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Costuras de hipocresía: “El doble filo de la responsabilidad social corporativa en el fast fashion”

meikitMonografía5 de Diciembre de 2025

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Carmen Sánchez López

Costuras de Hipocresía: “El Doble Filo de la Responsabilidad Social Corporativa en el Fast Fashion”

Índice

Resumen        2

Introducción        2

Desarrollo        3

1.        Fast fashion y precarización laboral: una forma moderna de explotación        3

2.        Impacto ambiental: contaminación, residuos y cambio climático        5

3.        El greenwashing como disfraz de la responsabilidad social corporativa        7

4.        La opacidad de las cadenas de suministro en el fast fashion        8

5.        Alternativas y propuestas: regulación, economía circular y activismo social        9

Conclusiones        10

Referencias        11

Resumen

La presente monografía analiza críticamente la problemática de la responsabilidad social corporativa (RSC) dentro del modelo de producción de la industria de la moda conocido como fast fashion. Este sistema, caracterizado por la aceleración de los ciclos de consumo y la reducción de costos productivos, se sostiene sobre prácticas de explotación laboral y deterioro ambiental. A pesar de que muchas empresas promueven discursos institucionales sobre sostenibilidad, sus acciones rara vez se alinean con una implementación real de la economía circular o con los principios fundamentales de la RSC. Este trabajo examina las consecuencias sociales y ecológicas del modelo, desde un enfoque multidisciplinario y global, y plantea la necesidad de una reforma estructural. Se argumenta que tal reforma debe ser impulsada tanto por la regulación internacional como por la presión social y la construcción de una cultura de consumo más crítica y ética.

Introducción

La industria de la moda, lejos de ser una simple expresión de creatividad o identidad personal, se ha consolidado como una de las estructuras industriales más poderosas y problemáticas del siglo XXI, siendo centro del debate sobre sostenibilidad y ética empresarial. Particularmente, el modelo fast fashion ha transformado de manera radical los patrones de consumo global, imponiendo un ritmo acelerado de producción y desecho que prioriza la rentabilidad sobre cualquier otro principio. Este modelo, adoptado por gigantes como Zara, H&M o Shein, ha democratizado el acceso a la moda con modelos que priorizan la rapidez en la rotación de colecciones, lo cual exige una producción intensiva, de bajo costo y con escasa supervisión sobre las condiciones laborales, generando graves consecuencias sociales, económicas y ecológicas (Veintimill & Moran, 2025, pág. 823).

La responsabilidad social corporativa (RSC), en teoría, debería actuar como un contrapeso ético frente a los abusos del capital. Sin embargo, en la práctica, la RSC dentro del sector moda suele reducirse a una estrategia cosmética: campañas de reciclaje simbólicas, certificaciones sin valor normativo o el uso del lenguaje ecológico como herramienta de marketing. En este contexto, muchas firmas promueven una imagen de responsabilidad social corporativa que no se corresponde con sus prácticas reales. Se trata, en numerosos casos, de estrategias de greenwashing, mediante las cuales se busca proyectar un compromiso superficial con la sostenibilidad para ganar legitimidad frente al consumidor crítico (Tamayo, 2018).

Esta monografía parte de una pregunta incómoda: ¿es la responsabilidad social corporativa un verdadero compromiso… o simplemente una fachada que maquilla los excesos del sistema? 

De este modo, se analiza críticamente las contradicciones de la RSC en la industria de la moda, con especial énfasis en el modelo fast fashion. Para ello, se abordarán, en primer lugar, los efectos del modelo sobre los trabajadores que sostienen la cadena de suministro. En segundo lugar, se analizarán los impactos medioambientales derivados de la sobreproducción textil, después se examinará el greenwashing como disfraz de la RSC, enseguida se presentará la opacidad de las cadenas de suministro en la industria de la moda. Finalmente, se discutirá la viabilidad de un modelo alternativo, más ético y sostenible, a partir de experiencias regulatorias, activismo social y propuestas de economía circular. El enfoque adoptado será global, sin perder de vista los contextos particulares de América Latina y el Sur Global.

Desarrollo

  1. Fast fashion y precarización laboral: una forma moderna de explotación

El término fast fashion se refiere a la estrategia empresarial que busca producir ropa de bajo costo en ciclos extremadamente cortos. Este sistema responde a una demanda artificialmente incentivada, que estimula al consumidor a renovar su guardarropa constantemente. En el artículo titulado Fast fashion: ¿qué es y cuáles son sus consecuencias en el mundo? redactado por Njoya (2023), menciona que una prenda de fast fashion puede tardar menos de una semana en pasar del diseño a las tiendas físicas o digitales y por supuesto, las compras en línea, disponibles las 24 horas del día, los 7 días de la semana, también desempeñan un papel importante en el crecimiento de la industria.

