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Filosofia


Enviado por   •  9 de Marzo de 2015  •  21.087 Palabras (85 Páginas)  •  258 Visitas

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posición en el caso del nieto asesino adoptando como presupuesto la teoría de John FinnisSaber filosófico / saber científico

“Todos los hombres desean por naturaleza saber”,1 afirmación de Aristóteles al comienzo de la Metafísica. Verdad que, a su vez, se corrobora desde el inicio hasta el final en la vida del hombre; éste siempre pregunta por el ser de las cosas: ¿qué es esto? Se pregunta el por qué y el para qué de las mismas, hasta culminar en las preguntas: ¿qué o quién soy yo?, ¿para qué existo?, ¿cuál es el fin de mi vivir y de mi existir? Son las eternas preguntas sobre la esencia y la existencia de todo lo que es y existe, incluyendo al mismo que pregunta. Todos estos planteamientos conllevan a alguna respuesta, la cual puede satisfacer a quien pregunta o dar origen a una nueva pregunta, que es lo que sucede con mayor frecuencia, pues algo propio del hombre es el deseo siempre insatisfecho de saber, que nunca se llena y nunca se hastía. En absoluto, el hombre puede decir ya no quiero saber. Por ello, K. Popper indica que todos, hombres y mujeres, somos filósofos, aunque algunos lo son más que otros.2

Quizá por pereza intelectual o por conformismo existencial nos sintamos bien con respuestas inmediatas a lo que nos aqueja y nos tranquilizan por el momento; sin embargo, no podemos cancelar ni oponernos a la necesidad natural de encontrar respuestas que corresponden al ámbito espiritual y que rebasan nuestra dimensión material. Ésta es la razón que nos motiva a hurgar en estos dos campos del saber: la filosofía y el derecho, con la esperanza de poder encontrar alguna luz sobre lo que buscamos.

El saber generalmente se puede dar en dos dominios: el filosófico y el científico. El primero está identificado por ciertas notas, que conviene explo1.

Aristóteles. Metafísica. L. I, 980ª.

2. “Cómo veo la filosofía”, en La lechuza de Minerva, citado por Eusebio Fernández en Teoría de la justicia y derechos humanos, p. 17.

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rar, de la cuales la primera consiste en que es un conocimiento intelectual, es decir, una actividad, una labor propia de la inteligencia, con lo cual no se pretende decir que los sentidos corporales no conozcan, que el conocimiento sensible no tenga importancia. Al contrario, siguiendo a J. Locke, diremos que es necesario e indispensable. Este filósofo, en el Ensayo sobre el entendimiento humano, después de argumentar su rechazo al innatismo cartesiano, señala el papel que desempeña la experiencia en el proceso del conocimiento: en ella, dice, se funda y deriva todo nuestro conocimiento,3 también afirma que nada hay en nuestras mentes que no provenga de la experiencia o de la reflexión.4

La segunda se refiere a que el saber filosófico también es un conocimiento discursivo. La inteligencia, se dice, puede conocer de dos maneras:

a) En contacto directo con su objeto; el resultado de esta relación es un conocimiento intelectual intuitivo que suele darse de manera esporádica y ocasional.

b) Sin estar en contacto directo con su objeto, por lo que se deberá seguir un proceso.

Es decir, la inteligencia va conociendo, va abordando poco a poco a su objeto, va conociendo poco a poco la realidad, a través de ciertas etapas: simple aprehensión, juicio y raciocinio, elaborando un discurso. De manera gráfica se puede decir que poco a poco va mordiendo la realidad. La forma discursiva es, también, la manera ordinaria como conoce la inteligencia.

En tercer lugar, el saber filosófico es un conocimiento de lo real. Pero, ¿qué es lo real? Se dice que es todo lo que existe, todo lo que es y tiene ser, independientemente de que lo conozca o no el sujeto. El término real, sostiene Maritain, designa no sólo la existencia actual sino también la posible fuera del espíritu.5 Lo real mide a la inteligencia, le señala pautas, es decir, no puede conocer más que lo que es. Por ello, la inteligencia debe ser humilde, en otras palabras, debe reconocer ser lo que es, y no ser lo que no es. De lo contrario caeríamos en el error, en la falsedad, en la mentira o en el engaño. Por lo tanto, debe sujetarse a lo real, ya que el horizonte del conocer está

3. J. Locke, Ensayo sobre el entendimiento humano, p. 140.

4. Ibid., pp. 142-143.

5. J. Maritain, Distinguir para unir o los grados del saber, p. 71.

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constituido por el horizonte del ser. El ámbito del conocer es el ámbito del ser: todo lo que es puede ser conocido.

Asimismo, el saber filosófico es un conocimiento causal. Dice Aristóteles “suponemos que tenemos conocimiento de una cosa cuando conocemos su causa”.6 Ahora bien ¿qué es causa? El mismo filósofo responde: “aquello a partir de lo cual algo se hace o produce”7 o “aquello de donde proviene el primer principio del cambio o del reposo”,8 o bien “lo que produce algo de lo que es producido, y lo que provoca el cambio o desencadena el movimiento respecto de lo que cambia o de lo que es movido”.9

Existen cuatro causas: dos internas, la material y la formal, que hacen referencia a las dos primeras categorías: la cantidad y la cualidad, las cuales significan la materia y la forma integrantes de la sustancia, y dos externas, la eficiente y la final.

Cada una de las causas responde a una pregunta: la material ¿de qué está hecho?, la formal ¿qué o quién es?, la eficiente ¿quién lo hizo?, y la final ¿para qué lo hizo? La causa final tiene una peculiaridad. Es verdad que el fin de la obra a realizar puede ser diverso, pero si no está o no se tiene en forma clara lo que se persigue, las otras causas no se dan. De ahí que se diga que la causa final es la primera en la intención y la última en la ejecución. Por ello será la causa de las causas.10 Ejemplo: El David. Si Miguel Ángel no hubiera tenido bien claro en su mente qué quería esculpir, no hubiera buscado el mármol ni hubiera plasmado en él esa imagen.

En el pasado, a la ciencia antigua, es decir, a la ciencia clásica, le preocupaba de tal manera la causa eficiente que, incluso, existía una disciplina denominada teodicea, estrechamente relacionada con la cosmología, pues el interés estaba puesto en explicarse el origen o causa de todo lo que existe, llámesele motor inmóvil o Dios, marcando con ello una diferencia importantísima con la ciencia moderna.

Hoy en día, a la ciencia moderna (a partir de Galileo) parece ser que no le preocupa mucho la causa eficiente, sino en más alto grado la causa final, pues lo que busca y pretende

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