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ESTIGAMA Y GENERO

Estefania QuintanaEnsayo7 de Marzo de 2021

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Estigma y género

     El estigma puede ser considerado como una marca o cicatriz que se puede obtener en el cuerpo debido a una caída de manera natural o accidente casual; a nivel social se puede considerar como el rechazo por las creencias o características propias de una persona, que van en contra de las normas culturales aceptadas. Dentro de este tema se pretende explicar al estigma como una enfermedad mental que puede desarrollarse a lo largo de la vida, ya sea por el rechazo o la imagen negativa que presenta el entorno social a la persona que la padece (Wirth & Bodenhausen, 2009).

     Un claro ejemplo al cual se puede hacer referencia es a las personas que padecen esquizofrenia debido a su alto nivel de violencia e impredecibilidad no se les permite trabajar o vivir  fuera de una institución mental; además, su entorno familiar, círculo social tienden a mantener una indiferencia o discriminación la que se puede considerar como un fenómeno que vulnera los derechos sociales y la dignidad de las mismas. El estigma social convierte a una persona en diferente a los demás, e incluso inferior con respecto a la figura común y corriente de un individuo, pues las creencias y actitudes, conducen a la sociedad a rechazar a quienes perciben como diferentes (Corrigan & Watson, 2008).

     El presente trabajo examina un factor social en el cual se puede moderar el estigma de la enfermedad mental; en base a los estereotipos sobre las personas con enfermedades mentales centrándose en la violencia, peligrosidad y la dependencia e incompetencia que poseen. Estas dimensiones pueden llegar a ser mapeadas inclusive dentro del rol sexual; los hombres son más propensos que las mujeres a ser identificados como violentos, mientras que las mujeres son más propensas que los hombres a ser señaladas como dependientes (Pereira & Cardoso, 2015).

     Si se llegara a examinar en cuestión del género de una persona con una enfermedad mental se logra moderar el nivel de estigma que experimenta, en base a investigaciones anteriores se ha llegado a sugerir que las mujeres generalmente están sujetas a menos estigma de enfermedad mental que los hombres; cuando no se considera el grado en el que los síntomas de una  enfermedad mental pueden corresponder en base a las expectativas de género. Sin embargo en función de datos actuales se considera que hay una mayor estigmatización hacia las mujeres con problemas psicológicos (Sáenz & Mazzanti, 2011).

     El estigma es un estado desacreditado debido a alguna marca o condición externa, como una enfermedad mental, esto provoca que personas que necesitan ayuda no recurren a ella, por miedo al rechazo social o a la pérdida de oportunidades de trabajo y estudio, acarreando consigo problemas emocionales y psicológicos que en los peores casos pueden perjudicar el bienestar  físico y psicológico de la persona afectada. En la actualidad la sociedad crea lugares específicos en los cuales se insertan a los individuos, que cumplen con el estándar socialmente aceptado, mientras que los que no cumplen son excluidos (Chandra & Minkovitz, 2012).

     Los sujetos adquieren una identidad dentro de la sociedad, que es una categoría en la que se van a encontrar sus atributos y rasgos reales, pero cuando no se cumple con el requerimiento de los componentes de las mismas, se puede aludir al término de abominaciones corporales. En la actualidad, los seres humanos que poseen una estética diferente a la habitual, son estigmatizados y discriminados, así el estigma pasa ser el principal desacreditador de los mismos (Ojeda, 2013).

     Las personas que tienden a castigar la desviación de género, muestran un ejemplo claro de estigmatización, generando así una reacción violenta en aquellas personas que son víctimas de esto. Es decir, un individuo que muestra características y cualidades atípicas con su género pueden ser estigmatizada en mayor medida que las persona que muestra una tipificación correcta, pudiendo esto generarse desde muy tempranas edades, cuando en la crianza de los hogares rige un modelo machista (Conley, Ziegler, & Moors, 2012).

     El estigma de las enfermedades mentales, está influenciado en gran medida por el origen étnico como es el caso de las personas de descendencia afroamericana; a lo largo de la historia han sido víctimas de discriminación, y esto se ha dado debido a la ideología y los prejuicios latentes en la sociedad. Uno de los aspectos positivos que se puede rescatar, es que debido a la estigmatización a la que se exponen las personas de color, son individuos que se preocupan más por su salud mental y ponen énfasis en la búsqueda de ayuda, cuando se suscita el problema mencionado con anterioridad (Bodenhausen & Lichtenstein, 2014).

