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HISTORIA DE LA QUIMICA


Enviado por   •  11 de Septiembre de 2021  •  Resúmenes  •  3.373 Palabras (14 Páginas)  •  86 Visitas

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HISTORIA DE LA QUIMICA

La química es una de las ciencias más trascendentales a disposición del ser humano. Su historia se remonta a épocas muy anteriores al concepto mismo de “ciencia”, puesto que el interés de nuestra especie por comprender de qué está hecha la materia es casi tan antiguo como la civilización misma. Esto quiere decir que los saberes químicos existían desde la prehistoria, aunque con otros nombres y organizados de maneras muy diferentes.

De hecho, la primera manifestación química que captó nuestro interés fue la generación del fuego, hace más de 1.600.000 años. Eso que hoy llamamos combustión, fue estudiada y replicada posiblemente por nuestros ancestros de la especie Homo erectus.

Por lo tanto la primera reacción química de importancia que controlaron los humanos fue el fuego. Logro que se considera una de las tecnologías más importantes de la historia. No solo proporcionaba calor y luz para alumbrarse, servía de protección contra los animales salvajes y después para despejar los bosques para cazar o cultivar.

El fuego también permitía conservar mejor la comida y especialmente la carne y el pescado secándolo y ahumándolo. Desde este momento hubo una relación intensa entre las cocinas y los primeros laboratorios químicos hasta el punto que la pólvora negra fue descubierta por unos cocineros chinos.

Finalmente era imprescindible para el futuro desarrollo de la metalurgia, la cerámica y el vidrio y la mayoría de los procesos químicos.

A partir del momento en que aprendimos a producir el fuego y manejarlo a voluntad, ya sea para cocinar nuestra comida o, mucho después, para fundir metales, hornear cerámicas y llevar a cabo otras actividades, un nuevo mundo de transformaciones físicas y químicas estuvo a nuestro alcance, y con él, un nuevo entendimiento de la naturaleza de las cosas. El primer metal empleado por los humanos fue el oro, que puede encontrarse en forma nativa, la plata y el cobre también se pueden, técnicas de esta metalurgia inicial se limitaban a fundir los metales con la ayuda del fuego para purificarlos y dar forma a los adornos o herramientas mediante moldes o cincelado.

Las sociedades antiguas usaban un reducido número de transformaciones químicas naturales como las fermentaciones del vino, la cerveza o la leche. También conocían la transformación del alcohol en vinagre, que usaban como conservante y condimento. Las pieles se curtían y blanqueaban sumergiéndolas en orina añeja. Alrededor del 2800 a. C.

Las primeras teorías respecto a la composición de la materia surgieron en la Antigüedad, obra de filósofos y pensadores cuyas hipótesis se basaban tanto en la observación de la naturaleza, como en su interpretación mística o religiosa. Su propósito era explicar por qué las distintas sustancias que conforman el mundo poseen diferentes propiedades y capacidades de transformación, identificando para ello sus elementos básicos o primarios.

Una de las primeras teorías que intentó dar respuesta a este dilema surgió en la Grecia del siglo V a. C., obra del filósofo y político Empédocles de Agrigento, quien propuso que debía haber cuatro elementos básicos (cuatro como las estaciones) de la materia: aire, agua, fuego y tierra, y que las distintas propiedades de las cosas dependían de la proporción en que estuvieran mezclados.

Esta lógica sirvió para que luego la escuela hipocrática de medicina griega propusiera su teoría de los cuatro humores que componían el cuerpo humano (sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla). Por otro lado, el célebre filósofo Aristóteles (384-322 a. C.) luego añadió el éter o quintaesencia como el elemento puro y primordial que conformaba a las estrellas y los astros del firmamento. Sin embargo, el más importante precursor de la química en la Antigua Grecia fue el filósofo Demócrito de Abdera (c. 460-c.370 a.C.), quien propuso por primera vez que la materia estaba compuesta de partículas mínimas y fundamentales: los átomos (del griego atomón, “indivisible” o “sin partes”).

Filósofos posteriores tomaron la idea de que el universo se compone de partículas indestructibles, mientras que diversos pensadores indios de la Antigüedad llegaron a conclusiones semejantes. Sin embargo, no fue ésa la visión que se impuso durante los siglos venideros, sino la propuesta por el cristianismo, entre cuyas preocupaciones no estaba la comprensión de la materia, tanto como la salvación del alma humana. Es decir, que para ella Dios había creado todo lo que existe, y con eso basta.

Es por ello que el siguiente paso en la historia de la química no debe buscarse en Occidente, sino en las florecientes naciones árabes, tanto persas como musulmanas, herederas de los saberes esotéricos de la Antigua Mesopotamia y el Antiguo Egipto. Nos referimos a la alquimia.

La alquimia fue una protodisciplina nacida en el Oriente, antecesora de la química moderna. Combinando creencias místicas sobre la existencia de la piedra filosofal, capaz de transmutar ciertos materiales en oro, con la combinación experimental de distintas sustancias, los alquimistas crearon una buena parte del instrumental que hoy en día empleamos en los laboratorios químicos.

La alquimia se define como la búsqueda hermética de la piedra filosofal (una sustancia legendaria capaz de transmutar los metales en oro o de otorgar la inmortalidad y la omnisciencia), cuyo estudio estaba impregnado de misticismo simbólico y era muy diferente de la ciencia moderna. Los alquimistas trabajaban para hacer transformaciones a nivel esotérico (espiritual) y exotérico (práctico).

Así, alquimistas célebres como Al-Kindi (801-873), Al-Biruni (973-1048) o el famoso Ibn Sina o Avicena (c. 980-1037), aprendieron a fundir, destilar y purificar sustancias. También descubrieron materiales como el alcohol, la sosa cáustica, el vitriolo, el arsénico, el bismuto, el ácido sulfúrico, el ácido nítrico y muchos otros, especialmente metales y sales, que asociaban a los astros celestes y a la tradición cabalística y numerológica.

Aunque los alquimistas fueron mal vistos en el Occidente cristiano, sus saberes eventualmente se filtraron en Europa y fueron rescatados por filósofos y pensadores, especialmente los que se interesaban por sus experimentos en pos del elixir de la vida eterna o la transformación del plomo en metales preciosos.

A medida que Occidente renacía alrededor del siglo XV, redescubriendo los saberes de la antigüedad, una nueva forma de entender la realidad se iba gestando: un pensamiento laico, racional y escéptico que finalmente dio origen a la idea de ciencia, y que rebautizó la herencia alquímica como química.

La aparición de textos renacentistas como Novum Lumen Chymicum (“La nueva luz de la química”) en 1605, del polaco Michel Sedziwoj (1566-1646); Tyrocium Chymicum (“La práctica de la química”) en 1615, de Jean Beguin (1550-1620); o especialmente Ortus medicinae (“El origen de la medicina”) en 1648, del holandés Jan Baptist van Helmont (1580-1644), evidencian el cambio de paradigma entre la alquimia y la química propiamente dicha.

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