Violencia y democracia
ivangonzalezzEnsayo28 de Julio de 2015
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Violencia y democracia
¿Cuál produce el cambio?
Sin la menor duda, uno de los debates teóricos más interesantes de la historia del cambio político violento es la pregunta que expertos y ciudadanos, por igual, se han planteado mucho después de ocurrido un acontecimiento histórico: ¿Podrían los cambios sociales y políticos producidos por la violencia generalizada lograrse pacíficamente, a menor costo para la sociedad? El presente analisis no puede dar respuesta a pregunta tan general. Tampoco re explora si la Revolución Mexicana de 1910 puede clasificarse como una revolución social, cuestión sumamente debatida entre los principales historiadores. Lo que si puede sugerir al enfocar la esfera más limitada de destacados líderes políticos es hasta qué grado la violencia, en contra del cambio pacífico, altera la composición del liderazgo. ¿El cambio violento del sistema político produce alteraciones más profundas del liderazgo mexicano que el cambio pacífico democrático? ¿Cómo estas dos formas opuestas de cambio diferentes entre sí, y con qué consecuencias para los políticos?
Al establecer una comparación válida entre los dos tipos de cambio en México, podremos utilizar, cuando sean apropiadas, tres variables distintas. Primero pondremos a prueba estos cambios desde una perspectiva generacional. En el caso del liderazgo democrático de México (que cubre el periodo de 2000 a 2009), ya hemos establecido que la generación dominante es de los políticos nacidos en la década de 1950. Este grupo, exclusivamente, suma 45% de quienes ocuparon un alto cargo por primera vez. Para los fines de este análisis, a este grupo lo llamaremos la generación democrática. Casi 100 años antes, la generación revolucionaria dominante que representó los gobiernos de 1920 a 1928 (Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles) nació en la década de 1880. También incluye 45% de sus funcionarios comparables y la llamaremos la generación revolucionaria.
La segunda medida que podemos utilizar, basándonos en esos mismos gobiernos representativos de los periodos, son los funcionarios que por primera vez ocuparon un cargo. Los políticos que ocuparon altos cargos por primera vez muestran un cuadro más claro de las altas figuras políticas, novísimas, elegidas por los presidentes respectivos y sus colaboradores más cercanos, sin incluir a los políticos que ya repetían de gobiernos anteriores, y que típicamente procedían de generaciones de mayor edad, menos representativas. Por último, nuestra tercera medida , que puede revelar patrones distintos de aquellos de los nuevos funcionarios, a menudo moderando diferencias más pronunciadas puestas en relieve entre los recién elegidos, es la de todos los altos políticos en una determinada administración o administraciones, en este caso, las presidencias Obregón – Calles y Fox – Calderón. Al utilizar esta última variable hay que tener en cuenta que los datos solo incluyen los tres primeros años de la presidencia de Calderón.
Podemos enfocar cierto número de patrones fascinantes, ya mostrados en el análisis del liderazgo democrático versus el pre democrático. Intuitivamente, los sociólogos habrían esperado que el cambio violento produjera cambios más marcados y profundos en los tipos de dirigentes que surgen y, por tanto, alteraciones igualmente pronunciadas en sus características, ante cedentes y credenciales. Uno de los conjuntos más interesantes de características de los antecedentes son los orígenes geográficos y sociales de los políticos. La distribución de estas características puede generar consecuencias a largo plazo sobre la estabilidad y el acceso al liderazgo político.
Un estudio de la distribución generacional y geográfica de los políticos Mexicanos sugiere un hallazgo único al comparar la generación revolucionaria con la generación democrática. Una de esas variables de antecedentes es el cambiante patrón del porcentaje de políticos procedentes de entornos rurales. En México, durante el periodo prerrevolucionario no surgió ningún patrón consistente, aparte de que las comunidades urbanas estaban abrumadoramente representadas. Entre 36 y 46% de las generaciones procedentes eran de orígenes rurales. Si comparamos la generación de la década de 1880 (cuadro VIII.1) con la generación anterior, el porcentaje de políticos de origen rural aumenta 12%. Lo importante es observar que en la siguiente generación, nacida en la década de 1890, el porcentaje de políticos de origen rural vuelve a reducirse, cayendo a un nivel aún más bajo que el de la generación de 1870.
