RESUMEN DEL LIBRO "LA TRANSFORMACIÓN DE LA INTIMIDAD
usuarioooo16 de Diciembre de 2013
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RESUMEN DEL LIBRO “LA TRANSFORMACIÓN DE LA INTIMIDAD : Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas” de Anthony Giddens, Editorial Cátedra, Madrid, 2006.
El autor analiza la evolución producida en nuestra sociedad occidental en los últimos tiempos en los ámbitos de la sexualidad, el amor y la intimidad. Para ello, acuña nuevos conceptos para designar las nuevas realidades, como, sexualidad plástica, amor confluente, relación pura, reflexividad institucional, proceso reflexivo del ego, y realiza un análisis histórico y cultural de los conceptos y realidades anteriores, empleando con actitud crítica, las aportaciones de otros autores como Freud, Foucault, Reich y Marcuse, entre otros. También se apoya en investigaciones realizadas por otros autores sobre aspectos concretos del análisis.
ANTECEDENTES HISTORICOS Y CONCEPTUALES DE LA SEXUALIDAD PLÁSTICA
Para llegar al concepto de sexualidad plástica, el autor reflexiona sobre el concepto de sexualidad que, según Foucault, es un término que aparece por primera vez en el siglo XIX. La palabra existía en la jerga técnica de la biología y la zoología, en 1800, pero sólo hacia el final del siglo fue usada con el significado que tiene hoy para nosotras.
La sexualidad es un constructo social, que opera en campos de poder y no meramente como un abanico de impulsos biológicos que o se liberan o no se liberan.
Durante el siglo XIX, la formación de los lazos matrimoniales, para la mayor parte de los grupos de población, llegó a basarse sobre consideraciones diferentes de los juicios de valor económico. Las nociones del amor romántico, que tenían su arraigo principalmente en grupos burgueses, se difundieron por todo el orden social. “Tener un romance” se convirtió en sinónimo de cortejar, las novelas (etimológicamente, romance) fueron la primera forma de literatura de masas”.
La difusión de los ideales del amor romántico fue un factor tendente a desligar el lazo marital de otros lazos de parentesco y a darles una significación especial. Esposos y esposas comenzaron a ser vistos como colaboradores de una empresa emocional conjunta, esta tarea era más importante que sus obligaciones hacia los hijos.
Tuvo importantísimas repercusiones sobre la sexualidad, el hecho de que las presiones para constituir grandes familias, característica virtual de todas las culturas premodernas, dejaran paso a tendencias a limitar el tamaño familiar de forma rigurosa. Por primera vez, para una masa de población femenina, la sexualidad podía separarse del ciclo crónico de embarazo y parto. La contracción del tamaño de la familia fue tanto una condición histórica como una consecuencia de la introducción de los métodos modernos de contracepción. El control de la natalidad, desde luego, ha tenido sus partidarios desde hace tiempo, sobre todo entre las mujeres, pero el movimiento de planificación familiar no se difundió en la mayor parte de los países hasta la Primera Guerra Mundial. La contracepción efectiva implica más que incrementar la capacidad de limitar los embarazos. Para las mujeres, y en un sentido parcialmente diverso, también para los hombres, la sexualidad se ha hecho maleable, abierta a una configuración de diversas formas y a una “propiedad” potencial del individuo.
La sexualidad surgió como una parte de una diferenciación progresiva del sexo, respecto de las exigencias de la reproducción. Con la elaboración ulterior de las tecnologías reproductivas, esta diferenciación se ha hecho completa. La sexualidad es al fin plenamente autónoma. La creación de una “sexualidad plástica” separada de su integración ancestral con la reproducción, el parentesco y las generaciones, fue la condición previa de la revolución sexual de las pasadas décadas.
La “revolución sexual “ de los pasados treinta o cuarenta años no es justamente, ni siquiera primordialmente, un avance en la permisividad sexual neutral en lo que concierne a los papeles sociales de cada sexo. Implica dos elementos básicos: Uno es la revolución en la autonomía sexual femenina –producida básicamente en esta época, pero con antecedentes en el siglo pasado- Sus consecuencias para la sexualidad masculina son profundas, por eso se puede decir que es en gran parte una revolución inacabada. El segundo elemento es el florecimiento de la homosexualidad masculina y femenina.
