Filosofia
debisanchez28 de Abril de 2014
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GRAMSCI, FREIRE Y LA EDUCACION POPULAR: A PROPOSITO DE LOS NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES
Luis Rigal
1. Nuevos actores sociales en Argentina
1.1. UNA PERSPECTIVA HISTORICA DENTRO DEL MARCO LATINOAMERICANO
En su origen, el término movimientos sociales alude a nuevas formas de acción colectiva de sectores de la sociedad - afectados en cualquiera de las dimensiones de su condición ciudadana por las políticas vigentes - que se organizan para reivindicar sus derechos.
Estos movimientos que surgieron en América Latina en las décadas de los 70´ y los 80´, resultaron novedosos en relación al movimiento obrero clásico y a las organizaciones políticas porque expresaban públicamente temáticas y conflictos que tradicionalmente se habían considerado como propios del ámbito privado - respeto por las diferencias de género o de etnias; preservación del medio ambiente; recuperación de la propiedad de la tierra; mejoramiento barrial - y promovían el desarrollo de formas organizativas más democráticas. En nuestro país, además, las organizaciones de derechos humanos tuvieron una especial relevancia con su aporte a la articulación multiorganizacional.
Más allá de sus flujos y reflujos – producto en parte de su carácter poco institucionalizado – los movimientos sociales en América Latina participaron activamente de los procesos de redemocratización y de búsqueda de fortalecimiento de la sociedad civil.
Representaron una ruptura con las formas tradicionales de organización y asignaron representación y voz a sectores habitualmente carentes de ellas. Entre otras cosas, frente a la crisis de las democracias representativas posibilitaron experiencias de democracia directa.
Pero además, y centralmente, generaron una reapropiación y significación de la esfera pública desde donde organizar acciones de resistencia y de fortalecimiento del tejido social y convertirse en interlocutores del gobierno y otros sectores sociales y, en última instancia, poner en entredicho el propio orden político y constituir lo público como lugar de confrontación y disputa de intereses.
Lo sucedido desde fines de los año 90´ en nuestro país lleva a complejizar el concepto de movimiento social, en la medida que muestra la incorporación de nuevos actores sociales y de múltiples acciones colectivas, encarnando cada uno de ellos una modalidad de resistencia a las estructurales vías de exclusión social vigentes.
Los sucesos del 19 y 20 de diciembre del 2001, reafirmaron la aguda crisis de institucionalidad y de representación de las organizaciones políticas, apareciendo en la mayoría de los casos deslegitimadas ante importantes sectores de la población e incapacitadas de asumir la defensa de sus intereses y necesidades y marcaron una ruptura masiva de la aceptación sumisa y naturalizada de la injusticia social, la pobreza y la carencia de participación y representación.
Este proceso, complejo y contradictorio, de disolución - reconstrucción del tejido social y de la organización social y de pérdida de legitimidad de los actores colectivos tradicionales, estuvo signado también por la aparición de nuevos actores - trabajadores desocupados; fábricas recuperadas; asambleas barriales; ambientalistas - y por el fortalecimiento de otros movimientos sociales - campesinos, derechos humanos.
Con estos movimientos sociales brota un nuevo concepto de ciudadanía – la ciudadanía colectiva – elaborado a partir de las mencionadas experiencias de autoorganización colectiva y de confrontación en el espacio público. La construcción de ciudadanía colectiva se realiza cuando, identificados los intereses opuestos, se elaboran estrategias de formulación de demandas y reivindicación de derechos sociales y tácticas de enfrentamiento de los oponentes.
Esta ciudadanía, parafraseando a Boaventura de Sousa Santos, expresa que la gente manifestarse y diseñar nuevas formas de confrontación. Muestra un potencial contrahegemónico que no viene de los partidos sino que ellos son desafiados y presionados por los movimientos sociales.
1.2. SU NATURALEZA SINGULAR Y HETEROGENEA
Las bases sociales de estos movimientos muestran un predominio de jóvenes y mujeres y – quizás su nota más distintiva pensando en las implicancias educativas de la misma – una fuerte heterogeneidad social ya que provienen de trayectorias y saberes muy dispares y sus recursos culturales y simbólicos son también disímiles.
Como señala Maristella Svampa, “ni pueblo ni clase trabajadora como antaño; ni ejército industrial de reserva ni nuevo lumpenproletariado: carácter multiforme y heterogéneo, informalidad, tradición obrera y militancia política, rabia juvenil y talante antirrepresivo y anticapitalista, protagonismo femenino y trabajo comunitario”.
