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¿De qué otro modo podrían ser los seres humanos?

facultad3194Tarea17 de Enero de 2018

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Universidad Nacional de La Pampa

Facultad de Ciencias Humanas

Profesorado y licenciatura en Ciencias de la Educación

Taller de integración I: Sujetos de la educación

Durán Ma. Belén- Regojo Ana Liza

Nos-otros y la alteridad

…Simplemente se asoma en el balcón

De su casa o recorrer las calles,

No importa de qué aldea o populosa ciudad,

Y enseguida se le colman los ojos

De variedades múltiples de seres humanos

Ofreciéndole diversísimas formas de hacer la vida.

Formas que van de acuerdo

Con la raza, el color, el sexo,

La ocupación, la edad, los intereses,

La fortuna, el amor, los fracasos también,

Las deficiencias…

Sólo con observar cómo se mueven,

Qué firme o vacilante es su figura,

Qué luz o sombra asoma en su mirada,

Se extiende hasta límites inmensos

La lista o el catálogo de la diversidad.

                                                                 ¿De qué otro modo podrían ser los seres humanos?..

INTRODUCCION

Como futuros docentes, creemos que es indispensable tener un conocimiento acerca de la diversidad de las culturas que encontraremos en las aulas, esto nos permitirá afrontarlo de una mejor manera.

Somos conscientes que a pesar de que la escuela no es reproductora mecánica de los procesos de discriminación y de desigualdad que hoy se encuentran en la sociedad, ésta en alguna forma cubre y naturaliza esta situación, al conformarse por políticas  que apuntan a una escuela homogénea que se ve como representante de la cultura de la sociedad, que poco a poco va excluyendo a aquellos estudiantes que no poseen las competencias que el trabajo escolar requiere.

Con el fin de describir esta situación, nuestro trabajo comenzará con una descripción del contexto en el que surgen las diferentes culturas, seguido a esto haremos referencia acerca de las identificaciones y representaciones que tienen lugar en las sociedades y específicamente en el contexto escolar.

La escuela no es responsable única de esto, ya que otras instituciones, voceros, funcionarios del campo de la política y gran parte de los medios de comunicación son productores inconscientes o no de diferencias, de desigualdad y diversidad de aquello que es “diferente”.

Nosotros nos avocaremos específicamente en la educación argentina, quien lejos de ser homogénea, vemos, a través de una dimensión histórica, que la cultura escolar es más bien heterogénea y contradictoria. Al hablar de ésta escuela vemos que no es posible aislar determinadas prácticas, discursos o comportamientos que se observan en clase al considerar a la cultura social sólo como contexto, como si fuera una realidad externa al salón de clases.

En palabras de Rockwell (1997) “la cultura es constitutiva de todo lo que ocurre dentro de la escuela”, es también formadora de un nosotros y de un otros. Por esto también detallaremos aquí, cómo a lo largo de la historia la educación argentina ha tratado, sin éxito, desarrollar su función compensatoria.

Desarrollo

La existencia en las ciudades múltiples culturas tiene origen fundamentalmente en el fenómeno de las migraciones, que nunca antes en la historia de la humanidad se ha producido como en este siglo. Esto se debe, entre otras razones, a la búsqueda de mejores condiciones de vida para la familia, de nuevos horizontes culturales, intelectuales y económicos o un acceso a la sociedad de consumo.

Consecuentemente se produce la existencia de conglomerados urbanos, que poseen características culturales que son comunes con subgrupos de culturas de diferente procedencia, asentadas en la ciudad y que forman parte de su paisaje urbano, como también de regiones o ciudades donde éstas influyen.

La multiculturalidad es la convivencia de varias ciudades en una misma superficie urbana, la coexistencia de múltiples grupos étnicos.

En la Argentina, la presencia de inmigrantes de los países limítrofes o no, proyecta hacia nosotros mismos una imagen que no queremos reconocer y que depositamos en el otro.

La agudización de las prácticas discriminantes se produce dentro de una fuerte crisis económica, la cual es producto de transformaciones profundas que se producen en el escenario mundial, marcando una reconversión del capitalismo.

A partir de los años ¨70, como consecuencia del recrudecimiento de ésta crisis, tiene lugar una crítica al modelo de “estado social”, que va quedando en manos de las tendencias neoconservadoras y neoliberales.

