LA PROCEDENCIA INCIERTA DE LA VOZ (A PROPÓSITO DE “LAS BABAS DEL DIABLO”, DE JULIO CORTÁZAR)
Efraín AmadorEnsayo17 de Octubre de 2022
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LA PROCEDENCIA INCIERTA DE LA VOZ
(A PROPÓSITO DE “LAS BABAS DEL DIABLO”, DE JULIO CORTÁZAR)
María Isabel FILINICH
Universidad Autónoma de Puebla (México)
isabelfilinich@htmail.com
Resumen: Es sabido que todo acto enunciativo da lugar a una escisión por la cual el discurso instala, al mismo tiempo, las categorías de persona, tiempo y espacio en el enunciado y en la enunciación: una será, entonces, la deixis del enunciado y siempre otra será la deixis de la enunciación, por más que quien hable se designe como yo. Pero el discurso se empeña muchas veces en volver ambiguas tales fronteras y en ofrecernos textos en los cuales la voz desdibuja su origen, se funde o confunde con otras voces, se desplaza de un nivel a otro, creando un efecto de extrañeza o asombro que nos invita a preguntarnos sobre la forma y el sentido de estas transgresiones en el proceso de enunciación. El propósito de este artículo es abordar estas transgresiones discursivas tomando como punto de partida un relato de Julio Cortázar.
Abstract: It is known that any enunciative act causes a division through which the discourse installs at the same time the categories of person, time and space in the utterance and the enunciation: one will be then the deixis of the utterance and the other will always be the deixis of the enunciation not mattering whether the one talking designates him/herself as I. But many times the discourse strives to make such limits ambiguous and to offer us texts in which the voice blurs its origin, it melts or becomes confused together with other voices; it moves from one level to another, creating an effect of strangeness or surprise that invites us to ask ourselves about the form and the sense of these transgressions in the enunciation process. The purpose of this article is to undertake these discursive transgressions taking as a starting point a story by Julio Cortázar.
Palabras clave: Metalepsis. Niveles narrativos. Enunciación. Julio Cortázar.
Key Words: Metalepsis. Narrative levels. Enunciation. Julio Cortázar.
1. INTRODUCCIÓN
La indagación acerca de quién habla cuando se echa a andar el discurso ha suscitado reflexiones fundamentales que han contribuido a forjar una teoría de la enunciación[1]. Hemos así asimilado, en términos lingüísticos y semióticos, la escisión a que da lugar todo acto enunciativo, esa “esquizia creadora” de la que hablaba Greimas (1990: 113), por la cual el discurso instala, al mismo tiempo, las categorías de persona, tiempo y espacio en el enunciado y en la enunciación: una será, entonces, la deixis del enunciado y siempre otra será la deixis de la enunciación, por más que quien hable se designe como yo.
Pero he aquí que el discurso se empeña muchas veces en volver ambiguas las fronteras que la lengua impone y en ofrecernos textos en los cuales la voz desdibuja su origen, se funde o confunde con otras voces, se desplaza de un nivel a otro, creando un efecto de extrañeza o asombro que nos invita a preguntarnos sobre la forma y el sentido de estas transgresiones en el proceso de enunciación.
Es nuestro propósito, en las páginas que siguen, abordar tales transgresiones discursivas, de las cuales la literatura de Julio Cortázar es ejemplar.
2. PERPLEJIDADES DE UN RELATO
En el inicio de “Las babas del diablo” (Cortázar, 1983)[2], alguien sostiene: “Nunca se sabrá cómo hay que contar esto, si en primera persona o en segunda, usando la tercera del plural o inventando continuamente formas que no servirán de nada” (p. 65). Y no podemos sino decir que aquí habla alguien para quien constituye un verdadero problema el modo de acomodar en categorías gramaticales la experiencia que un sujeto tiene de ciertos acontecimientos. Preocupación ésta propia de un escritor, en lucha siempre con el lenguaje. Habla, entonces, un escritor. La pregunta podría asomar, en consecuencia, en un lector poco avezado: ¿es Cortázar quien duda de la eficacia del lenguaje? ¿es “palabra de autor” la que aflora en medio del universo de ficción del relato?
