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Oportunidad de viajar

maye1011819 de Marzo de 2015

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Es investigador de posgrado de la UNAM y como parte de su trabajo docente ha escrito libros de texto sobre telecomunicaciones que son utilizados en varios países. Señala que “no solo fue a pasear al espacio”, aunque para toda una generación su logro sirvió de ejemplo. Todavía se le acercan para recibir un autógrafo en un viejo libro infantil escrito por él hace 20 años, cuando se convirtió en el primer mexicano en observar todo el país de un vistazo a bordo del transbordador espacial Atlantis.

-¿Te imaginabas ser el primer mexicano en viajar al espacio?

No, cuando era niño había viajes al espacio, Yuri Gagarin, el primer hombre en órbita, lo hizo en 1961; yo tenía nueve años. Vivíamos una época d guerra fría donde todo lo soviético era casi demoniaco. Aunque salió en primera plana, no fue un evento que influyó en mi vida.

-¿Cómo se presenta la oportunidad de viajar?

En 1983 ya se hablaba que México iba a tener satélites. De pronto se presenta una convocatoria para seleccionar al primer astronauta de la nación. Los requisitos eran ser mexicano, tener excelente condición física, hablar inglés, estar dispuesto a subirse a la nave, experiencia en investigación, tener facilidad de palabra y poder transmitir conocimientos. Concursaron biólogos, astrónomos, físicos, médicos y científicos de todo el país. Fuimos aproximadamente mil doctores de varias especialidades. Se fue reduciendo el grupo a consideración de las reglas de la NASA. Exámenes médicos, psicométricos, de inglés, entrevistas con los médicos y con funcionarios para ver qué tan chiflados estábamos. Cuando quedamos cinco nos mandaron a Houston.

-¿Qué sucede cuando le dicen a Rodolfo Neri que va a ser el primer astronauta mexicano?

Me inscribí porque tenía muchas ilusiones y pensé: “no voy a quedarme aquí sentado en mi cubículo, a lo mejor puedo conseguir un buen lugar”. Tenía muchas dudas, ya que nunca se había dado un concurso así. Una vez que te dicen que eres tú, todo tu entorno cambia, tu forma de actuar, tu preparación. Es una carga tremenda. Me mareé un poquito.

-¿Cómo fue tu preparación?

Hay un “paquete” para invitados, la NASA tiene su cuerpo de astronautas de carrera que son entrenados varios años; en mi caso fue intenso y corto. Entrenar, estudiar manuales y revisar procedimientos todos los días desde las siete de la mañana hasta las diez de la noche durante seis meses. No solo estás entrenándote y aprendiendo, sino que te vuelves una figura pública y todos quieren entrevistarte. Me llegaban cientos de cartas de niños.

-¿Cómo fue el 26 de noviembre de 1985?

Habíamos estado en cuarentena; el día anterior en Cabo Kennedy, sakí a correr en la tarde, había sol y fue una tarde agradable. Andaba por todos lados, de arriba para abajo, pensando que al otro día iba a estar en el espacio y preguntándome qué sucedería. Cené con mis compañeros y nos dieron unas pastillas para dormir. El día del despegue despertamos a las dos de la tarde, desayunamos y nos fuimos a la nave. El lanzamiento fue a las siete de la noche. Ya estaba todo ensayado en un procedimiento llamado “cuenta seca”, pero ese día todo era real.

-¿Cuál fue la sensación durante el despegue?

Al principio no sientes nada porque el proceso en el que vas levantándote es muy lento. No es de golpe, el arranque se da muy lento porque la Tierra no quiere soltar a la nave. Sentir la vibración y el ruido es impresionante.

-¿Cómo es el viaje?

En órbita te descontrolas porque empiezas a flotar, te mareas y se te revuelve el estómago. Te normalizas un día después. Usamos un pantalón antigravedad para que la circulación en el cuerpo fuera la ideal. Al regresar a la atmósfera de la Tierra uno se siente pegado a la silla, pues el cuerpo

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