Este nuevo tipo de Estado da lugar a la reaparición del darwinismo social, con su lógica propia, en la cual se salva el mejor.

Este modelo de Estado fomenta la construcción de las sociedades dualizadas, por medio de privatizaciones, individualismo y competencia. En el mercado, quienes aseguran el éxito en la “libre competencia” son las capacidades naturales de cada individuo. En el hay perdedores y ganadores, fuertes y débiles. La “pobreza” se entiende como una marca que estigmatiza y avergüenza, ya que a partir del neo-darwinismo los pobres no poseen la capacidad o la aptitud como para poder tener una inserción en el mercado.

El modelo no es cuestionado como quien produce la exclusión, ya que al naturalizar la desigualdad se culpa a los sujetos, produciendo un desplazamiento del espacio  donde se resolvían los conflictos: del Estado a la sociedad civil.

En nuestro país, a través de la política de ajuste estructural, que tiene por objeto sanear la economía, aumentar la competitividad y la productividad, se acentúa la desocupación y la pobreza, debido a que se enfrenta a la competencia internacional en un marco de desigualdad económica y tecnológica.

Con la conformación de los Estados-Nación se produce una definición moderna de la extranjería: extranjera es aquella persona no perteneciente al Estado en el cual estamos; es quien no tiene la misma nacionalidad. El extranjero es pensado en términos de poder político y de derechos legales. Para aquellas personas nativas de la sociedad el extranjero genera cierto “miedo”, al que Freud advirtió como un

mecanismo inconsciente, llamado inquietante extranjería. Esta sería la vía por la cual se introduce el rechazo fascinado al otro en un nosotros mismos, se lo ve como un extraño país de fronteras y de alteridades construidas derivadas incesantemente.

Freud propone que no reifiquemos al extranjero, que no lo miremos como tal, y así no fijarnos tampoco en nosotros. Si nuestra inquietante extranjería es reconocida por nosotros, reconoceríamos el extraño que está en mí y en consecuencia, nos miraríamos todos como extranjeros.

Nosotros y los otros… ¿con quién me identifico?

Debido a la manera en que se organiza nuestro lenguaje y a la que estamos educados, cada uno de nosotros se identifica constantemente en una actitud de disputa.

“Yo” me sitúo a mí mismo, me identifico con un “nosotros”, que se diferencia con algún “otro”. Dependerá del contexto lo que “nosotros” somos, o lo que el “otro” es. De acuerdo con su relación para con nosotros mismos, “nosotros” le atribuimos cualidades a los otros.

Ambas partes saben exactamente como se “espera” que el “otro” se comporte y mientras éstas expectativas se cumplen, todo funciona con un buen orden y disciplina.

En la sociedad, debido a que el comportamiento de clase que se exhibe es una respuesta a estímulos externos siempre, se reconoce a alguien como de nuestra clase, porque se sabe que lo es. Todo lo que no resulte familiar, define con inmediatez a la persona en cuestión, como un extraño con el que toda relación de amistad, de igualdad es imposible. Si en la forma de entenderse, se presentan diferencias exclusivamente marcadas, pensamos que el extraño es un extranjero, si son diferencias pequeñas buscamos una solución de compromiso, lo aceptamos como es, pero no lo aceptamos como “de nuestra clase”.

Retomando la idea de identificación, podemos establecer, según Frigerio, (2002), que es aquello que nos une, que nos incluye en un conjunto sin desligarnos de él. Las  identificaciones tienen muchas razones, que a veces no son evidentes.

Tanto las identidades sociales como las personales, entran en crisis cuando se modifican las estructuras e instituciones políticas y sociales, cuando las representaciones del mundo y la sociedad cambian. El sujeto que somos, aquel que soy yo; como consecuencia de esto, ya que no sabe quién es él, no se reconocen entre sí ni a sí mismas las personas, tampoco hay expectativas en las acciones propias y ajenas, se producen dudas acerca de cómo educar a los niños, tampoco se sabe qué hacer, y lo peor es que los sujetos se contradicen con sí mismos y consigo mismos. Debido a esta crisis de las identidades se produce una crisis de las representaciones sociales.

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