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El Monje Que Vendio Su Ferrari

jonuy13 de Marzo de 2013

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Página 1 de 23

El Monje que Vendió su Ferrari

Robin S. Sharma

Resumen

1

El Monje que Vendió su Ferrari

Robin S. Sharma

Reseña del Autor

¿Quién es Robin S. Sharma?

Es una autoridad internacional en autoliderazgo; autor de

MegaLiving!,

The Gandhi Factory

. Es licenciado y profesor en Derecho. Viaja asiduamente

como conferencista y director de seminarios impartiendo su mensaje

a importantes organizaciones empresariales y educacionales.

Análisis y Fragmentos de El Monje que Vendió su Ferrari

Este libro le ofrece

claves

para hacer

realidad sus sueños y

alcanzar su propio

destino; el protago-

nista (Julian Mantle)

muestra al lector ese

sendero a través del

cual se manifiesta al

máximo la capacidad

de la persona y se

vive con pasión, de-

terminación y paz.

1

El despertar

Se derrumbó en mitad

de una atestada sala

de tribunal. Era uno de

los más sobresalientes

abogados procesales

del país; era también

un hombre tan conocido

por los

trajes

italianos

de

tres mil

dó-

lares que vestía como

por su

extraordinaria carrera

de éxitos profesionales.

Yo

me

quedé

ahí

de

pie, conmocionado

por

lo

que

acababa

de

ver.

El

gran

Julián

Mantle

se

retorcía

como

niño

indefenso

postrado

en

el suelo,

temblando

y sudando

como

un maniaco.

¡Dios

mío

– gritó

su

ayudante,

Julián

está

en

apuros!

Yo me

quedé

ahí parado sin

saber

qué

hacer.

No te

mueras

ahora,

hombre,

rogué.

Es

demasiado

pronto

para

que

te

retires.

no

mereces

morir de

esta for-

ma.

Yo había conocido a

Julián desde hace diecisiete

años,

cuando

uno

de

sus

socios

me

contrató

como

interino,

siendo yo

un

es-

tudiante de derecho.

Por aquél

entonces Julián lo tenía

todo.

Era un

brillante,

apuesto

y

terrible

abogado

con

delirios

de grandeza.

Todavía recuerdo una

noche que estuve trabajando

en la oficina

y

al

pasar

frente

a

su

regio

despacho

divisé

la

cita

que

tenía enmarcada

sobre

su escritorio

de

roble.

La

frase pertenecía a

Winston Churchil y

evidenciaba qué clase

de hombre era Julián

“Estoy convencido de

que en este día somos

dueños de nuestro

destino, que la tarea

que se nos ha impuesto

no

es

superior

a

nuestras

fuerzas;

que

sus

acometidas

no

2

El Monje que Vendió su Ferrari

Robin S. Sharma

están por encima de lo

que soy capaz de soportar.

Mientras

tengamos

fe en

nuestra

causa

y

una

indeclinable

voluntad

de

vencer,

la victoria

estará

a

nuestro

alcance”

.

Juan

fiel

a su

lema

era

un

hombre

duro,

dinámico

y siempre dispuesto

a

trabajar

dieciocho

horas

diarias

para

alcanzar

el

éxito

que

estaba

convencido,

era

su destino.

decir

que

su

abuelo

fue

un

destacado

senador

y

su

padre

un

juez

federal.

Así pues

venía

de buena

familia

y

grandes eran las expectativas

que

soportaban

sus

espaldas

vestidas

de

Armani.

El

extravagante

histrionismo

de

Julián

en

los

tribunales

solía

ser

noticia de

primera

página.

Los ricos y famosos se

arrimaban a él siempre

que necesitaban los

servicios de un sober-

bio estratega con un

deje de agresividad.

Todavía no entiendo

por qué me eligió a mí

como ayudante para

aquél sensacional caso

de asesinato que él iba

a defender durante ese

verano. Aunque me

había licenciado en la

facultad de derecho de

Harvard, su alma máter,

yo

no

era

ni

de

lejos

el mejor

interno

del

bufete

y

en mi

árbol

genealógico

no

había

el

menor

rastro

de

sangre azul.

Mi

padre

se pasó

la vida

como

guardia

de seguridad

en

una sucursal

bancaria

tras

una

temporada

en los

marines;

mi

madre

creció

anónimamente

en

el

Bronx.

El

caso

es

que

me prefirió

a mí

antes

que

a

los

que

habían

cabil-

deado calladamente

para tener el privilegio

de ser su

factótum

legal. Julián dijo que le

gustaba mi “avidez”.

Ganamos el caso, por

supuesto, y el ejecutivo

que

había

sido

acu-

sado de matar brutalmente

a su

mujer estaba

ahora

en

libertad

(dentro

de

lo

que

le

permitía su desordenada

conciencia,

claro

está).

Por

invitación

de Julián,

me quedé

en

el

bufete

en calidad

de

asociado

y pronto

iniciamos

una

amistad

duradera.

Admito

que

no

era fácil trabajar

con

el.

Ser

su

ayudante

solía

convertirse

en un

ejercicio

de

frustración.

O lo hacías

a

su

modo

o

te

quedabas

en

la calle.

Julián no

podía

equivocarse

nunca.

Sin embargo,

bajo

aquella

irritable

envoltura

había

una

persona

que

se

preocupaba

de

verdad

por

los

demás.

Aunque

estuviera

muy

ocupado,

el

siempre

preguntaba

por

Jenny,

la

mujer

a

quien

sigo

llamando

mi prometida,

pese

a

que

nos

casamos antes de que

yo empezara a estudiar

leyes.

Al

saber

que

yo

estaba

pasando

por

apuros

económicos,

Julián se

ocupó

de

que

me

concedieran

una

generosa

beca

de

estudios. Es verdad

que le gustaba ser

implacable con sus

colegas pero, jamás

3

El Monje que Vendió su Ferrari

Robin S. Sharma

dejó

...

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