No obstante, podemos afirmar que sus integrantes experimentan en forma estructural, no meramente coyuntural, importantes situaciones o posiciones de subalternidad. (entendida como carencia o debilidad de poder). Podemos referirnos a tres dimensiones en relación a ella:
o Inserción precaria o tangencial en el aparato productivo
o Limitado acceso a bienes sociales y culturales
o Bajo protagonismo social y político
A este respecto, nos parece necesario reiterar lo que ya afirmamos en un trabajo anterior, “Desde nuestra práctica político intelectual se plantea el desafío de pensar críticamente qué es este nuevo espacio social con un conjunto de actores sociales en su interior que deben ser analizados y comprendidos en términos de su singularidad heterogénea, compleja y contradictoria. Requiere elaborar nuevas categorías conceptuales y teóricas para entenderlos, sin reificar su realidad y su papel, sin forzarlos desde la teoría a convertirse en el tan anhelado sujeto revolucionario”.
No debemos olvidar tampoco, que esta reflexión crítica se da en medio de una disputa hegemónica en la cual ciertos sectores sociales siguen operando en la construcción de categorías distorsionadoras para pensar la realidad – los trabajadores desocupados reducidos a piqueteros obstructores y violentos; la inseguridad urbana analizada desde una perspectiva individualista, reduccionista, represora – que descalifican actores y luchas pero, fundamentalmente, tratan de debilitar y negar las demandas sociales y criminalizar la lucha social.
2. Los nuevos movimientos sociales como espacios educativos
2.1. CENTRALIDAD DE LA EDUCACIÓN
En estos movimientos sociales, la educación ha ocupado un lugar central en la acepción colectiva de ciudadanía, porque ella se construye en un proceso de lucha que, en sí mismo, es un proceso educativo.
Sus prácticas manifiestan, con tensiones y contradicciones, una concepción de educación que no se restringe a un aprendizaje de contenidos específicos transmitidos a través de técnicas e instrumentos del proceso pedagógico.
Se percibe, por un lado, un reconocimiento explícito del relevante lugar de la educación en su proceso de organización y crece en los protagonistas de los movimientos sociales el reconocimiento del saber propio y de la capacidad de construcción colectiva de conocimiento, que lleva a la construcción de la ciudadanía colectiva en la medida que se genere y consolide un proceso interno de recuperación y reflexión sobre las prácticas desarrolladas.
Por otro lado, aparece una demanda social y educativa y la realización concreta de instancias formales de educación alternativa dirigidas a la infancia, la adolescencia y los adultos en situación de pobreza educativa, a cargo de los protagonistas de los movimientos sociales: son proyectos educativos de diversa naturaleza, generados por los integrantes de los movimientos sociales. Como por ejemplo: espacios de alfabetización, talleres de educación popular, apoyo escolar, jardines de infantes, escuelas, bachilleratos populares, etc., que generalmente se plantean en clave de educación popular con un claro perfil freiriano en su discurso.
Esta perspectiva freiriana, estrictamente una perspectiva político - pedagógica, puede ser entendida como una pedagogía para las clases subalternas:
- en lo político, defiende una opción de transformación social, denunciando los componentes opresivos del orden establecido y defendiendo un modelo más igualitario y más justo
- en lo pedagógico, critica frontalmente las concepciones tradicionales (verticalistas, abstractas y acríticas) de enseñanza – aprendizaje y promueve propuestas dialógicas, con circulación de los roles de educador y educando, basadas en la recuperación y revalorización crítica de los saberes del conjunto de los involucrados en el acto educativo y promueve una mirada crítica de la realidad concreta.
- pone un énfasis muy marcado en la generación desde lo educativo de procesos de concientización y organización social.
- se preocupa por el sujeto popular, entendiéndolo como sujeto subalterno, en términos de su lugar en la estructura social, y sujeto singular discriminado, en términos culturales.
- adopta como central el tema de la confrontación por el poder, asumido como el espacio donde se dirimen concretamente las posibilidades de transformación.
Así lo educativo surge como una lucha por:
- la producción de sentido crítico
- el develamiento de relaciones de dominación
- la autonomía y protagonismo de los sujetos
2.2. SU PRACTICA POLITICA Y PEDAGOGICA Y LA LUCHA POR LA HEGEMONIA
En la práctica educativa de estos movimientos sociales podemos distinguir las siguientes dimensiones:
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