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Análisis Emma Zunz


Enviado por   •  11 de Agosto de 2021  •  Apuntes  •  5.628 Palabras (23 Páginas)  •  624 Visitas

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Sexualidad y violencia. Un paralelo entre el cuento de Jorge Luis Borges “Emma Zunz”-y la versión del relato biblíco “Judith” en la tragedia de Hebbel

Paula M. Schaer

Universidad del Salvador, Argentina

“Emma Zunz” fue publicado en setiembre de 1948 en la Revista Sur, y luego incluido en la edición de El Aleph al año siguiente. Es uno de esos misteriosos objetos de la obra borgeana (utilizando una bella imagen de Ricardo Piglia inspirada en “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”) casi microscópicos e invisibles, pero con una riqueza literaria excepcional. Es una pieza rara en la obra borgeana. Escapa a la oscilación entre el mundo de las orillas, los cuentos de compadritos, de duelos, del Buenos Aires de fin de siglo, y las historias fantásticas con esos tópicos tan propiamente borgeanos como la biblioteca infinita, el laberinto, la cábala. La protagonista es una obrera de origen judío, habitante de una ciudad más parecida a la Erik de Lönnrot que a la de Rosendo Juárez, una ciudad asimilable a la gran urbe de la inmigración. La historia narra el ardid que Emma, la protagonista, ideó y llevó a cabo para vengar la muerte de su padre. Parece que la historia no se le ocurrió a Borges, sino que Cecilia Ingenieros –por entonces, su pretendida-- le propuso el tema, y Borges --para complacerla—lo escribió (1). El escritor se esmera en negar esta extraña criatura. Bioy Casares en su Diario señala que, refiriéndose a “Emma Zunz”, Borges decía: “Este cuento no es mío: me lo dio Cecilia. Yo lo escribí porque me pareció extraño y dramático. Está basado en la idea de venganza, que yo no entiendo. Si todas mis obras desaparecieran y sólo quedara «Emma Zunz», nada mío habría quedado” (Aguilar y Jelicie, 107). Asimismo, en el “Epílogo” de El Aleph, Borges hace referencia a “Emma Zunz” para excluirla del género fantástico (2): “Fuera de«Emma Zunz» -afirma- (cuyo argumento espléndido, tan superior a su ejecución temerosa, me fue dado por Cecilia Ingenieros) y de «La historia del guerrero y la cautiva», las piezas de este libro corresponden al género fantástico”. Según sus declaraciones, “Emma Zunz” sería una historia “no fantástica”, apenas la ejecución temerosa de un argumento que una mujer (Cecilia) le concedió. Sin embargo, si repasamos la “Tesis sobre el cuento” de Ricardo Piglia, veremos que en “Emma Zunz” encontramos la característica fundamental del cuento borgeano (3). De acuerdo con la primera tesis de Piglia, el cuento siempre narra dos historias: una historia visible y otra que se va construyendo secretamente. Los distintos elementos del cuento funcionan de manera diferente en las dos historias (lo superfluo en una es fundamental en la otra) y cada historia tiene su propia causalidad. Conforme la segunda tesis, la historia secreta es la clave de la forma del cuento.

En el cuento tradicional, la historia secreta se descubre hacia el final provocando un efecto sorpresa. En la versión moderna, se mantiene la tensión entre las dos historias durante todo el cuento; y la historia subterránea se vuelve cada vez más secreta y elusiva. En Borges, señala Piglia, la historia visible toma la forma de alguno de los géneros literarios (gauchesco, policial, fantástico), pero la historia secreta es siempre la misma: “la duplicidad y condensación de la vida de un hombre en una escena o acto único que define su destino”. Esto lo vemos en cuentos como la “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz” o en “El Sur”. Ahora bien, la variante fundamental que Borges inventa e introduce en la historia del cuento es --en palabras de Piglia: “(…) Hacer de la construcción cifrada de la historia 2 el tema del relato. Borges narra las maniobras de alguien que construye perversamente una trama secreta con los materiales de una historia visible”. Esta forma propia del cuento borgeano, su singular invención, la encontramos en relatos como “El muerto”, “La muerte y la brújula”, “El tema del traidor y del héroe”, etc., y claramente en “Emma Zunz” (4). En efecto, después de haber asesinado a Aaron Loewenthal, Emma telefonea (a la policía, muy probablemente) y dice: “Ha ocurrido una cosa que es increíble… El señor Loewenthal me hizo venir con el pretexto de la huelga… Abusó de mí, lo maté…”. La protagonista del relato se descubre como la autora de una ficción que ella misma presenta como increíble, pero que terminará imponiéndose. “Emma Zunz” es la historia de cómo una mujer construye una estratagema -a través de un entramado secreto y perverso de acciones que se suceden entre la recepción de una carta, el día jueves, y ese fatal sábado; estratagema que le permitirá asesinar a su enemigo y escapar de la justicia. Ahora bien, eso que hace que una historia increíble sea sustancialmente cierta es algo que sucede antes del asesinato, lejos de la fábrica y muy cerca del Paseo de Julio. En los párrafos en donde se narran esos sucesos, el relato se vuelve vacilante: la voz del narrador se duplica inesperadamente (“nos consta que esa tarde fue al puerto”) y rápidamente vuelve a ser singular (“Yo tengo para mí”); vacila sobre cómo narrar hechos irreales y horrorosos para la protagonista. Son apenas dos párrafos en donde se nos muestra el revés de una trama perversa, el momento en que el perverso plan se trastoca. En efecto, el pliegue del relato es el cuerpo de la protagonista, que finalmente será la prueba del móvil del asesinato y la garantía del éxito de la venganza (en tanto atenuante), el punto de inscripción de la falsa historia, lo que la convierte en verdadera, la materia de la ficción (dirá Piglia) (Sarlo, El saber: 233). Pero, al mismo tiempo, el pase por el cuerpo de la trama vengadora constituye el momento en que la venganza se trunca, pues se convierte en algo distinto de sí. Mediante un “giro irónico”, la heroína de la justicia divina mata en realidad por el ultraje recibido cerca del Paseo de Julio (Sarlo, El saber: 240). El sacrificio, la “pureza del horror”, termina pervirtiendo su plan original. He aquí el punto de inflexión en donde las dos historias se entrelazan: la ficción exitosa de la que Emma es autora y la que corre subterránea, elíptica, a la que Borges alude hacia el final del cuento cuando nos da a entender que lo que la lleva a Emma a asesinar a Loewenthal es más lo que ella siente en su cuerpo que la muerte de su padre. Beatriz Sarlo, en “Venganza y conocimiento”, señala que la estratagema se ve perturbada por el conocimiento adquirido en el acto sexual que “desplaza la razón de su venganza del objetivo principal (digamos, fundante de la acción) a uno secundario (digamos, condición necesaria para construcción del móvil y atenuante del crimen)”. Sin embargo, lo que resulta en el cuerpo de Emma no es para nada una “lección de conocimiento” ni tampoco un saber (126). Hay una inscripción en el cuerpo de Emma como mujer, pero sobre todo como virgen y mujer judía, que no opera como saber ni conocimiento de resultas del acto sexual, sino desde el momento mismo en que la protagonista concibe el plan y los pasos a seguir para concretarlo (5). Dicen que Borges hizo de la protagonista una mujer judía para dar verosimilitud al relato. No tenemos esa certeza, pero si así fuera, cabría preguntarnos por qué una mujer judía haría más creíble el relato. ¿Qué aspecto de la historia cobraría mayor fuerza de verdad? ¿Acaso ese aspecto no será el nudo que habremos de desentramar para comprender la historia en su pliegue? (6) *

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