Historia Del Ayer
PoolGiancarlos8 de Junio de 2012
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EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS
Clemente de Roma
La Iglesia de Dios que reside en Roma a la Iglesia de Dios que reside en
Corinto, a los que son llamados y santificados por la voluntad de Dios por
medio de nuestro Señor Jesucristo. Gracia a vosotros y paz del Dios
Todopoderoso os sea multiplicada por medio de Jesucristo.
I. Por causa de las calamidades y reveses, súbitos y repetidos, que nos han
acaecido, hermanos, consideramos que hemos sido algo tardos en dedicar
atención a las cuestiones en disputa que han surgido entre vosotros, amados, y
a la detestable sedición, no santa, y tan ajena y extraña a los elegidos de Dios,
que algunas personas voluntariosas y obstinadas han encendido hasta un punto
de locura, de modo que vuestro nombre, un tiempo reverenciado, aclamado y
encarecido a la vista de todos los hombres, ha sido en gran manera
vilipendiado. Porque, ¿quién ha residido entre vosotros que no aprobara
vuestra fe virtuosa y firme? ¿Quién no admiró vuestra piedad en Cristo, sobria
y paciente? ¿Quién no proclamó vuestra disposición magnífica a la
hospitalidad? ¿Quién no os felicitó por vuestro conocimiento perfecto y sano?
Porque hacíais todas las cosas sin hacer acepción de personas, y andabais
conforme a las ordenanzas de Dios, sometiéndoos a vuestros gobernantes y
rindiendo a los más ancianos entre vosotros el honor debido. A los jóvenes
recomendabais modestia y pensamientos decorosos; a las mujeres les
encargabais la ejecución de todos sus deberes en una conciencia intachable,
apropiada y pura, dando a sus propios maridos la consideración debida; y les
enseñabais a guardar la regla de la obediencia, y a regir los asuntos de sus
casas con propiedad y toda discreción.
II. Y erais todos humildes en el ánimo y libres de arrogancia, mostrando
sumisión en vez de reclamarla, mds contentos de dar que de recibir, y
contentos con las provisiones que Dios os proveía. Y prestando atención a sus
palabras, las depositabais diligentemente en vuestros corazones, y teníais los
sufrimientos de Cristo delante de los ojos. Así se os había concedido una paz
profunda y rica, y un deseo insaciable de hacer el bien. Además, había caído
sobre todos vosotros un copioso derramamiento del Espíritu Santo; y, estando
llenos de santo consejo, en celo excelente y piadosa confianza, extendíais las
manos al Dios Todopoderoso, suplicándole que os fuera propicio, en caso de
que, sin querer, cometierais algún pecado. Y procurabais día y noche, en toda
la comunidad, que el número de sus elegidos pudiera ser salvo, con propósito
decidido y sin temor alguno. Erais sinceros y sencillos, y libres de malicia
entre vosotros. Toda sedición y todo cisma era abominable para vosotros. Os
sentíais apenados por las transgresiones de vuestros prójimos; con todo,
juzgabais que sus deficiencias eran también vuestras. No os cansabais de obrar
bien, sino que estabais dispuestos para toda buena obra. Estando adornados
con una vida honrosa y virtuosa en extremo, ejecutabais todos vuestros
deberes en el temor de Dios. Los mandamientos y las ordenanzas del Señor
estaban escritas en las tablas de vuestro corazón.
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III. Os había sido concedida toda gloria y prosperidad, y así se cumplió lo que
está escrito: Mi amado comió y bebió y prosperó y se llenó de gordura y
empezó a dar coces. Por ahí entraron los celos y la envidia, la discordia y las
divisiones, la persecución y el tumulto, la guerra y la cautividad. Y así los
hombres empezaron a agitarse: los humildes contra los honorables, los mal
reputados contra los de gran reputación, los necios contra los sabios, los
jóvenes contra los ancianos. Por esta causa la justicia y la paz se han quedado
a un lado, en tanto que cada uno ha olvidado el temor del Señor y quedado
ciego en la fe en Él, no andando en las ordenanzas de sus mandamientos ni
viviendo en conformidad con Cristo, sino cada uno andando en pos de las
concupiscencias de su malvado corazón, pues han concebido unos celos
injustos e impíos, por medio de los cuales también la muerte entró en el
mundo.
