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Ciudadanía, educación y comunicación ambiental

Digo VillamizarEnsayo30 de Noviembre de 2018

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Ciudadanía, educación y comunicación ambiental:

¿Cómo puede la comunicación ambiental fomentar la ecociudadanía y de paso contribuir en la solución de los problemas ambientales?[1]

Juan Pablo Mojica Navarro[2]

juanpanet@gmail.com

Facultad de Ciencias de la Comunicación

Corporación Universitaria Minuto de Dios

Bogotá, Colombia

abril de 2011


Resumen

Esta ponencia es una reflexión sobre cómo se constituyen las ciudadanías hoy en torno a lo ambiental y la naturaleza, la manera en que los procesos formativos y educativos han enfrentado la crisis ambiental y el papel estratégico que puede cumplir y cumple la comunicación ambiental.  Se recorren los dos primeros conceptos tratando de hilarlos por la presencia de la comunicación como proceso diferenciado pero estructurante, para finalizar evidenciando la importancia de la comunicación ambiental en la actual crisis.

Palabras claves

Ecociudadanía, biopedagogía, educación ambiental, comunicación ambiental.


Ciudadanía, educación y comunicación ambiental:

¿Cómo puede la comunicación ambiental fomentar la ecociudadanía y de paso contribuir en la solución de los problemas ambientales?

Introducción

Cada día las noticias sobre los desastres ambientales son más frecuentes en las noticias, incluso en las conversaciones cotidianas.  Que si hace frío, que si calor, que si las lluvias e inundaciones, que si los alimentos escasean o no, que si el cambio climático y un largo etcétera.  Los eventos ambientales están en nuestra vida querámoslo o no. Aunque nuestras explicaciones ni siquiera den cuenta de nuestra responsabilidad en dichos hechos.  Incluso aunque en la mayoría de casos neguemos ser parte de la naturaleza, desgracia heredada desde siglos atrás de la modernidad europea (Mojica Navarro, 2007), y la consideremos nuestra enemiga u objeto de dominación.

Y, si la naturaleza nos está hablando, ¿no será mejor intentar escucharla?, incluso, ¿hablar por ella? (Cox, 2010).  Seguro que si hacemos el esfuerzo por escucharla nos daremos cuenta de los efectos nocivos que hemos causado.  Como ejemplo pensemos en el cambio climático.  Desde hace dos décadas, aproximadamente, este fenómeno, también llamado calentamiento global es un campo de batalla científico (Intergovernmental Panel on Climate Change -IPCC-, 2010; International Climate Science Coalition, 2010) en el que algunos aseguran que es antropogénico y otros que se debe a los cambios cíclicos de temperatura que sigue el planeta de manera natural por convergencia de varios aspectos[3].  En cualquier caso, siendo el más importante, no es el único tema ambiental por el que hay que preocuparse.  A pesar de la batalla en la ciencia y sus discursos no sólo sobre el cambio climático, está claro que el planeta se ha calentado y eso tiene unas consecuencias importantes y visibles para todos los seres que vivimos en él.  ¿La sociedad está informada suficiente y claramente al respecto?  Creo que no.  ¿Entiende lo que ocurre y lo que puede hacer?  Tampoco.  ¿Existe una cultura ambiental?  Incipiente.  Entonces, ¿cómo puede la comunicación ambiental fomentar la ecociudadanía y de paso contribuir en la solución de los problemas ambientales?

Ciudadanía, educación y comunicación ambiental

Ciudadanías, Democracia, Esfera Pública y Medio Ambiente

La ciudadanía se construye en la cotidianidad con cada acto por pequeño que sea.  Toda acción nos define como un tipo de persona y como un tipo de ciudadano.  Dime con quien andas y te diré quién eres, dice el dicho, pero también podría decirse dime qué piensas, qué haces y te diré qué clase de ciudadano eres.  Pero, ¿qué esperar de un ciudadano en las actuales circunstancias ambientales nacionales, regionales y planetarias?  ¿Qué rol juega la comunicación para que los ciudadanos y la sociedad actúen en consecuencia con dichas circunstancias?

Se comienza a hablar en las dos últimas décadas de la ciudadanía ecológica, de la ciudadanía ambiental y de la misma ecociudadanía.  Hablemos de la primera.  La ciudadanía ecológica es entendida como eje de la sostenibilidad.  Es decir, los ciudadanos actuando más que exigiendo.  Comprometiéndose con su entorno, cumpliendo deberes frente a él.  Ciudadanos que no dejan de serlo por estar en el ámbito publico o privado, desde donde actúan más allá de toda frontera nacional debido a que tienen la capacidad de entender la interdependencia entre los problemas y asuntos ambientales locales y globales.  Su postura política vincula en su conciencia y en sus actos a la naturaleza con la sociedad, pero también a las sociedades y generaciones del futuro.  Este acto, se da sin esperar nada a cambio, pues lo hace para sí mismo, claro, pero también pensando en quienes no pueden retribuirle (Dobson, 2001).

