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Banco Nacional Y Política Trunca


Enviado por   •  27 de Noviembre de 2014  •  4.647 Palabras (19 Páginas)  •  181 Visitas

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Desde hacía unos meses había comenzado a trabajar en un local de ropa de una reconocida marca. Éramos varias personas encargadas del comercio y la venta, entre todos mis compañeras de trabajo podías encontrar algunas vendedoras, una encargada de la supervisión general, cajeras y... a un solo hombre, el guardia de seguridad. Todos formábamos parte del grupo de trabajo diario, y cada uno hacía lo suyo sin interferir en otras áreas, por este motivo estaba terminantemente prohibido las relaciones personales entre los empleados, al menos durante el trabajo. Sin embargo, se habían oído algunos rumores de que el guardia había mantenidos relaciones con la encargada y con una de las cajeras después de hora, cada una por su lado y mientras todos se preparaban para irse. Ellas, sin saberlo, habían caído en las garras de este joven que todas en secreto apodaban "el rompe-parejas", pues se decía que disfrutaba cogiendo con mujeres casadas o en pareja, un grupo del que yo formaba parte. Romina, la encargada, era una mujer de 32 años, esposa y madre; Carla, la cajera, estaba en pareja cuando todo ocurrió, pero se cruzó con el mejor amigo de su novio a la salida del hotel alojamiento y ese fue el fin de su relación.

Juan Cruz era el nombre de aquél guardia, y trabajaba todo el día desde que durante un asalto a mano armada habían herido al guardia anterior. Desde que comenzó a estar todo el día en el local, esperaba la salida para quedarse charlando conmigo y hacía evidente el interés por mí. Yo trataba de ser amable, aunque de no darle mucha bolilla por lo que las otras empleadas me habían dicho de él. En cierta medida me atraía, pues es un pibe joven y es muy bonito. Además se rumorea que tiene muy buen físico, debido a la profesión y a algunas horas de gimnasio. Aunque trataba de rechazarlo, comenzaba a coquetear sin quererlo. Poco a poco se ganaba mi confianza, con halagos y sobretodo con mucho respeto. Entonces comencé a pensar que mis amigas eran las equivocadas, que aquél joven solo buscaba una relación amistosa conmigo y que sus intenciones no eran malas, lamentablemente me estaba equivocando muy feo, pues poco a poco caía en sus garras.

Las invitaciones cayeron pronto: primero se ofreció a llevarme al trabajo, pasarme a buscar por la casa de mi madre e irnos juntos hasta el local. Después de rechazarle esa invitación por motivos obvios, esperó una semana antes de invitarme a tomar algo, otra oferta que también rechacé. La tercera fue la vencida, pues me encontró camino a la universidad un día que debía rendir, estaba atrasadísima y no tuve otra opción que aceptar. Era un sábado por la mañana, había pedido permiso en el local para faltar y asistir al último examen del segundo año de la carrera de diseño de interiores, en una universidad que te da las facilidades como para poder trabajar y llevar los estudios en perfecta armonía. Cuando llegamos a la puerta habían pasado cerca de media hora de examen, y no tenía intenciones de entrar a desaprobar en un parcial hecho a las apuradas y con los nervios de punta, así que decidí no asistir y preparar directamente el examen recuperatorio. Él se ofreció a llevarme a casa, antes de responder bajé la cabeza, miraba mi pantalón de jean para ocultar los lagrimones de bronca y odio hacia mi misma, no podía ser tan tonta de haber perdido la oportunidad de rendir después de todo el tiempo que había estado preparándola. Tenía mucha bronca e impotencia, no podía haber sido tan tarada. Cuando se percató de mi llanto, me levanto la cabeza tomándome del mentón y me secó las lágrimas con los dedos. Me consoló y me sacó a dar una vuelta, a pesar de que estaba llegando tarde a su trabajo no le importó pasearme por el centro y hacerme reír casi a carcajadas con verdadera gracia, pronto había olvidado lo de el examen y pronto había olvidado que estaba de novia, nos estábamos besando. Cuando me llevó a casa, me bajé en la esquina y antes de separarnos nos besamos casi con desesperación. Quedamos en encontrarnos el jueves, a la salida del trabajo.

El jueves llamé a mi novio antes de salir del trabajo excusando que no me sentía bien, que me iba a tomar el colectivo que me deja directo en la esquina de casa y que no se preocupe, que al día siguiente nos veríamos. Antes de salir me fui a sacar la ropa del trabajo al vestuario con las demás empleadas, que se sorprendieron al ver los cambios cuando salí de blusa, jean ajustado y unas botas altas de un color marrón clarito. Antes de retirarme llamé a mamá, para avisarle que salía con las compañeras del trabajo y que si llamaba mi novio le dijese que me había acostado porque no me sentía bien, que ella sabía lo celoso que era y que no quería tener problemas con él. Una vez que dejé todo en orden me dispuse a salir del local, justo en el momento en que la encargada comenzaba a marcar los números de la alarma.

Al salir, vi que Juan Cruz esperaba en su auto a media cuadra de donde estábamos, me dí cuenta inmediatamente que trataba de ocultar el hecho de que me iba con él, ahí percaté que talvez algo de razón había en las versiones de sus amoríos con otras empleadas, pero ya a esa altura poco me importaba y sólo pensaba en disfrutar de esa noche. Nos fuimos directamente a una confitería de la zona, nos sentamos en una mesa junto a la ventana que daba a la calle y pedimos vino espumante al mismo tiempo que un cantante solista comenzaba su show. Después de unas cuantas charlas intrascendentes el alcohol y el ambiente ayudaron para que nos besáramos pronto, él se paró y se sentó del mismo lado que yo estaba, en ese tipo de sillón doble que se han puesto de moda en pub's de buena categoría. Comenzaba a besarme al mismo tiempo que su mano recorría mi cuerpo, pasaba por mis pechos, mi espalda y mi cola sin detenerse en ningún lugar en particular. Hasta que una de sus manos se detuvo en mi blusa y con dos dedos comenzó a desenganchar unos de los botones del centro de la prenda dejando libertad para poder meter su mano y tocar mis senos. Cuando logró su cometido, metió su mano y la coloco por encima de mi pecho izquierdo, masajeándolo y manoseándolo con desesperación. Sus movimientos comenzaron a excitarme, y mis pezones comenzaban a ganar rigidez. Tirando de la copa del corpiño liberó mi teta, y abalanzó el manoseo sobre ella palpando cada centímetro y estrujando el pezón que había logrado ganar su atención, totalmente duro y desafiante. Mi cara apoyada en su hombro, mis labios entreabiertos dejaron escapar más de un gemido que fue absorbido por la música del lugar, Juan Cruz no dejaba de comerme el cuello a medida que seguía jugando con mi pecho. Realmente estaba disfrutándolo y poco a poco comenzaba a humedecerme, necesitaba que escapáramos de allí pronto, estaba comenzando a excitarme y todo se volvería más provocador si antes no

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