San agustin de Hipona.

De Hipona, San Agustín. Obra: Confesiones. Libro 7, Capítulos VII. Pág.  353-356 y IX Pág. 358-363.

San Agustín de Hipona (Tagaste, 13 de noviembre de 354- Hipona, 28 de Agosto de 430) fue el máximo pensador del cristianismo del primer milenio y dedicó gran parte de su vida a escribir sobre filosofía y teología siendo Confesiones una de sus obras más destacadas junto con  La ciudad de Dios.

En el Capítulo VII del Libro 7 se habla de “Las graves penas que le causaba a San Agustín el averiguar la causa del principio del mal” San Agustín quien confía firmemente en los actos del señor, que no dudaría aparentemente nunca de su existencia y que cree plenamente en la providencia de Dios sobre cómo nos cuida y nos juzga posee una pregunta abrumadora, de cuál es el origen del mal, por consiguiente a esto  tiene la fija sensación de que  lleva una idea en contra y está cuestionando una acción divina al preguntarse eso. A San Agustín le causaba cierto dolor en su corazón y cierta angustia en su mente el poseer esas ansias incontrolables de encontrar la respuesta, pues en el fondo él era totalmente subordinado por Dios, es decir que dependía totalmente de Él, pero el surgimiento de esa pregunta lo acosaba lo hacía dudar de los actos perfectos que impone Dios en nuestro mundo y entra en un intento de aclarar su mente y su alma tratando de encontrar una “luz que lo guiara” , pero no encontraba solución de ninguna manera, nada cesaba su inquietud, era una lucha con él mismo, era algo que lo apasionaba y que al mismo tiempo lo lastimaba, no hallaba un descanso en él ni una explicación que lo guiase, estaba llevado por una soberbia inevitable que lo hacía separarse de Dios.

Respecto al Capítulo IX del Libro 7 habla de “Cómo en los libros platónicos halló Agustín establecida la divinidad del Verbo eterno, pero no halló cosa alguna de lo perteneciente a su encarnación”  primeramente expone cómo Dios resiste a los soberbios y también de la gracia que brinda a los humildes. Se puede notar así una diferencia entre como aquellas personas que son cerradas a ideas divinas  y que por consiguiente llevan una vida creyendo que son los únicos gobernantes de sí mismos y de todo lo que acaparan, a las personas que son humildes y siguen por amor y plena confianza en Dios su camino ideal y los valores que nos implica este, puesto que tienen mayor beneficio estas personas que siguen su corazón y su razón al creer en el señor, ya que encuentran en Él  además de  un apoyo también un soporte para reflexionar sobre sus problemas y encontrar una solución a estos.

Posteriormente halló en los libros información que explica con sus palabras, y ciertas razones que lo sustentan. Dios era el Verbo, todo fue constituido por ÉL y sin Él nada se hizo ni se hará. Dice también que el alma no es la luz, que la única luz entre nosotros es Dios y por consiguiente la que hay que seguir, Él es nuestro camino, El señor vino a nosotros y no supimos recibirlo de tal manera que nos alejamos de una vida felizmente acompañada de Él, pero al que si creyó en su palabra y en su existencia divina se le concedió el ser llamado hijo de Dios. El hijo del señor, Jesús, fue humillado, maltratado y destinado a morir por el perdón de nuestros pecados, y en agradecimiento a esto las criaturas del universo deberían arrodillarse ante él y su palabra, puesto que él está en la gloria de Dios. Esos “misterios” de la humildad de Jesucristo fueron ocultados por nuestro Señor Dios a los “sabios” y rebelados a los “pequeñuelos”, con esto se refiere a que los más necesitados y abrumados por sus problemas tendrían la posibilidad de encontrar un refugio en él y además el total beneficio de que si seguían sus pasos serían guiados a la justicia y santidad, mientras que los sabios encerrados en su pensamiento de poder sobre ellos  no tendrían ese apoyo puesto que no se abren a conocerlo.

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