Átomo, mi historia
Juan Verdejo ContrerasTrabajo1 de Marzo de 2016
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No se extrañe, he conseguido entrar en la mente de este individuo gracias al trabajo en equipo con mis compañeros, átomos también, y tengo (X) tiempo para contarle mi historia. No sé hasta qué punto estará interesado, como conjunto de átomos que ha conseguido formar una vida racional, en entender nuestra vida, ni siquiera nosotros la sabemos, pero ya que tenemos la oportunidad de plasmar en un papel todo aquello que hemos visto a lo largo de nuestra historia, a raíz de los recuerdos que somos capaces de procesar, me gustaría (en realidad nos gustaría a todos, incluso a los átomos que se encuentran en usted) que nos leyese.
Me gustaría aclarar, dado que se trata de contar mi historia (a partir de ahora voy a hablar en singular, pero en realidad me refiero a todo átomo como parte básica) y que esta historia está basada en recuerdos, que los recuerdos son simplemente eso, recuerdos, etapas del tiempo que quedan aisladas en la nada y que no se tiene un fácil acceso a ellos, usted, persona, ha de saber esto como mente que es capaz de procesar, y es que al entrar en este individuo he perdido la mayoría de los recuerdos de mi historia, quizás sea por culpa suya propia, pero en lugar de quejarnos y lamentarnos , vamos a aprovechar lo que tenemos ya que mi tiempo es limitado.
Átomo, mi historia.
A pesar de haber sido el comienzo de todo, parece ser que no fue hasta hace poco cuando se fijaron en mi por primera vez.
Tengo en mi interior vino, hemos conseguido meternos en la estructura de una copa de oro que sujeta una persona humana. Varios de nuestros compañeros han podido acceder hasta este y han conseguido averiguar que su marca de identidad para el ser es: Anaxágoras de Clazomene. Está discutiendo con algunas personas que hay a su alrededor algo que ellos no logran entender, parece ser que nos ha visto y está intentando explicar al mundo lo que somos. Nos denomina “Spermata”. Esto es algo importante ya que ahora me hago llamar Átomo, pero en realidad a lo largo de la historia me han llamado de muchas maneras distintas, me siento un poco confuso ya que entre nosotros no tenemos nombres, solo marcas que nos identifican cuando estamos formando uno u otro elemento.
Anaxágoras sigue hablando de nosotros, dice que somos “partículas diminutas” de diferente color, forma y olor que se mueven y organizan todo lo existente gracias a una inteligencia y un espíritu. Uno de sus discípulos está pensando ahora mismo que su maestro pudo pasarse con el líquido que reside en el interior del objeto que albergo, pero la mayoría está intentando entenderle.
Les está diciendo que si nos parasemos a pensar en la oscuridad absoluta, y comenzásemos a crear desde una base 0, empezaríamos poniendo puntitos, y la unión de estos puntitos haría elementos, elementos visibles por el ser normal, elementos que se pueden utilizar.
-¡Como está copa de vino que tengo en mi mano!. Miradla, está repleta de “Spermatas”, y el liquido tan rico que hay dentro son más “Spermatas” y mi mano que la sostiene, todo son “Spermatas”.
Los individuos que le acompañan se sienten muy confusos ya que no son capaces de ver la parte simple de lo que soy ahora, pero este primer ser ha sido capaz de pararse a pensar en mi y no va tan desencaminado.
Creo que aquí ya he visto todo lo que tenía que ver, pero no nos paremos y perdamos el tiempo, continuemos hacia el presente.
Estoy en el siglo VI antes de la “nueva era” otro señor con barba está pensando más de la cuenta y con sus dos manos abiertas está comentando lo siguiente:
-“Gracias a las manos de los Dioses y su fuerza sobrenatural, conseguimos ver formadas todas las sustancias que nos rodean, estando estas en estado frio, caliente, seco y húmedo. Esto es posible debido a que la grandiosidad de los Dioses es capaz de unir o separar, según convenga, los cuatro elementos básicos; Tierra, Agua, Aire y Fuego.
Parece ser que es así como ve Empedocles nuestro diminuto mundo y nuestra forma de presentarnos ante el vuestro, y realmente, basándonos en lo más básico de su idea, tierra, agua, aire y fuego, tiene razón, ya que todo eso lo hemos creado nosotros, estamos en todos los lugares que podáis imaginar, pero hasta el momento, no he tenido noticia de que sea un ser “supremo” el que nos mande o dirija para crear nada.
¡Eh!, acaban de llamarme por mi nombre. Un señor llamado Democrito ha llamado mi atención y es que parece ser que se ha acercado aun más a la idea de lo que somos los átomos, además nos ha puesto nuestro nombre actual, esto parece importante, estamos en el siglo V antes de la “nueva era” y este señor ha llegado a una conclusión muy curiosa, preste atención.