Es necesario distinguir entre ciudadanía ecológica y ciudadanía ambiental (Valencia Saíz, 2009).  La primera es de carácter cosmopolita, privada, se basa en la justicia y se supeditan a ella el cuidado y la compasión como características y no tiene ánimo contractual, mientras que la segunda, “intenta extender el discurso y la práctica de los derechos en el contexto medioambiental”.

Un ciudadano ecológico que actúa en lo público y lo privado construye un tipo de sociedad de acuerdo a sus actos.  Ese proyecto de sociedad puede ser llamado sustentable, si se quiere.  El camino que separa esos actos individuales del ciudadano ecológico de una sociedad sustentable es la cultura.  Cultura entendida también como aquella en la que el conjunto de actuaciones, políticas, inversiones, éticas, etc. están ligadas a la responsabilidad presente y futura por la vida.  Lo ambiental es todo aquello que permite, sostiene y favorece la vida y la coexistencia entre especies hijas de la Tierra, Gaia, Pachamama o Amalur.  Por lo tanto el objeto de la ciudadanía ecológica, de la cultura ambiental, es la vida misma, no sólo humana, sino de todas las especies hermanas. “El reto de la ciudadanía del presente es convertirse en ciudadanos ecológicos, un desafío y una oportunidad para vivir en un mundo mejor” (Valencia Saíz, 2009).

Por su parte Gudynas (2009) afirma, desde América Latina, que es necesario descolonializar el concepto de ciudadanía occidental pues este:

Alberga concepciones de una Naturaleza separada de los humanos, un ordena- miento social y político aplicado desde la época de la colonia, y una visión de la evolución de la sociedad como un progreso de base material y mayor control sobre el entorno.

La propuesta de Gudynas es no encasillar ni lanzar una posible definición de ciudadanía ecológica, sino más bien reconocer la diversidad de maneras de ser humanos en relación con los asuntos ambientales.  La única manera de avanzar en una definición , dice, es hacer una profunda crítica a la modernidad que elimine la distinción entre sociedad y naturaleza.  Explica Gudynas, que los Aymara no se definen ni entienden como individuos, sino desde las relaciones que los vinculan con, por ejemplo, la comunidad, “a los difuntos y al mundo natural”.  Son y “se hacen sujetos en tanto son parte de”.  En el caso de los Macuna en Colombia, los animales y las plantas son concebidos como personas, incluídos sus atributos, por lo cual, desde esta perspectiva se entenderían como ciudadanos.  Nada de lo anterior encaja con las definiciones individualistas de occidente ni con la dicotomía sociedad naturaleza.  Aunque Gudynas no lanza una definición considera que tres aspectos son fundamentales con respecto a la ciudadanía ambiental:  potenciar y garantizar la participación, ejercer el control social  sobre los recursos naturales y acceder a la información.

La ecociudadanía se refiere a la condición en la que todo ser humano es partícipe de la soberanía mundial, más allá de su nacionalidad, y sus decisiones se refieren al desarrollo humano de “todos los habitantes del planeta, mediante la satisfacción de sus necesidades, sin comprometer el de las futuras generaciones” (De la Rasilla, 2010).  La ciudadanía global o mundial es compartida por de la Rasilla y Dobson.  Ambos ven el acto ciudadano como una preocupación situada en el futuro, pero que además escapa del contrato social tradicional con el Estado-Nación.

El proceso de participación, de acciones y de las preocupaciones ambientales de los ecociudadanos, expresa claramente unas nuevas formas de reconocer su entorno, su territorio, las interrelaciones planetarias, la dicotomía sociedad/cultura naturaleza y también las relaciones con el Estado-Nación.  Reconoce el fraude histórico de la modernidad acerca de la separación de reinos en el planeta, reconoce las afectaciones e interdependencias ecosistémicas, pero sobre todo reconoce el valor de sus actuaciones ante la crisis ambiental incluso si no hace nada para cambiarlo. A su vez, con todo lo anterior, jalona hacia unas nuevas formas democráticas, hacia una nueva democracia, en la que la representación comienza a dar paso al costado y en la que el ciudadano toma el protagonismo de las acciones.

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