Libro Basta De Historias
10 de Agosto de 2013
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BASTA DE HISTORIAS
Andrés Oppenheimer
Extracto del libro:
La Obsesión latinoamericana con el pasado, y las doce claves del futuro
Armando Pérez-Merodio Corella.
Prólogo
La obsesión con el pasado es un fenómeno que, si bien está exacerbado por los festejos de la independencia, es característico de la región. Curiosamente, no he observado el mismo fenómeno en mis viajes recientes a China, la India y otros países asiáticos, a pesar de que muchos de ellos tienen historias milenarias. Entonces, vale la pena hacernos algunas preguntas políticamente incorrectas, pero necesarias. ¿Es saludable esta obsesión con la historia que nos caracteriza a los latinoamericanos? ¿Nos ayuda a prepararnos para el futuro? ¿O, por lo contrario, nos distrae de la tarea cada vez más urgente de prepararnos para competir mejor en la economía del conocimiento del siglo XXI?
Los países latinoamericanos están demasiado inmersos en una revisión constante de su historia, que los distrae de lo que debería ser su principal prioridad: mejorar sus sistemas educativos. Sin poblaciones con altos niveles de educación, la región no podrá competir con la nueva era de la economía del conocimiento, donde los productos de alta tecnología se cotizan mucho más en los mercados mundiales que las materias primas, o las manufacturas con poco valor agregado.
China, la India, Singapur, Finlandia, Suecia, Israel y otros países de diferentes colores políticos, pero que –cada uno a su manera- han logrado mejorar sus niveles educativos y reducir dramáticamente la pobreza.
Mejorar sustancialmente la educación, la ciencia, la tecnología y la innovación no son tareas imposibles. Hay cosas muy concretas, y relativamente fáciles, que se están haciendo en otras partes del mundo, y que podemos emular en nuestros países.
La crisis ha reducido el tamaño del pastel de la economía mundial, lo que deja mejor posesionados a los países más competitivos. La receta para crecer y reducir la pobreza en nuestros países ya no será solamente abrir nuevos mercados –por ejemplo, firmando más acuerdos de libre comercio- sino inventar nuevos productos. Y eso se logra con una mejor calidad educativa.
HAY QUE MIRAR PARA ADELANTE
Decía Bill Gates, a Latinoamérica le falta una dosis de humildad para darse cuenta cual es la verdadera posición de sus grandes universidades y centros de investigación en el contexto mundial. Los países de la región solo podrán insertarse de lleno en la economía de la información del siglo XXI si hacen un buen diagnostico de la realidad y dejan de creer que están así de bien, indicó.
Todos los países deben de empezar por una dosis de humildad. Tu vas a China y escuchas: “En India están haciendo esto y lo otro mucho mejor que nosotros. ¡Caramba! Tenemos que hacer lo mismo”. Esta tendencia a la humildad, que algún día van a perder, les está ayudando enormemente.
Yo acababa de regresar de varios países latinoamericanos, y en todos me había encontrado con una versión triunfalista sobre los logros de la grandes universidades latinoamericanas y sus sistemas educativos en general. No solo los gobiernos alardeaban sobre los logros de sus países en el campo académico y científico, sino que la gente parecía convencida de la competitividad de sus universidades.
Los latinoamericanos en general están satisfechos con su educación pública de lo que justifican los resultados de los exámenes internacionales. Están satisfechos sin fundamento. La mayoría de la gente en la región tiende a juzgar su sistema educativo por localidad de los edificios escolares o por el trato que reciben sus hijos en la escuela, más que por lo que aprenden.
Las universidades más prestigiadas de América Latina, están en los últimos puestos de los rankings internacionales: el de las 200 mejores universidades del mundo. Incluye una sola universidad latinoamericana, casi al final de la lista. Se trata de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que está en el puesto 190. O sea, aunque México y Brasil se ubican entre las doce economías más grandes del mundo, solo tienen una universidad en el ranking londinense y está en los últimos lugares.
Tres psicólogos por cada ingeniero
Las grandes universidades latinoamericanas están repletas de estudiantes que cursan carreras humanísticas u otras que ofrecen poca salida laboral o están totalmente divorciadas de la economía del conocimiento del siglo XXI.
Los contribuyentes mexicanos están subvencionando los estudios de más jóvenes dedicados a estudiar el pasado que a cursar muchas de las carreras que incentivan las innovaciones del futuro.
