualdad. El sexismo, entendido de forma usual como el prejuicio hacia las mujeres, aparece como una manifestación hostil, que va a buscar mantener los roles de género tradicionales a partir de la desigualdad entre hombres y mujeres; sin embargo, la población ha ido rechazando estas actitudes hostiles, fomentado que este vaya variando hasta convertirse en una forma que sea más aceptada por la sociedad. Por esta razón, surge el sexismo ambivalente, el cual será una manera en que la ideología de género pueda manifestarse, la cual, en un sistema conservador, enfatizará las diferencias que hay entre hombres y mujeres. Dentro de este sexismo coexisten dos formas de prejuicio: el hostil y el benevolente. La primera será la parte “negativa”, busca justificar el poder masculino mediante actitudes adversas. El segundo, percibido como “positivo” racionalizar estas actitudes hostiles, busca también justificar el poder masculino, de una manera más “amable”. En este, las mujeres han sido apropiadas de características “positivas”; por ejemplo, ser virtuosas, pero también se les ha atribuido debilidad tanto física como emocional: “Una persona femenina es débil, tiene menos fuerza que el varón” (Pecho 2017: 14)

Por tanto, necesitarán de la presencia de un hombre que pueda brindarles protección: «El hombre es el carácter, es la persona protectora y a la vez es el que da la fuerza en el hogar» (Pecho 2017: 14). Asimismo, según el estudio realizado por Rottenbacher, la mujer también es vista como una menor de edad, por lo que requerirá de un hombre que ejerza como una figura paternal.

Por otra parte, la sociedad peruana le ha dado a la religión un papel sumamente importante, la cual subyuga y restringe el comportamiento de la mujer. La población peruana se convirtió en un país de «creyentes», al encontrar en la religión una manera de darle sentido a la vida, lo cual provocó que cumpla un rol importante en la vida cotidiana, y, por tanto, sea transmitida como parte de la cultura. Por tal razón, en un país dominado por la religión y regido por un sistema conservador, esta ha sido la encargada de regular las normas éticas y morales que debe tener la conducta. Sin embargo, si las mujeres deciden iniciar su vida sexual antes del compromiso, serán vistas como «impuras» y calificadas como «prostitutas», lo cual no ocurre si un hombre no cumple con este dogma.

Siguiendo esta línea, resulta curioso cómo es que al adoptar un papel inferior al del hombre, las normas sean más estrictas con las mujeres.

Los medios de comunicación normalizan la subordinación y violencia contra las mujeres al reproducir relaciones de dominación, desigualdad y discriminación. Por ejemplo, en los comerciales que promocionan artículos para la cocina o para la limpieza, siempre han presentado a una mujer que avale la efectividad de dichos productos, ya que esta es percibida como la encargada de los quehaceres del hogar. Esta violencia simbólica, al pasar desapercibida por la normalización de los estereotipos, ha sido la encargada de justificar los otros tipos de violencia como la física y psicológica, cuando no se cumplen con los estándares establecidos. Por ejemplo, cuando una mujer se destaca en un deporte establecido para hombres, como lo es el fútbol, esta será tildada de «machona», pues es percibida como una mujer con poca o incluso una nula feminidad.

En segundo lugar, los roles y atributos de género establecidos por el sistema conservador fomentan que la Policía Nacional cometa negligencia en los casos de violencia de género contra la mujer. Un caso que ilustra esta situación es aquel en el que se observa que la PNP justifica los casos de violencia de género contra la mujer, al alegar que esta no cumplió con su deber de ama de casa. En diciembre del 2019, en La Merced, una mujer identificada como Catty Ríos fue asesinada de tres balazos en la cabeza por su pareja, Edward Ramos. De esta manera, al enterarse de la defunción de Ríos, la madre de la víctima se acercó al lugar de los hechos y, tras recibir críticas por parte de los agentes policiales por no denunciar las amenazas de muerte a su hija, se acercó a la prensa peruana para expresar lo indignante que era que justamente la Policía Nacional la critique. Así pues, procedió a revelar que fue su hija la que se acercó en reiteradas oportunidades a la comisaría de La Merced a sentar una denuncia contra Edward Ramos, pues, estaba cansada de las agresiones y la amenaza de muerte que recibía de su esposo en reiteradas ocasiones: “Si tú me mandas preso, yo te mato y a todos mis hijos” (Perú 21 2019). Sin embargo, la policía, lejos de aplicar las medidas correspondientes, aceptar la denuncia y aplicar la ficha de valoración del riesgo (Poder Ejecutivo Peruano 2018), normalizó lo ocurrido al justificar las acciones del agresor, pues estos consideran que es legítima la violencia ejercida cuando no se cumple con las tareas establecidas: “Este año me contó ‘mamá, mi esposo amenaza con matarme. Mamá, he ido donde la Policía y no me hace caso’. […] ‘Me dijeron eres una ociosa, no has cocinado, no has lavado, por eso tu marido te ha pegado. Te lo mereces'” (RPP Noticias 2019). Así pues, las declaraciones de la madre de la víctima evidencian que la PNP está fuertemente influenciada por el establecimiento del poder y de los roles que depara la estructura social peruana según el género. Por esto, los agentes policiales justifican no solo la violencia de género contra la mujer, sino también cualquier tipo de violencia ejercida contra ella, pues, como se ha explicado, la consideran legítima, al ser una manera para reafirmar el poder de los hombres sobre las mujeres. 

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