Según entiendo, de lo que piensa y dice, la materia está compuesta por partículas indivisibles que siempre han existido, independientes e invisibles. Estas partículas somos nosotros, los átomos, y tenemos diferentes formas y tamaños, además de poder unirnos para crear materia (lo que conlleva que cada materia creada a partir de nosotros, es decir cualquier cosa, tenga sus propias propiedades).
Demócrito también llego a la conclusión de que los estados líquido, sólido y gaseoso se diferencian entre ellos según un mayor o menor movimiento de los “distintos tipos de átomos que los forman”. Según él según al elemento que pertenezcamos somos distintos, si pertenecemos al agua somos redondos y lisos, si pertenecemos a los metales somos duros, a los ácidos, puntiagudos y ásperos.
Personalmente creo que en esto se equivoca ya que yo, en mi imagen básica, sin estar unido a ningún elemento, soy igual que cualquier otro átomo, aunque no recuerdo que le pasaba a mi imagen al unirme a otro elemento… Quizás cuando vuelva a mi estado normal, en nuestro mundo invisible me pare a pensar en ello.
Me gusta mucho la visión que tiene de nuestro mundo el señor Demócrito, desgraciadamente parece ser que está enemistado con varias personas de gran influencia en esta época, dos de ellos son Platón y Aristóteles a los cuales sus ideas no parecen interesarles mucho, y si les interesa algo de ellas es el fuego, elemento creado por nosotros, que puedan crear los pergaminos escritos por Demócrito. De hecho, han preferido quedarse con la idea de los cuatro elementos, tierra, aire, agua y fuego.
Aquí no hay nada más que hacer.
Y parece haber un gran vacío en el tiempo en cuanto a la idea de lo que somos, ya que la teoría de Empedocles, reforzada por Platón y Aristóteles está adherida al pensamiento de todos los seres que ven pasar la vida sin preguntarse que hay dentro del fuego, o del aire, o de la tierra o del agua, y no dentro de ellos a un nivel visible normal, sino en los más profundo de su interior, allí donde estamos nosotros, allí donde la vida está en su estado más puro y natural.
Solo unos cuantos seres intentaron volver a darle importancia a la hipótesis de Demócrito, pero sin mucho éxito debido a que la expansión del cristianismo hizo más fuerte la teoría que reinaba, ya que era perfecto que hubiese cuatro elementos que creasen la materia y un ser divino que manejase esos cuatro elementos. Algunos de ellos fueron: Descartes, Bacon, Lemery y Gassendi.
También Robert Boyle quiso llegar más allá de lo ya escrito proponiendo su teoría de las sustancias primitivas afirmando que los elementos son ciertos cuerpos primitivos y simples que no están hechos por otros cuerpos o de otro cualquiera, son los ingredientes de todos los cuerpos compuestos y en los cuales estos últimos se pueden separar. Supongo que queriendo decir que hay sustancias iniciales a partir de las cuales se crean todas las demás, estas sustancias básicas e iniciales posiblemente seamos nosotros, pero él decía que había solamente dieciséis habiendo en realidad o la más básica de todas, el átomo simple, yo mismo, o habiendo una infinidad de estas, de estas es de mi mismo, es decir que la sustancia simple a la que se refiere soy yo, que egocéntrico que soy por favor.
Parece ser que algunos científicos intentaron explicar uno de los cuatro elementos básicos a partir de los cuales todo se crea, el fuego. Como actúa este en los cuerpos al entrar en estado de combustión. Llegaron al punto en el que consideraban que todos las sustancias que sufrían combustión era debido a la cantidad de flogisto que contenían en ellos mismos y que la combustión en si misma era la pérdida de este flogisto del que hablamos. En otras palabras querían entender el fuego como elemento haciendo que toda sustancia o material estuviese relacionada con este, ya que cualquier material que entrase en combustión estaría perdiendo flogisto, siendo este flogisto un elemento más dentro del fuego. La idea del flogisto procedía de la “terra pinguis” un tipo de tierra(había tres tipos de tierra) inflamable denominada así por los alquimistas en su época. Esta teoría del flogisto fue sacada a la luz por Johann Becher y Georg Stahl.
Gracias a este flogisto se descubrieron gases muy importantes como dióxido de carbono, nitrógeno e hidrógeno.
Poco después Priestley se dio cuenta de que había un gas que hacía que los combustibles ardiesen antes que en el propio aire, y denominó a este gas “aire desflogistizado”. Esto llevó a pensar que cuando en una sustancia ardía su flogisto esta quedaba desflogistizada.
Poco después se llegó a la conclusión de que este aire desflogistizado en realidad era el oxígeno, a esta conclusión llegaron prácticamente a la vez Priestley y Scheele. El oxigeno era capaz de aumentar el flogisto fomentando de este modo la combustión.
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