Antecedentes en las épocas premodernas
Anteriormente al siglo XIX, las relaciones sexuales están concebidas como sexo natural, instintivo e innato, ligado indisolublemente a la función reproductiva y basado en la pulsión copulatoria del macho estimulada por la atractividad erótica de la mujer. Procede de nuestra herencia filogenética animal. A partir de esta base naturalizada, el Patriarcado la incluye en su ideología de los géneros, considerando que el sexo es prerrogativa masculina frente a la asexualidad femenina, necesaria para que pueda dedicarse a las tareas de cuidados y crianza asignadas. Es lo que Foucault designó como la “etapa soberanista” de la historia de la sexualidad.
La virginidad de las mujeres hasta el matrimonio era apreciada por los dos sexos. Si se permitían algún intercambio sexual con algún amigo, pocas chicas pregonaban el hecho. Las muchachas más activas sexualmente eran desprestigiadas por las demás, también por los muchachos muy masculinos, que trataban de “aprovecharse” de ellas. Exactamente de la misma manera en que la reputación social de las muchachas descansaba sobre su habilidad para resistir o contener los acosos sexuales, la de los chicos dependía de las conquistas sexuales que podían lograr.
En las generaciones anteriores, la adolescente sexualmente activa debía representar el papel de inocente. Esta relación se halla hoy invertida: La inocencia representa un papel de sofisticiación. De acuerdo con Rubin, los cambios en la conducta sexual y en las actitudes de las chicas han sido más pronunciados que entre los muchachos. Algunas mujeres jóvenes, interrogadas por Rubin, que estaban a punto de casarse, encontraban necesario mentir a los futuros maridos sobre el nivel de experiencias sexuales tempranas.
Así, entre las mujeres y hombres de más de cuarenta años, poco más de uno entre diez han practicado sexo oral. Entre las generación actual de adolescentes, aunque no se practique universalmente, el sexo oral forma parte normalmente de la conducta sexual.
Durante el pasado cuarto de siglo, sin embargo, la homosexualidad se ha visto afectada por cambios tan grandes como los que ha sufrido la conducta heterosexual. Incluso, en la fecha en que aparecieron los libros de Kinsey, la homosexualidad era vista todavía por gran parte de la literatura clínica como una patología, una forma de trastorno psicosexual, que iba pareja con toda una gama de trastornos análogos: fetichismo, voyeurismo, travestismo, satiriásis, ninfomanía, etc.
La sexualidad masculina aparecía sin problemas en el contexto de las circunstancias sociales “separadas y desiguales” que prevalecían hasta hace poco. Su naturaleza quedaba encubierta por una serie de influencias sociales que han sido o están siendo minadas. Se incluyen las siguientes:
- El dominio de los hombres en la esfera pública.
- El doble modelo.
- La separación de las mujeres en dos bandos: puras (casables) e impuras (prostitutas, rameras y brujas)
- La definición de la diferencia sexual como establecida por Dios, la Naturaleza y la biología.
- La problematización de las mujeres como seres difíciles de entender e irracionales en sus deseos y acciones.
- La división sexual del trabajo.
La compulsividad sexual masculina puede ser entendida como una obsesiva aunque frágil rutina que se ha separado de sus anteriores bases. Es una “odisea” comparable a la de la modernidad misma, preocupada con el control y la distancia emocionales, pero armada con una violencia potencial.
Reflexividad institucional y sexualidad
Al analizar el desarrollo sexual, Foucault tiene razón al decir que el discurso se hace constitutivo de la realidad social que refleja. Para Foucault, sin embargo, este proceso aparece como una intrusión fijada y de dirección única del “saber-poder” en la organización social. Sin negar su relación con el poder, deberíamos ver el fenómeno más bien como una “reflexividad institucional” que está en movimiento constante. Es institucional porque constituye un elemento básico estructurante de la actividad social en las situaciones actuales. Es reflexivo en el sentido de que introduce los términos para describir la vida social, entrar en su rutina y transformarla, no como proceso mecánico ni necesariamente de forma controlada, sino porque forma parte de los marcos de acción que adoptan los individuos y los grupos. La expansión de la reflexividad institucional es una característica que ha venido a definir a las sociedades modernas en un período relativamente reciente.
La terapia y el consejo, incluidos los del psicoanálisis, se hacen cada vez más prominentes con la maduración de las sociedades modernas. Su centralidad, sin embargo, no es el resultado del hecho de que –como afirma Foucault- proporcionan “procedimientos regulados para la confesión del sexo” Incluso si consideramos solo el psicoanálisis, la comparación con el confesionario es demasiado forzada para ser convincente. Un presupuesto de la confesión es que el individuo es capaz de proporcionar la información requerida. El psicoanálisis,
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