IV. Porque como está escrito: Y aconteció después de unos días, que Caín
trajo del fruto de la tierra una ofrenda al Señor. Y Abel trajo también de los
primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró el Señor con
agrado a Abel y a su ofrenda; pero no prestó atención a Caín y a la ofrenda
suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. Entonces el
Señor dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu
semblante? Si has ofrecido rectamente y no has dividido rectamente, ¿no has
pecado? ¡Calla! Con todo esto, él se volverá a ti y tú te enseñorearás de él. Y
dijo Caín a su hermano Abel. Salgamos a la llanura. Y aconteció que estando
ellos en la llanura, Caín se levantó contra su hermano Abel y lo mató. Veis,
pues, hermanos, que los celos y la envidia dieron lugar a la muerte del
hermano. Por causa de los celos, nuestro padre Jacob tuvo que huir de delante
de Esaú su hermano. Los celos fueron causa de que José fuera perseguido a
muerte, y cayera incluso en la esclavitud. Los celos forzaron a Moisés a huir
de delante de Faraón, rey de Egipto, cuando le dijo uno de sus paisanos:
¿Quién te ha puesto por juez entre nosotros? ¿Quieres matarme, como ayer
mataste al egipcio? Por causa de los celos Aarón y Miriam tuvieron que
alojarse fuera del campamento. Los celos dieron como resultado que Datán y
Abiram descendieran vivos al Hades, porque hicieron sedición contra Moisés
el siervo de Dios. Por causa de los celos David fue envidiado no sólo por los
filisteos, sino perseguido también por Saúl [rey de Israel].
V. Pero, dejando los ejemplos de los días de antaño, vengamos a los
campeones que han vivido más cerca de nuestro tiempo. Pongámonos delante
los nobles ejemplos que pertenecen a nuestra generación. Por causa de celos y
envidia fueron perseguidos y acosados hasta la muerte las mayores y más
íntegras columnas de la Iglesia. Miremos a los buenos apóstoles. Estaba Pedro,
que, por causa de unos celos injustos, tuvo que sufrir, no uno o dos, sino
muchos trabajos y fatigas, y habiendo dado su testimonio, se fue a su lugar de
gloria designado. Por razón de celos y contiendas Pablo, con su ejemplo,
señaló el premio de la resistencia paciente. Después de haber estado siete
veces en grillos, de haber sido desterrado, apedreado, predicado en el Oriente y
el Occidente, ganó el noble renombre que fue el premio de su fe, habiendo
enseñado justicia a todo el mundo y alcanzado los extremos más distantes del
Occidente; y cuando hubo dado su testimonio delante de los gobernantes,
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partió del mundo y fue al lugar santo, habiendo dado un ejemplo notorio de
resistencia paciente.
VI. A estos hombres de vidas santas se unió una vasta multitud de los elegidos,
que en muchas indignidades y torturas, víctimas de la envidia, dieron un
valeroso ejemplo entre nosotros. Por razón de los celos hubo mujeres que
fueron perseguidas, después de haber sufrido insultos crueles e inicuos, +como
Danaidas y Dirces+, alcanzando seguras la meta en la carrera de la fe, y
recibiendo una recompensa noble, por más que eran débiles en el cuerpo. Los
celos han separado a algunas esposas de sus maridos y alterado el dicho de
nuestro padre Adán: Ésta es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne.
Los celos y las contiendas han derribado grandes ciudades y han desarraigado
grandes naciones.
VII. Estas cosas, amados, os escribimos no sólo con carácter de admonición,
sino también para haceros memoria de nosotros mismos. Porque nosotros
estamos en las mismas listas y nos está esperando la misma oposición. Por lo
tanto, pongamos a un lado los pensamientos vanos y ociosos; y conformemos
nuestras vidas a la regla gloriosa y venerable que nos ha sido transmitida; y
veamos lo que es bueno y agradable y aceptable a la vista de Aquel que nos ha
hecho. Pongamos nuestros ojos en la sangre de Cristo y démonos çuenta de lo
precioso que es para su Padre, porque habiendo sido derramado por nuestra
salvación, ganó para todo el mundo la gracia del arrepentimiento. Observemos
todas las generaciones en orden, y veamos que de generación en generación el
Señor ha dado oportunidad para el arrepentimiento a aquellos que han deseado
volverse a Él. Noé predicó el arrepentimiento, y los que le obedecieron se
salvaron. Jonás predicó la destrucción para los hombres de Nínive; pero ellos,
al arrepentirse de sus pecados, obtuvieron el perdón de Dios mediante sus
súplicas y recibieron salvación, por más que eran extraños respecto a Dios.
VIII. Los ministros de la gracia de Dios, por medio del Espíritu Santo,
hablaron referente al arrepentimiento. Sí, y el
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