Resulta interesante que la generación democrática siga el mismo camino en que descubrimos un aumento totalmente inesperado de antecedentes rurales entre los políticos de importancia nacional, a partir del gobierno de Fox. Lo más asombroso es que el aumento de los políticos de origen rural después del año 2000 sea 20% mayor que en la generación precedente, de 1940, superando el nivel de cambio (12%) producido por la violencia revolucionaria. Asimismo, en la generación de los sesenta, al menos hasta 2009, los políticos de origen rural han seguido el patrón general histórico y longitudinal, cayendo por debajo del nivel de los cuarenta.
¿Qué explica la aguda flecha ascendente de los orígenes rurales en estas dos generaciones? En la generación revolucionaria, determinado número de características desempeña un papel, y en breve me centraré en ellas. Como lo vimos en mi anterior estudio del reclutamiento de políticos en el siglo XIX, la generación revolucionaria estuvo integrado por dos grupos totalmente distintos de políticos: los que lucharon en la fase violenta de la Revolución como miembros de grupos guerrilleros o de las fuerzas constitucionales, y los que nunca empuñaron las armas. Estos grupos proceden de clases sociales enteramente distintas.
La generación revolucionaria, formada por quienes lucharon, representa 80% de los políticos cuyos padres eran campesinos o agricultores. “En realidad, los hijos de agricultores, campesinos y pequeños agricultores son los únicos que, en cantidades abrumadoras, lucharon con los revolucionarios. Sólo una minoría de los hijos de los otros grupos ocupacionales participó en la Revolución”. Dicho de otra manera, dos terceras partes de todos los políticos de esta generación de orígenes de clase obrera lucharon en la Revolución.
La revolución ofreció incontables oportunidades a mexicanos de clase obrera, especialmente a los de medios rurales, para aprovechar el cambio político. Este Mismo patrón se ha manifestado en otros países que han experimentado un cambio violento. En México, esta inversión geográfica duró poco entre los líderes durante los años veinte. También parece haber sido igualmente efímera en la década de 2000. La explicación del actual brote de orígenes rurales es totalmente distinta de la de comienzos del siglo XX. Una vez más, se relaciona con los orígenes de clase social pero también con importantes diferencias institucionales.
La apertura democrática, como ya hemos visto, ha ofrecido la oportunidad de alcanzar altos cargos públicos a más políticos de orígenes modestos, en general a través de la rama legislativa. La introducción de la democracia, que al principio fue producto de la competencia electoral, depende marcadamente de la rama legislativa. Dicha rama, que aumentó la representación de partidos políticos aparte del Partido Revolucionario Institucional (PRI), abrió un tanto más la puerta, entre 2000 a 2009, a mexicanos de origen rural, muchos de los cuales proceden de familias humildes.
En el capítulo sobre las características demográficas he analizado la importancia del regionalismo y de los patrones que a lo largo del tiempo surgen en la representación geográfica general de las regiones entre los políticos. Lo que es inmediatamente indiscutible en los datos presentados en el cuadro VIII.2 es que, una vez más, el cambio democrático es igual que el violento al alterar la distribución provinciana de los principales políticos. De hecho, ha producido cambios más extremos que la época de la violencia en los orígenes geográficos de los políticos.
El único cambio regional de mayor importancia ha ocurrido en el Distrito Federal. Porfirio Díaz, durante todo su gobierno, creó un liderazgo desproporcionalmente sobrerrepresentado por el Distrito Federal. Menos de 5% de la población mexicana residía en la capital del país en 1910 al final de su gobierno, y sin embargo durante todo su régimen, de 1885 a 1911, el 14% de sus colaboradores, el triple de la población incluso en tal fecha, lo consideraban su lugar de nacimiento.
Cuando los victoriosos revolucionarios consolidaron su poder en 1920, solo 5% de sus miembros (igual a la población en 1910) eran originarios del Distrito Federal, lo que representó una drástica pérdida de casi dos tercios de los lugares de nacimiento en el Distrito Federal: el mayor cambio, ascendente o descendente, de orígenes regionales entre los dirigentes revolucionarios. Las mismas explicaciones que pueden darse del aumento de los orígenes rurales pueden aplicarse, asimismo, a la perdida de políticos nacidos en el altamente urbanizado Distrito Federal. En general, los revolucionarios provenían de los estados, y los políticos no combatientes, de las ciudades grandes y de la capital. La creciente importancia de la Escuela Nacional Preparatoria como canal educativo centralizado también constituyó una ventaja para los capitalinos que podían asistir a ella sin tener que vivir con parientes o en casas de huéspedes, lo que era común de los estudiantes provincianos.
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