VOLKSWAGEN: ASESINOx SILENCIOSO, EL PRECIO DEL PODER

VOLKSWAGEN: ASESINOx SILENCIOSO, EL PRECIO DEL PODER.

Katherine Guerra Galeano

¿Quién diría que la empresa de automóviles más grande del mundo sometería a miles de personas al NOx a cambio de dinero?

NOx es el término genérico que recibe la mezcla radioactiva de gases que en conjunto son nocivos para el medio ambiente y para el ser humano. Para muchas personas es claro el peligro que puede representar la presencia de dichas sustancias dentro del organismo. Asimismo, es clara la gran responsabilidad que tienen las industrias con respecto a la cantidad de contaminación que generan antes, durante y después de ofrecer sus productos en el mercado. Lastimosamente para muchas empresas puede parecer un tema completamente ajeno a los objetivos que tiene cada una. Casos como el que se presenta en el libro de Jack Ewing (corresponsal de Economía en Alemania para The New York Times); El escándalo de Volkswagen, permite cuestionar a los presentes y futuros emprendedores ¿hasta qué punto están dispuestos a llegar con tal de ganar dinero? Si bien, el formar empresas sostenibles y ganar dinero pueden hallarse dentro de las visiones de muchas empresas ¿De qué forma se priorizan los objetivos a cumplir dentro de las organizaciones? ¿Valdrá la pena poner en juego la vida de miles de personas con tal de obtener la mayor cantidad de utilidades y buen prestigio al precio que sea?

A diario se hace el esfuerzo por educar al consumidor actual para que tome las mejores decisiones a la hora de elegir los productos que va a consumir pensando en las consecuencias que esto puede traer a las presentes y futuras generaciones. Si bien el concepto de consumidor ético^[1] del que se habla de un tiempo para acá, se crea no solo con el fin de generar prácticas solidarias y justas con los productores, también nace para sensibilizar a la población creando conciencia ecológica evitando el consumo de productos que sean ajenos al cuidado del medio en el que vivimos. Así se les envía un mensaje de alerta a las industrias y estas se ven obligadas a actualizar sus técnicas reflejando lo más apetecido por el cliente en pro de mantener la demanda de sus productos. De este modo se vuelve una cadena, en la que agentes externos se encargan de educar a los consumidores a tener cuidado con los productos que sean poco ecológicos y estos a su vez orientan a las industrias a realizar producciones responsables con el medio que habitamos. Producciones responsables, uno de los aspectos más exaltados dentro de las visiones de muchas empresas y que a la hora de demostrarlo, pocas son las que revelan resultados acordes a ello. Todas las industrias generan cierto grado de contaminación, lo cierto es que hay unas que pueden generar mayor impacto en el entorno que otras. No obstante, es deber de cada industria mitigar tal problemática, no ocultarla. Pero este no fue el caso de Volkswagen.

“El mayor fabricante de automóviles del mundo se enfrenta a la peor crisis de su historia” así lo revela el periodista Álvaro Sánchez tras hacer una primicia en el diario EL PAÍS^[2]. Como esta, muchas noticias más reveladas a finales de septiembre de 2015 daban por hecho y aumentaban los rumores del mayor escándalo por el que atravesaría hasta el momento Volkswagen. Reporteros, no reporteros, consumidores, conductores, padres de familia o no, todos se unían en una misma voz de sentido común, cada uno exhibía el dolor y la ira a su manera como muestra de rechazo a la burla a la cual se vieron sometidos ante el engaño de la empresa alemana. Para algunos pudo ser una sorpresa imaginar que la empresa de automóviles con más auge tanto en Alemania como en Estados Unidos y el mundo hubiera subestimado la vida de miles de personas exponiéndolos de esa manera al NOx y sobre todo sentirse manipulados al ser convencidos del supuesto compromiso que tenían con el medio ambiente al presentar el “diésel limpio”; mientras que para otros pudo no haberles sorprendido de igual forma o por lo menos no que haya sido Volkswagen el autor de esta idea.

Se podría especular que, si existiera la posibilidad de hablar con dos personas completamente diferentes que quizá, pudieron presenciar el crecimiento de Volkswagen desde polos opuestos (marginado y clase alta), sus formas de pensar con respecto a la empresa alemana serían tan diferentes como ellos mismos. Por un lado, se hablaría de Volkswagen como una empresa prestigiosa, comprometida con las necesidades de la población, atenta a lo que demanda el medio y muy responsable con el mismo y claramente se podría identificar al personaje de clase alta pues pudo tener nulos inconvenientes con la empresa o muy escasos. Por el otro, se podría hablar de una empresa en efecto comprometida con sus objetivos, pero sin medir las consecuencias que podrían conllevar, atentos a su empresa más que a la población; siendo aquí donde se podría notificar lo expresado por Jack Ewing^[3] en su reciente libro, y recordar la época en que el primer dirigente de Volkswagen; Ferdinand Porsche, tomó como ventaja su relación con Adolf Hitler para sacar a la luz “el carro del pueblo”, utilizando mano de obra extranjera y alemana por la fuerza pues para 1944 más de 20.000 trabajadores eran cautivos siendo esto notorio incluso para el entonces infante Ferdinand Piëch. Otro aspecto deplorable evidenciado dentro de la fábrica fue revelado por Sara Frenkel^[4] quien contó el maltrato recibido incluso por los recién nacidos de los trabajadores y cómo morían niños y demás personas debido a las precarias condiciones en las que se encontraban. De modo que, se puede ver cómo todos estos casos fueron ignorados aun ocurriendo dentro de la misma empresa con tal de cumplir con los objetivos productivos. Es decir, pasando por alto el coste humano.^[5] Siendo así, se vuelve menos complejo determinar la verdadera cara de Volkswagen. Y se hace más sencillo entender hasta qué puntos fueron capaces de llegar en el escándalo del NOx con tal de cumplir objetivos técnicos.

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