     Los efectos del género y el estigma son menos claros y dependen de las actitudes o comportamientos discriminatorios que se perciben de los demás; existe una infinidad de personas cuya identidad de género es diferente a la que nacieron, se puede mencionar como ejemplo a los homosexuales y lesbianas, quienes en un gran porcentaje son víctimas de estigmatización; siendo las mujeres menos propensas a discriminar, pues aceptan mejor y con más empatía a aquellas personas cuya expresión de género es diferente (Costrich, Feinstein, & Kidder, 2011).

     Los hombres en algunas ocasiones, tienden a estigmatizar a las personas cuya identidad de género es diferente, debido a que desde pequeños son influenciados por el machismo de los hogares en los que crecen. Existen casos en que por miedo al rechazo social, personas del género masculino no se han atrevido a dar a conocer su verdadera identidad, son individuos reprimidos que desarrollan graves problemas psicológicos, afectando su bienestar físico y mental; y en los peores casos, llevándolos a cometer actos que pueden dañar su integridad o causar la muerte de los mismos (Dijker, 2014).

     Las personas que han pasado por casos de enfermedad mental propios de ellas o cercanas por medio de un familiar saben lo difícil que es enfrentar la misma y más si genera un estigma social. En el mundo existen miles y miles de personas, que son influenciadas por la sociedad, se dejan llevar por comentarios e ideas de los demás, antes que por sus juicios propios, tienen miedo a que la expresión de su palabra, no sea aceptada en su círculo social, creando personas cuyas acciones pueden causar daños a nivel emocional en los demás, siendo esto más evidente en los casos de discriminación hacia las personas de diferente género (Eagly & Crowley, 2015).

     La educación ha demostrado ser parte fundamental en el desarrollo de los individuos, pues las personas que han obtenido un mayor nivel de escolaridad poseen un conocimiento más profundo de los trastornos mentales, lo que, a su vez, conduce a una menor aceptación del estigma. Es decir, aquellas personas con un nivel de educación superior son menos propensas a estigmatizar a personas con enfermedades mentales debido a su conocimiento y conciencia de que los actos discriminatorios pueden lastimar a los demás (Gordon, 2013).

     Anualmente, una quinta parte de los 17 millones de adolescentes en Estados Unidos tienen un trastorno de salud mental diagnosticable con al menos un deterioro funcional leve, pero más del 70% de los adolescentes que padecen uno de estos problemas no reciben la atención necesaria, debido a que se les infunde la idea absurda de que si poseen un afección mental es porque están locos, razón por la cual muchos prefieren guardar silencio, y no tratan sus trastornos a tiempo. Se pueden considerar otros factores por los cuales los adolescentes no buscan ayuda dentro de los cuales están la falta de reconocimiento del problema, los comentarios y actitudes negativas de las personas que los rodean (Farina, 2012).

     Sin embargo, el uso de los servicios de la salud mental, ha ido aumentando, puesto que cada día son más las personas que buscan ayuda cuando no pueden dar una solución a un problema por sí mismos, existen muchos psicólogos en el mundo dispuestos a tratar trastornos emocionales; inclusive en las nuevas políticas establecidas en Latinoamérica, la salud mental es considerada igual de importante que la salud física, puesto que se ha comprobado que de nada sirve que un cuerpo esté sano, cuando a nivel psicológico no es así. Existen muchas campañas acerca de los trastornos mentales que se llevan a cabo en diferentes países que tratan de prevenir estas afecciones o que las personas busquen la ayuda que necesitan (Creiser, 2015).

     En el Ecuador, las campañas contra la discriminación han aumentado evidentemente, puesto que es uno de los problemas que acongoja a la sociedad, de alguna u otra manera afecta el bienestar físico y emocional de las víctimas. Estas campañas han logrado reducir en cierto porcentaje la discriminación, pero no se ha solucionado el problema, pues tratar de cambiar la mentalidad de las personas es muy difícil, aunque tomen terapias o busquen ayuda, siempre va a existir la predisposición de mostrarse, tal y como son frente a la sociedad (Mora & Bautista, 2015).

     Las diferencias de género en el uso de los servicios de la salud mental van disminuyendo cuando se ajustan a las características socioeconómicas y al estado de salud, la mayoría de la  información sobre los roles sociales específicos de género, como las nociones de masculinidad y feminidad, explican por qué en la actualidad han surgido diferencias en cada una de las poblaciones existentes. Es decir, a medida que los jóvenes que se hacen adultos tienden a marcar una estigmatización acerca de la ayuda psicológica recibida (Ottati & Newman, 2017).

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