No obstante, esta aparente eficiencia oculta una cadena de suministro profundamente injusta. Uno de los principales señalamientos éticos hacia la industria del fast fashion es su dependencia estructural de mano de obra barata, especialmente en países del Sur Global o bien, países en vías de desarrollo. Fábricas en Bangladesh, India, Sri Lanka, Pakistán o Camboya funcionan bajo condiciones que violan sistemáticamente los derechos laborales: jornadas extenuantes, salarios de miseria, exposición a productos tóxicos y ausencia de contratos formales (Tamayo, 2018).

Casi 50 millones de personas en el mundo son víctimas de la esclavitud moderna y el 12% son menores de edad (Grigelmo, 2023). El trabajo infantil en las fábricas se ha normalizado alarmantemente en muchos países en desarrollo, donde miles de niños, en lugar de estudiar o disfrutar su infancia, se ven forzados a soportar largas y agotadoras jornadas cosiendo ropa. No lo hacen por elección ni por vocación, sino por la desesperante necesidad de aportar un ingreso “mínimo y explotador” que les permita sobrevivir o ayudar a sus familias a salir adelante. Esta situación no solo refleja la indiferencia de las empresas que se benefician de esta mano de obra barata, sino también la hipocresía de un sistema que, mientras promueve discursos de responsabilidad social, sostiene sus ganancias sobre la explotación de los más vulnerables.

Esta falta de claridad estructural obstaculiza la implementación efectiva de políticas de responsabilidad social. Por ejemplo, cuando ocurrió la tragedia del colapso del edificio Rana Plaza en 2013 en Bangladesh donde murieron 1,134 trabajadores de fábricas textiles, muchas marcas negaron conocer que sus prendas se fabricaban allí, escudándose en la tercerización de la producción, este lamentable suceso, marcó un punto de inflexión mediático, pero no estructural. A más de una década del incidente, los mecanismos de fiscalización y rendición de cuentas siguen siendo insuficientes o ineficaces (Farcis & Tomic, 2023; El Mundo, 2013).

Hoy en día, estas condiciones persisten. A pesar de las promesas de mejora, muchas marcas continúan beneficiándose de cadenas de suministro opacas que permiten la explotación laboral y la vulneración de derechos humanos. La falta de transparencia y la ausencia de mecanismos de rendición de cuentas perpetúan estas prácticas.​

En América Latina, países como México, Colombia y Perú también se han convertido en centros de producción para marcas internacionales, generando situaciones similares. (González, 2021)

Además, muchas de estas trabajadoras (porque la mayoría son mujeres) están sujetas a una doble opresión: por un lado, la laboral, y por otro, la de género. Diversas investigaciones muestran que las condiciones de trabajo en estas fábricas incluyen acoso sexual, agresiones, nula protección frente a embarazos, y violaciones reiteradas de los derechos sindicales, además los salarios mínimos en estas fábricas suelen ser inferior al umbral de pobreza definido por el Banco Mundial (Carril & Choclán, 2021).

Los intentos de sindicalización, cuando existen, son reprimidos o ignorados, y los contratos suelen ser temporales y sin garantías. Así, la industria de la moda se apoya en un sistema de trabajo informal y fragmentado, donde la cadena de responsabilidad se diluye intencionadamente para evitar demandas o escándalos reputacionales.

Este tipo de prácticas contradice flagrantemente los principios de la RSC, que supuestamente deben velar por el respeto a los derechos humanos. Se trata, en palabras de la ONU (2025), de una forma moderna de esclavitud laboral que es funcional al modelo económico global actual.

La Organización Internacional del Trabajo ha advertido que muchos de estos empleos se inscriben dentro de lo que se denomina trabajo decente, una noción que ha sido vaciada de contenido por la globalización neoliberal. En efecto, aunque algunas marcas han firmado códigos de conducta o participado en iniciativas voluntarias de monitoreo, los mecanismos de verificación son débiles o directamente inexistentes (Cisneros, 2023). La subcontratación en cascada dificulta enormemente la trazabilidad de las condiciones laborales, permitiendo a las marcas desligarse de la responsabilidad directa sobre sus trabajadores.

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