Resumen Por Capitulos Del Zarco
sussana120 de Mayo de 2015
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I. Yautepec
Es un pueblo ubicado en la carretera libre de Cuernavaca, rumbo a Tepoztlán. Las casas están decoradas con colores chillantes y crecen durante todo el año, naranjos y limoneros.
La población es tranquila, laboriosa, pacífica, sincera, sencilla y hospitalaria. En el aspecto político, dependen de Cuernavaca.(Morelos)
II. El Terror
Una noche de agosto de 1861, la población se resguardaba temprano en sus casas por el terror que le tenían a los bandidos, conocidos comúnmente como los plateados pues éstos realizaban impunemente saqueos, matanzas, raptos, incendios y exterminios en los pueblos y haciendas aledañas al sur del Estado de México. Yautepec no estaba exento de dichos asaltos, así que de día colocaban vigías en las torres de las iglesias para dar aviso a la población de la llegada y partida de bandoleros, de esta forma, los habitantes de Yautepec tenían tiempo de esconderse en sus casas y las iglesias. Pero esto de noche era imposible, así que estaban siempre expuestos.
La guardia civil no podía intervenir porque el país se encontraba en medio de una guerra civil, dejando así a los bandoleros actuar libremente. Este crimen fue introducido al país por el español Cobos, y los bandoleros eran conocidos como los plateados por su vestimenta
-semejante a la del charro actual- cargada de adornos de plata.
III Las dos amigas
En un huerto en Yautepec, vivían Manuela –joven de 20 años, tez pálida, ojos negros, cejas aterciopeladas, cabello negro y con aspecto aristocrático- y Doña Antonia –madre de Manuela, anciana de buenas costumbres y honrada. Esta última tenía una ahijada más o menos de la misma edad que Manuela, Pilar –joven morena criolla que denuncia a la hija humilde del pueblo y con carácter opuesto a Manuela- que era huérfana pero Doña Antonia se había encargado de cuidarla desde pequeña.
En el jardín Pilar y Manuela tejían guirnaldas de rosas y azahares cuando Doña Antonia le reprochó a su hija el rechazo que le tiene a Nicolás, un muchacho del pueblo y herrero de la hacienda de Atlihuayan, que desea casarse con ella. Manuela sólo siente repulsión y descontento por el herrero, lo considera un indio horrible y molesta a Pilar porque comprende que ella sí está enamorada de Nicolás.
Doña Antonia trata de convencer a su hija de las ventajas de casarse con Nicolás, pues es un hombre honrado y bueno, que además protegería a Manuela de los plateados y la llevaría lejos de los peligros de Yautepec. No obstante estos argumentos no son válidos para Manuela, quien sólo reafirma su rechazo y repulsión hacia el herrero que la ha cortejado desde un tiempo atrás. De pronto, llaman a la puerta y Pilar avisa que Nicolás acaba de llegar.
VI Nicolás
Nicolás era un joven trigueño, con el tipo indígena bien marcado pero de cuerpo alto y esbelto, de formas hercúleas, con ojos negros y dulces, nariz aguileña, boca grande, fuerte y varonil. Intentaba diferenciarse de los demás por su modo de vestir y visitaba todos los días a Doña Antonia y Manuelita.
En la hacienda donde trabaja Nicolás, todos los hombres se han unido para protegerla y han expulsado a los informantes y cómplices de los bandidos.
Este día en particular, le informó a Doña Antonia que vendría a Yautepec una guardia del gobierno porque los bandidos habían asesinado una familia rica y extranjera en la carretera rumbo a Acapulco. La guardia llegaría primero a Cuernavaca para buscar a los bandidos, pero Nicolás creía que no los capturarían, pues los plateados andan en grandes grupos de más de 100 y están muy bien equipados y armados, no como el ejército, quienes parecían pordioseros. Doña Antonia se alegró mucho al oir estas noticias, pues era su oportunidad de marcharse definitivamente a México con Manuelita y sin correr el riesgo de ser asaltadas en el camino.
V El Zarco
Mientras esto acontecía, al caer la noche, cerca de la hacienda de Atlihuayan, había un hombre joven de 30 años, alto, bien proporcionado, de espaldas hercúleas y cubierto literalmente de plata, temido y conocido por la gente como El Zarco por el verdor de sus ojos. Se dirigía a Yautepec y cuando vio a lo lejos a Nicolás pensó en que ya tendría él su merecido, pero por lo pronto iba a visitar, clandestinamente, a su amada en el huerto de Doña Antonia. Al acercarse a la barda del huerto hizo llamar a Manuelita, quien con una dulce y amorosa voz respondió a su llamado y se asomó por una escalinata en el huerto.
VI La Entrevista
El Zarco visitaba, algunas noches, a Manuelita, con quien mantenía cortejo y le regalaba joyas y dinero. Nadie en el pueblo sospechaba de la relación entre estos dos, pues nadie se atrevía ni a asomarse por la noche por temor a los plateados. No obstante, se rumoraba que en noches de lluvia, aparecían marcas de caballo al lado de la barda del huerto, pero Doña Antonia, nunca se enteró de dichos rumores.
