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Análisis De LA METAMORFOSIS

MarcelaGomez090717 de Marzo de 2014

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1. Argumento

Gregorio Samsa, un corredor de comercio que desea abandonar su profesión por no encontrar en ella posibilidad alguna de vida creativa, se ve convertido una mañana al despertarse en un insecto. No puede en adelante hacer su vida normal, e intenta adaptarse en alguna medida a las condiciones de su nueva situaición, de la que es plenamente consciente. En principio, sus familiares toleran su presencia e incluso lo tratan con cierta afabilidad porque tras su figura monstruosa siguen viendo la realidad personal de Gregorio. En el momento en que se deciden todos, incluso la hermana, a tratarlo como un «bicho», pierde la escasa movilidad que poseía, y fallece. La familia vuelve entonces a mirar al futuro, y sale a dar un breve paseo en tranvía un día de sol.

2. Tema

Esta obra nos pone ante los ojos de forma sobrecogedora la necesidad de fundar con quienes nos rodean, sobre todo en la familia, relaciones personales que nos permitan desarrollarnos normalmente y ganar autoestima. Así se evita que alguien, por no poder crear un tejido de relaciones auténticas, bloquee su desarrollo personal y se vea envilecido hasta considerarse como un vil insecto.

Una persona es, como subrayó el gran filósofo Manuel Kant en su día, un fin en sí misma, no un medio para el logro de ciertos fines. Gregorio Samsa no fue nunca maltratado, vejado, humillado, pero él se vio reducido a mero medio para el sostenimiento económico de la familia, y necesitó para cumplir esa función someterse a un modo de vida mecánico, poco creativo. Su vida le parecía una rueda dentadaque gira sin sentido. Esa falta de sentido auténticamente personal queda expresada literariamente en la falta de posibilidades que implica la reducción a insecto. El protagonista desaparece de la escena cuando se rompe el débil hilo que lo unía al mundo de la creatividad -el afecto hacia su hermana y la voluntad de ayudarla.

3. Contextualización

La obra comienza con el fenómeno de la «metamorfosis», la transformación del protagonista Gregorio Samsa en insecto. Kafka, hábilmente, nos ofrece datos suficientes para que descubramos la causa que provocó tal fenómeno, mejor dicho: la serie de acontecimientos que adquieren cuerpo expresivo en tal fenómeno.

Sabemos, por la biografía de Kafka, que éste vivió el período de la infancia en una gran soledad, experimentó el distanciamiento espiritual de sus tres hermanas, excepto -durante su enfermedad- la hermana menor, y consideró su empleo en una casa de seguros como una rémora constante e insufrible para su actividad creativa de hombre de letras. Este desajuste entre la sordidez de la vida cotidiana y su vocación profunda despertó en su interior un sentimiento de desesperación, alumbró en su mente la idea del suicidio y lo llevó paulatinamente a la enfermedad y la muerte prematura 2. Estos datos nos permiten rehacer con fidelidad y hondura las experiencias básicas de la vida de Gregorio Samsa en el período anterior a su «animalización».

4. Experiencias decisivas de la obra

La falta de creatividad

envilece, rebaja de rango

La característica básica del ser humano, la que lo distingue del animal es su capacidad de ver los seres del entorno como realidades, no como meros estímulos, y captar las posibilidades que nos ofrecen en orden a realizar un juego creador, tomar iniciativas, asumir responsabilidades, sentirse en cierta medida dueño del propio destino, en cuanto uno va optando por unas posibilidades y desechando otras, a fin de dar una configuración determinada a la figura de la propia personalidad. Esta capacidad de ver y tratar un ser como fuente de posibilidades es la libertad.

De esta libertad, así entendida, carece Gregorio Samsa, un corredor de comercio que no ama su oficio, lo considera como mero medio para ganar dinero y sostener la familia, y lo ejerce casi de modo mecánico obedeciendo rígidamente órdenes, consignas y horarios de forma medrosa3. El trabajo, que ocupa la mayor parte de su vida, no significa para Gregorio un auténtico campo de juego. Toda su ilusión es poder llegar a abandonarlo.

«Si no me retuviera a causa de mis padres, hace tiempo que hubiera comunicado mi cese»(12, 57).

Es un tipo de trabajo cansado, monótono, incómodo, sórdido, y no ofrece siquiera la compensación de un trato humano de cierta calidad:

«... Relaciones humanas siempre cambiantes, nunca duraderas, incapaces de llegar a ser verdaderamente cordiales. ¡Al diablo con todo esto!» (11, 57).

En el mundo del comercio en el que se movía Gregorio no se daban las condiciones que exige el encuentro interhumano: confianza mutua (13-14, 58), flexibilidad en el trato, respeto a la persona... Todo valor era pospuesto al interés económico.

