Historia Regional
genovevagomez2 de Junio de 2012
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¿DEBE EXIGIRSE TITULO A LOS PROFESORES DE INSTRUCCIÓN PRIMARIA?
En esta lectura Justo Sierra aporta elementos para debatir en relación con la pregunta ¿DEBE EXIGIRSE TITULO A LOS PROFESORES DE INSTRUCCIÓN PRIMARIA?
Su posición personal es que dado el insuficiente número de maestros para atender las necesidades de la escuela pública no era conveniente poner trabas, en este caso la exigencia de título profesional, al ejercicio de la docencia.
Para él la libertad de enseñanza y de ejercicio profesional planteados en la constitución de 1857 tiene un carácter condicional, ya que tiene como limites el derecho de terceros y la moral.
El artículo constitucional pudiera enunciar, en términos equivalentes a los que uso el legislador constituyente, de este modo: las profesiones son libre o no, según la ley lo permita; solo una es enteramente libre: la profesión de maestros, porque la enseñanza es libre.
El señor Pérez Verdia dijo es su discurso: Pero es necesario distinguir entre enseñar una profesión y ejercerla; en el artículo 3º. Se trata de la enseñanza de la profesión y el artículo 4º. Se trata del ejercicio de las profesiones.
Conforme al artículo 3º. De la constitución, el profesorado de instrucción primaria necesita titulo para su ejercicio, esto se refiere a que debe concretarse a manifestar que cree de capital importancia que los profesores de instrucción primaria elemental tenga un titulo pedagógico, y que espera tanto el gobierno general como los de los estados fomenten con el mayor empeño la creación de estudios morales para que puedan ponerse al frente de las escuelas publicas, profesores normalista, por exigirlo de la ciencia y los intereses sociales.
Durante el siglo diecinueve el Estado liberal mexicano, encabezado por Porfirio Díaz, estuvo impregnado de un ambiente modernizador, como parte de ese proceso de construcción nacional y progreso, la educación no fue la excepción, y fue parte fundamental del proyecto modernizador porfirista. Ello hizo necesario replantear la función del Estado en materia educativa; así, se buscó adecuar la educación a las nuevas necesidades y encaminarla hacia fines nacionalistas.
A las dispersas actividades educativas debía de dárseles, decía la convocatoria, “cohesión y uniformidad, porque los esfuerzos aislados, nunca son bastante eficaces, y la acción común, ejercida en forma análoga y por idénticos medios, conducirá infaliblemente al éxito más lisonjero.
En un segundo momento, respondía al ejemplo de modernización y orden que se venía gestando en el país durante el siglo diecinueve, pues se creía que la conformación de un sistema nacional de educación popular fortalecería la unidad conseguida ya en algunas áreas administrativas de la nación, muestra de dicho avance y unidad lo fueron.
Para lograr la uniformidad de la instrucción e inculcar los nuevos valores al ciudadano mexicano, no bastó con la organización y la reforma de planes y programas comunes; se hacía necesaria la formación de los maestros, ya que eran ellos los encargados de aplicar los nuevos conocimientos y de transmitir el ideal del Estado porfiriano con su enseñanza por todo el país. En el fondo, se trataba de igualar un discurso nacional que justificara al Estado liberal.
Se trataba de formar la escuela nacional mexicana del porvenir, con una uniformidad en sus distintos ciclos, característica que acabaría con las dispersas y rivalidades nacidas de la diversidad de métodos, textos y asignaturas. El ministro urgía se realizase la federalización de la enseñanza, porque ésta sería el factor de unidad nacional. La primaria laica, obligatoria y gratuita debería ser uniforme en cuanto a la edad en que forzosamente había de recibirse –seis a doce años- (art.2º de la Ley de Marzo 23 de 1888) las asignaturas por cursarse, los programas, la duración
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