Sin duda, el enunciado citado que abre el relato (y que se continúa en una serie de enunciados también metalingüísticos) nos instala, en una primera lectura, un tanto en el borde del universo de ficción: la preocupación por la escritura (y, en particular, por el uso de los pronombres personales) aparece bajo la forma impersonal (“Nunca se sabrá…”) lo cual crea un espacio enunciativo en el cual podría tener cabida no sólo el escritor-personaje que así se nos presenta sino también quienquiera identificarse acuciado por la misma incertidumbre, entre ellos, claro está, el propio autor.
Hablamos, entonces, de probable identificación, esto es, de dos entidades diversas, separadas por un umbral, al menos verosímilmente, intransitable. Pero he aquí que el relato quiere subvertir nuestras convicciones y mostrarse como una continuidad, disimular la ruptura, o bien, revelarnos, bajo la evidente discontinuidad, una red más profunda y sutil, especie de “hilos de la virgen” que impiden al autor desasirse de su obra.
Pero entre uno y otro lado del borde, la ficción gana la partida, y el escritor-personaje no sólo abunda en sus avatares de escritor y fotógrafo sino que también se decide a escribir una historia. La narración señala, primero, sus deslindes claros: en un universo vive el escritor inquieto por su necesidad de contar, en otro tomará forma un personaje que se ve envuelto en una serie de acontecimientos.
Después de algunos intentos de dar comienzo a su narración, ésta inicia así:
Roberto Michel, franco-chileno, traductor y fotógrafo aficionado a sus horas, salió del número 11 de la rue Monsieur-le Prince el domingo 7 de noviembre del año en curso (p. 67).
Después de tantas vicisitudes escriturales, este escritor pareciera decidirse por configurar un narrador canónico. Sin embargo, en sus ensayos previos de inicio, ya había sugerido lo que de inmediato empieza a suceder: la constante oscilación entre la procedencia de la voz. Veamos los siguientes pasajes:
… podía quedarme sentado en el pretil sobre el río […] sin que se me ocurriera pensar fotográficamente las escenas… (p. 68).
… y perversamente Michel esperaba, sentado en el pretil, aprontando casi sin darse cuenta la cámara para sacar una foto… (p. 72).
Pasaron varios días antes de que Michel revelara las fotos del domingo… (p. 76).
Los dos primeros días acepté lo que había hecho, desde la foto en sí hasta la ampliación en la pared… (p. 77)
Casi imperceptiblemente pasamos de un narrador que adopta la primera persona para narrar una historia en la que asume haber participado, a un narrador que toma distancia de los acontecimientos e instala en el enunciado a un tal Michel a quien atribuye las acciones narradas y sobre el que proyecta su mirada, a veces crítica, a veces irónica. Así, asistimos a frases como las siguientes:
Creo que sé mirar, si es que algo sé, y que todo mirar rezuma falsedad […] en tanto que oler, o (pero Michel se bifurca fácilmente, no hay que dejarlo que declame a gusto) (p. 70).
Dos posiciones narratoriales en el interior de un mismo enunciado: el relato aparece jalonado de paréntesis en que oímos, en tiempo presente, una voz en primera persona pero que no puede atribuirse a Michel-personaje, actor que participa en los acontecimientos, sino que sólo puede asignarse al narrador distante que evalúa, tiempo después, lo acontecido. Detengámonos en este otro fragmento:
(Me cansa insistir, pero acaban de pasar dos largas nubes desflecadas. Pienso que aquella mañana no miré ni una sola vez el cielo, porque tan pronto presentí lo que pasaba con el chico y la mujer no pude más que mirarlos y esperar, mirarlos y…) (p. 71).
Ver pasar las nubes será la marca del espacio de enunciación desde el cual este yo profiere su discurso. La distancia espacial con respecto a los sucesos narrados será constante en estas intervenciones. De tal manera que puede afirmarse que uno es el yo situado frente a la ventana del cuarto en cuyo recuadro ve pasar las nubes (“Ahora pasa una gran nube blanca […en el] rectángulo purísimo clavado con alfileres en la pared de mi cuarto” p. 81); y otro es el yo que intenta rehacer la historia anclándose en distintos espacios –según van sucediéndose los acontecimientos– y ubicándose en la paulatina conciencia que el personaje va adquiriendo a medida que avanza la historia.
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