«... Nosotros, los comerciantes, por suerte o por desgracia, como se quiera, debemos a menudo hacer caso omiso de ligeras indisposiciones en atención a los negocios» (23, 62).

Esta manifestación fue hecha ante los padres de Gregorio por el Principal de éste, un personaje que representa en la obra el espíritu de la profesión. Por moverse en nivel objetivista, infralúdico, no creador, el Principal -que aparece sintomáticamente despojado de nombre propio, que responde a la condición personal, y es designado enfáticamente con un término relativo a la función que ejerce- podría muy bien, a juicio de Gregorio, padecer una metamorfosis semejante a la suya (21-22, 61). Este pormenor, aparentemente anodino e incluso arbitrario o fantástico, arroja luz sobre el sentido más hondo de toda la obra.

Para Gregorio, la actividad laboral era solamente un medio para un fin: sostener la familia y redimirla de la desesperación provocada por un desastre económico. Si en el trabajo no podía realizarse como persona, por faltar las posibilidades creadoras de auténticas formas de encuentro, el sentirse útil a la familia y provocar la alegría de todos en el momento de entregar su aportación económica significaba para él una fuente de gratificación personal, algo hermoso y festivo, porque venía a ser un esbozo, siquiera fugaz, de encuentro personal (51-52, 75). La costumbre, sin embargo, fue enfriando poco a poco este entusiasmo primero, excepto en la hermana (52, 75).

A pesar de esta inicial relación de encuentro con sus familiares, Gregorio no se entrega nunca a una actividad verdaderamente creadora. Alimenta secretamente el «lindo sueño» de enviar algún día a su hermana a estudiar en el conservatorio de música de Praga, la capital, (52, 75), pero, cuando está en casa, apenas sale, se sienta a la mesa y no entra en juego; se limita a leer el periódico en silencio o a estudiar itinerarios (23, 62).

La transformación del cuerpo

La metamorfosis afecta al cuerpo de Gregorio, no a su espíritu. El cuerpo simboliza aquí el elenco de posibilidades elementales que uno necesita para vivir una vida creadora. Gregorio puede pensar, sentir, desear, hacer proyectos, acomodarse a una situación, oír y ver, pero presenta un aspecto repugnante y carece de facilidad de movimientos para llevar una vida normal. De suyo, el cuerpo es el lugar viviente de presencialización de la persona, de su instalación receptivo-activa en el mundo, de su encuentro con las realidades capaces de entreverarse. Después de la transformación, el cuerpo de Gregorio es algo extraño para él mismo y para los demás y constituye un elemento opaco que lo escinde del mundo exterior y lo condena a una asfixia lúdica. El sentido de su vida anterior había radicado en sostener a la familia económicamente. A partir de ahora no sólo no podrá resolver el problema familiar, sino que será un obstáculo decisivo para buscar una salida, aunque sea tan precaria como alquilar las mejores habitaciones del hogar a unos huéspedes exigentes.

Ello explica la evolución sufrida por los familiares en su modo de reaccionar ante la situación creada por la metamorfosis. Al principio, los familiares, acuciados por el Principal, se sienten hondamente preocupados por Gregorio; más tarde, lo tratan con cierto cuidado, sobre todo la hermana, que se brinda a facilitarle comida y a disponer la habitación de modo que pueda desarrollar en alguna medida las actividades propias de un insecto, como es trepar por las paredes. Sólo una asistenta se atreve a aplicarle el nombre de «bicho», que los familiares evitan porque el lenguaje da cuerpo a las realidades que expresa y las hace aparecer ante los ojos con toda su fuerza. El padre, fuera de sí debido al horror que le produce la figura de Gregorio, lo agrede y lo deja malherido, privado incluso de la escasa movilidad que poseía. Su madre intercede por él y se esfuerza, lo mismo que su hermana, Grete, por conseguir sobrellevar la situación (75, 85).

La transformación del espíritu

Poco después, sin embargo, cuando observan que la presencia de Gregorio les impide tener huéspedes e incluso criadas, ambos familiares empiezan a tratarlo sin cariño alguno (82, 87) y convierten su habitación en una trastera (87, 89). En un momento de irritación, Grete, la hermana, le había llamado por su nombre de pila: «¡Ojo, Gregorio!» (68, 82). Esto implicaba un contraste desgarrador, porque un nombre propio sólo se aplica en rigor a las personas, pero aquí significaba una firme voluntad por parte de la joven de no hacerse a la nueva situación ni seguir esperando una salida airosa. Ahora se niega a seguir teniendo en su casa a un hombre-insecto, pues tal mezcla absurda es insostenible. Hay que decidirse a aceptar el nuevo orden de cosas y tomar las medidas pertinentes para abrir algún horizonte hacia el futuro.

«Queridos padres (...), esto no puede seguir así. Si vosotros no lo comprendéis, yo lo comprendo. Ante

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