Manuela alertó al Zarco sobre la llegada de la guardia militar y sobre la partida a México que planea su madre para los próximos días. Cegada por el amor y la codicia, le pide al Zarco que la rescate cuando esté en la carretera con la guardia y su madre, pero el Zarco sabe que esta maniobra es peligrosa y sus compañeros no se arriesgan tan fácilmente si no hay ganancias de por medio. Por tanto, deciden que Manuela se fugará con él la próxima noche y tendrá que abandonar a su madre y su vida tranquila. Manuela le promete a su amado que se adaptará a las circunstancias que se presenten. Concuerdan que el Zarco la recogerá a la media noche y Manuela deberá empacar poca ropa, las joyas y el dinero que le ha regalado. Así mismo, antes de marcharse a Xochimancas, la madriguera de los bandidos, le entrega a Mnauela un cofre con varias joyas.
VII La Adelfa
A un costado de la Adelfa en el huerto de Doña Antonia, Manuela escondía en una bolsa de cuero enterrada las cosas que el Zarco le regalaba con frecuencia. Esa noche le había traído joyas del asalto a los extranjeros rumbo a Acapulco que consistían en un anillo enorme de brillantes, una pulsera con dos serpientes de brillantes y unos pendientes que tenían marcas de sangre. No obstante, esto no le preocupó a Manuela y se probó sus nuevas joyas. Su rostro y su conciencia se habían transformado en codicia y vanidad. Aquella dulce muchacha que tejía guirnaldas en el huerto, tenía mirada malvada y vanidosa.
Manuela ocultó sus regalos en la bolsa de cuero, volvió a enterrar su tesoro y se fue a dormir.
VIII Quién era el Zarco
El Zarco era hijo de honrados padres que deseaban inculcarle buenos valores y amor al trabajo, pero él era de carácter rebelde y holgazán por naturaleza y pronto se hartó de las múltiples tareas que debía cumplir y de la escuela. Se fue de su casa muy joven y vivió por diversos periodos en haciendas donde cuidaba caballos. Tampoco era muy querido en su trabajo porque era holgazán, con cierta codicia, no amaba a nadie y envidiaba a los demás.
Era un joven de buena figura, de color blanco impuro, ojos color azul claro, de cabello rubio pálido y cuerpo esbelto y vigoroso.
Por fin, cansado de aquella vida de servidumbre, el Zarco huyó con unos cuantos caballos para venderlos y se juntó con una nube de bandidos.
Por su carácter despiadado y su insaciable sed de rapiña, pronto se convirtió en jefe de bandas. Fue entonces cuando este temido personaje conoció a Manuela en Cuernavaca durante una época en la que el gobierno y los bandidos se unieron para luchar en la guerra civil. A Manuela le causó una fuerte impresión aquel hombre vigoroso y guapo, montado en su caballo grande y desfilando frente a su ventana. Estaba corrompida y fascinada por lo que el Zarco representaba.
Esta unión militar no duró mucho tiempo, pues el gobierno se desprestigió por andar con una partida de bandidos y comenzaron a perseguirlos y colgarlos para restaurar su imagen. El Zarco logró escapar a Puebla, en donde continuó con sus actividades ilegales. También eran famosas las crueles venganzas que el Zarco empeñaba contra los dueños de las haciendas donde había trabajado.
XI El Búho
En su camino rumbo a Xochimancas el Zarco meditaba sobre su futuro. Deseaba a Manuela porque era la más rica y hermosa de Yautepec, por su propia vanidad, más no la amaba. Pensaba que al casarse con ella rompería con su estatus vanidoso entre sus amigos bandidos: podía tener una querida como ella, más no casarse. Tampoco le atraía dejar la vida que llevaba, a pesar de que podía vender la mercancía robada y comprarse un rancho, pero al Zarco no le gustaba trabajar y algún día lo encarcelarían por sus fechorías pasadas. De pronto un tecolote cantó cuando el Zarco pasaba debajo de un árbol y en su mente supersticiosa sucumbió el temor por el canto que todas las noches se repetía cuando éste pasaba por el mismo lugar.
X La fuga
Al día siguiente, Nicolás visitó a Doña Antonia para informarle que la tropa arribaría a Yautepec al día siguiente por la mañana y estaría muy poco tiempo en el pueblo. Doña Antonio le pidió que vendiera su huerto y que fuera a visitarlas a México. Entre tanto, Manuela dormitaba en su cuarto porque debía guardar fuerzas para su fuga nocturna y su madre pensaba que ella estaba enferma.
Doña Antonia estaba preocupada por el extraño comportamiento de su hija desde un tiempo atrás, era mucho más dura, no hacía sus rezos y siempre estaba inconforme. Todo ello lo atribuía a su encierro para protegerla de los bandidos y estaba segura que en México cambiarían las cosas. También se lamentaba de que no amara a Nicolás, quien ya estaba resignado al desprecio de
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