Epigenética y Lamarck Una nueva oportunidad para Lamarck

Una nueva oportunidad para Lamarck

Desde 1859, con la publicación de El origen de las especies, la evolución se ha concebido bajo la teoría de la selección natural propuesta por Charles Darwin, la cual describe que las especies evolucionan como resultado de cambios en los rasgos hereditarios físicos o de comportamiento, que se ven favorecidos por las nuevas condiciones ambientales, es decir, se seleccionan los organismos cuyas características les permiten sobrevivir y en consecuencia, pueden generar descendencia (Usaquén, 2009). Sin embargo, la selección natural de Darwin es sólo uno de los mecanismos de evolución, el cual concibe al ambiente como la fuerza selectiva, sin embargo, ¿el ambiente podría ser el agente causal de la misma evolución?, ¿podría el ambiente generar (y no seleccionar) cambios en el fenotipo de los organismos que sean heredables?

Esta posibilidad fue concebida por Lamarck en su teoría de la evolución, la cual ha sido motivo de burla y se ha enseñado como ejemplo de lo que no sucede en la evolución de las especies, esta teoría se ha considerado como una explicación de carácter finalista o teleológica, lo que ha generado repulsión en el mundo científico. Para ilustrar lo anterior cabe mencionar el ejemplo típico de cómo evolucionó la jirafa, descrito por Lamarck en Philosophie Zoologique en 1809: “It is interesting to observe the result of habit in the peculiar shape and size of the giraffe: this animal, the tallest of the mammals, is known to live in the interior of Africa in places where the soil is nearly always arid and barren, so that it is obliged to browse on the leaves of trees and to make constant efforts to reach them. From this habit long maintained in all its race, it has resulted that the animal's forelegs have become longer than its hind-legs, and that its neck is lengthened to such a degree that the giraffe, without standing up on its hind-legs, attains a height of six meters ” (Gould, 2002). Imaginando el escenario en el que pudieron evolucionar las jirafas, donde la comida era escasa y se encontraba en la copa de los árboles, éstas debían adaptarse para sobrevivir, por lo cual estiran sus patas delanteras y cuello, respondiendo a la presión generada por el ambiente. Según Lamarck, las variaciones en el ambiente podrían inducir cambios en el hábito y en las necesidades de los animales, con lo cual responden por medio de modificaciones morfológicas o comportamentales. Para Lamarck el ambiente es el agente causal del cambio, estos cambios son dirigidos (responden particularmente a la presión del ambiente), son caracteres adquiridos (no presentes en sus antecesores) y además, pueden ser heredables. Pero ahora, la gran pregunta es: ¿la evolución de Lamarck en verdad puede ocurrir y ocurre en la naturaleza?

Actualmente se ha relacionado esta teoría evolutiva de Lamarck con la epigenética. La epigenética es el estudio de toda la información en las células que influye en la expresión génica, pero no está directamente codificada en el ADN. un fenómeno epigenético, puede ser metilación en el ADN o modificaciones en las histonas, este tipo de cambios genómicos pueden ser producidos por factores ambientales que modulan la aparición y el mantenimiento de las modificaciones epigenéticas (Weinhold, 2006). Si se relaciona la epigenética con el lamarckismo, se evidencia que en ambos, el ambiente actúa como el causante de los cambios, dichos cambios son adquiridos (no genéticos) y además, pueden ser heredados.

Un ejemplo de modificaciones epigenéticas en la naturaleza está dado por Toxoplasma gondii, un parásito intracelular obligado, cuyo ciclo de vida comienza en el hospedero definitivo, el gato. Este parásito cuenta con un mecanismo de propagación muy particular e interesante, es capaz de alterar el comportamiento natural del hospedero intermediario (ratón) de tal forma que pueda favorecer su transmisión al hospedero definitivo. El ratón infectado con Toxoplasma g. cambia su respuesta comportamental frente

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