Los países asiáticos están privilegiando los estudios de ingeniería y las ciencias, limitando el acceso a las facultades de humanidades a los alumnos que obtienen las mejores calificaciones para entrar en las mismas.
Latinoamérica: Menos de 2 por ciento de la investigación mundial
No es casual que América Latina sea -junto con África- la región del mundo con menos inversión en investigación y desarrollo de nuevos productos, y con menos patentes registradas en el mercado mundial. Las cifras son escalofriantes: sólo 2 por ciento de la inversión mundial en investigación y desarrollo tiene lugar en los países latinoamericanos y caribeños.
Y casi la totalidad de ese patético 2 por ciento de la inversión mundial en investigación que corresponde a Latinoamérica tiene lugar en apenas cuatro países de la región: Brasil, donde se invierte el 62 por ciento de todo el gasto regional; México, donde se invierte 13 por ciento del total; Argentina, donde se invierte 12 por ciento, y Chile, donde se invierte 4 por ciento. Todos los países latinoamericanos y caribeños juntos invierten menos en investigación y desarrollo que un solo país asiático: corea del Sur.
No hay países que jamás hayan logrado un status tecnológico avanzado sin un porcentaje significativo de inversión privada en investigación y desarrollo.
China ha sacado de la pobreza a cientos de millones de personas en las últimas dos décadas, y todo parece indicar que lo seguirá haciendo en los próximos años. China, al igual que el resto de los países asiáticos, está mirando hacia delante, con una visión a largo plazo, mientras que muchos países latinoamericanos están mirando hacia atrás.
“Nuestros científicos triunfan afuera”
Cuando le pregunté a un a un alto ejecutivo de Microsoft cuántos investigadores latinoamericanos tiene la empresa en su principal centro de investigación, donde trabaja un equipo elite de 800 investigadores generadores de patentes, estimó que alrededor del 1 por ciento son latinoamericanos formado la mitad por brasileños y la otra mitad por argentinos, y 40 por ciento son asiáticos.
Le hice la misma pregunta a John Gage, jefe de investigaciones de Sun Microsystems, la gigantesca multinacional con sede en Santa Clara, California, que es una de las mayores tiene también 45 por ciento de chinos, e indios, y el porcentaje de latinoamericanos es aún menor que en Microsoft.
¿Y cuántos de los 8,000 investigadores hay en América Latina?: 15. O sea, menos del 0.2 por ciento.
Corea del Sur registra 7,500 patentes, Brasil 100
Los coreanos le han apostado de lleno a la educación, y han elevado su nivel de vida a un ritmo vertiginoso.
¿Qué pasó? Los caminos se bifurcaron: los países latinoamericanos se dedicaron a vender materias primas como el petróleo o productos agrícolas. Corea del Sur, al igual que años más tarde lo harían China e India, se dedicó a invertir en la educación de su gente para crear productos cada vez más sofisticados, y venderlos en los mercados más grandes del mundo.
¿Por qué no hay un Bill Gates latinoamericano?
Lo primero a lo que Gates aludió fue a la falta de una buena preparación educativa, “creo que en la mayoría de los otros países del mundo donde hubiera nacido, no habría tenido las mismas oportunidades que en Estados Unidos. Tuve una educación de muy buena calidad”.
Gates: “La clave de todo es la educación”
Pero cuando le pregunté a Gates que cosas específicas deberían de hacer los países latinoamericanos para estimular la innovación, su respuesta se centró en el mejoramiento de la calidad de la educación.
Si se estimula la curiosidad intelectual de los jóvenes por la ciencia y la ingeniería, los países pueden hacer maravillas.
“Pero la clave de todo es la educación, la calidad de la educación. De otra manera, ¿cómo se explica que Estados Unidos, con todas sus desventajas en materia de altos costos de defensa, legales y de salud haya tenido tanto éxito? Se debe a la educación secundaria y universitaria. Ése es el secreto”
Stiglitz: “La estrategia más importante”
Cuando entrevisté al premio Nobel de Economía Josep Stiglitz, estaba curioso por saber si Stiglitz coincidía con la necesidad de aumentar la competitividad de los países en desarrollo mediante una mayor inversión en educación.
Para mi sorpresa, Stiglitz apoyó la idea sin reparos: en la economía global que vendrá después de la crisis que empezó en 2008, la educación, la ciencia y la tecnología serán las claves del desarrollo económico de la región.
Para prosperar, para ser competitiva, América Latina debe modernizar
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