La Cronica
Waldirri6 de Marzo de 2014
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LA CRÓNICA: ENTRE LA MOCIÓN Y LA RECEPCIÓN
América, un continente que tuvo su cultura aborigen rica en civilizaciones que dejaron rastros que hoy son el atractivo cultural del turismo, "las civilizaciones precolombinas".
Con la llegada de los europeos a este "Nuevo Mundo", comienza el encuentro de culturas.
Y también empieza la etapa de la conquista y colonización de los pueblos americanos.
Hay algunos testimonios literarios que amplían la visión de quienes se encontraron con estas tierras y plasmaron en descripciones y características la visión de esos tiempos.
Empecemos con la pregunta básica: ¿cuándo surgió la cultura latinoamericana? Este planteamiento causaba hasta hace poco discusiones agudas y el choque de opiniones a veces muy encontradas.
Unos afirmaban que la cultura latinoamericana —si se trata de la cultura de pleno valor, diferente a la europea— surgió muy recientemente, con la aparición de la nueva novela latinoamericana, y todo lo previo lo veían como algo inmaduro y un epígono. Otros decían, que la cultura auténtica de América Latina empieza a desarrollarse en el primer tercio del siglo XIX, después de haber obtenido la independencia las colonias españolas. En ambos casos, se consideraba que la literatura del periodo colonial copiaba en buena parte los modelos europeos, y lo que se trata en los textos de los conquistadores y de los primeros cronistas de Indias ni siquiera se percibía como literatura, sino historiografía.
Entonces, ¿Cuando surgió la auténtica literatura latinoamericana? Apartémonos por un minuto de esta cuestión para plantear otra. Si reconocemos la existencia de la cultura latinoamericana autóctona, tendremos por lo mismo que reconocer su diferencia esencial de la europea. En efecto, difieren en muchos aspectos tipológicos. No basta el libro para enumerar y analizar todas las diferencias, pero la principal, es mi convicción, consiste en el hecho de que se puede señalar con exactitud la fecha de su nacimiento: el 12 de octubre de 1492. No exagero, ya que algunas imágenes y mitologemas básicos de la literatura latinoamericana se revelan con una claridad asombrosa en el diario del primer viaje de Colón. Se trata de elementos primarios tales como la oposición "Nuevo Mundo-Viejo Mundo", el mitologema de la "realidad maravillosa" de América, el asombro junto con el desplazamiento de la norma europea; la percepción del espacio americano; las imágenes del "buen" y del "mal" salvaje; en fin, los topos utópicos del paraíso terrenal (descubierto por Colón hasta su tercer viaje). Todos estos motivos también son evidentes en las cartas y relaciones de los primeros conquistadores y exploradores de Indias. A mi parecer, estos textos fueron las primeras obras de la literatura latinoamericana auténtica, aunque sus autores se sentían a sí mismos españoles, actuaban según los intereses de la "Madre-España" y, claro está, no tenían ni la menor idea de una futura Latinoamérica con su propia cultura.
Mi tarea consiste en revelar algunos elementos básicos del código artístico de la literatura latinoamericana que fueron engendrados en la época de la conquista y están presentes en los textos de los conquistadores.
El proceso de la aparición y la acumulación de estos elementos artísticos nuevos fue inconsciente y procedió de un choque brusco del explorador con el espacio ignoto del Nuevo Mundo. El problema de la relación del conquistador con el espacio del Nuevo Mundo consiste en que se suele investigar sólo uno de sus aspectos: la transformación de dicho espacio por parte de los españoles. Esto es comprensible. Los resultados de tal influjo son materiales y, por ende, evidentes: los advenedizos destruyeron las comunidades indígenas, fundaron pueblos nuevos, abrieron caminos, etc. Pero las relaciones del hombre con el espacio tienen una doble cara: el espacio, convertido en imagen, también ejerce cierta influencia en la conciencia del hombre y, por tanto, en su cosmovisión.
Como regla general, desde la niñez, la imagen del espacio entra en la conciencia del hombre gradualmente y de modo natural. Pero en los conquistadores fue un proceso muy distinto, cuando después del brusco traslado al espacio ajeno, experimentaron el choque psicológico de adaptarse al nuevo medio. Claro está que, en este caso, la influencia del espacio, aunque éste casi no fue tomado en consideración, resultó incomparablemente mayor. En buena parte, formó el modo de la percepción del Nuevo Mundo y fundamentó la imagen de espacio que en el futuro se encarnó en la literatura latinoamericana. El análisis comparativo textológico demuestra claramente que la imagen artística del espacio latinoamericano creada por la literatura coincide generalmente con la imagen del espacio reproducida en los textos de los conquistadores. ¿De qué manera se presenta el espacio latinoamericano en las obras de los escritores más famosos? En términos generales, se pueden destacar sus características más significativas: se presenta como un espacio sin límites, caótico, primordial, virginal, misterioso, ambiguo y milagroso.
Tomando rasgo por rasgo, se puede demostrar que así lo percibían los conquistadores y exploradores del Nuevo Mundo, a quienes este espacio les parecía ilimitado, ya que desconocían el tamaño de la tierra firme y lo que contenía. Para ellos, América era realmente un mundo de otras dimensiones, y no solamente por su carácter insólito, sino también, dicho al pie de la letra, por su dimensión difícil de imaginar para los conquistadores. Así, Ordaz (en Aguilar, 2002: 169), después de haber visto Tenochtitlán, dijo que era otro nuevo mundo, y Nuño de Guzmán (Carrera, 1955: 281) escribió al emperador: "Sin lumbre y gracia del Espíritu Santo mal se puede hacer cosa ninguna por tierras no sabidas y tal extrañas". Las tierras paganas e inexploradas les parecían a los conquistadores virginales y primordiales, de ahí que defloraron este espacio para apropiárselo.
Lo ignoto siempre se asocia con el misterio. En los textos de los conquistadores se establece una fórmula estereotipada: "saber los secretos de la tierra", la cual define las tareas de las expediciones. "Siempre trabajé de saber todos los más secretos destas partes que me fue posible", escribe Cortés (1971: 207).
La ambigüedad de la imagen artística del espacio americano parece estar formulada en las palabras de Rómulo Gallegos: "Los llanos son hermosos y terribles". El espacio americano hechiza al personaje, lo llama, lo atrae como imán, y, obedeciendo a su llamamiento, el personaje se precipita adentro para caer en la vorágine, en el infierno verde. Esta ambigüedad, reúne la admiración y el temor, la atracción irresistible y el autoexterminio, refleja la experiencia dura de la conquista. La imagen ambigua del espacio es evidente en los textos de los conquistadores, donde los topos del paraíso y del infierno a veces se avecinan en una página. Por una parte: "La tierra muy sana, fertilísima y apacible y de muy lindo temple" (en Cunninghame, 1943: 226), donde "la gente está sana que no adolecen sino por una maravilla" (Andagoya, 1986: 109); por otra parte "parecía infierno" (Bernal, 1975: 290), y "no hubo reino en el mundo donde Dios Nuestro Señor fuese tan deservido y adonde más se ofendiese que en esta tierra y adonde el demonio fuese más reverenciado y honrado" (Aguilar, 2002: 184).
La atención especial la quiero prestar a la noción de milagro, que es el rasgo inherente de la imagen del espacio latinoamericano. ¿En dónde se engendra este mundo maravilloso en que nos sumergimos al leer las obras de eminentes escritores latinoamericanos? ¿Por qué la conciencia artística del escritor latinoamericano está predispuesta a percibir y a revelar la realidad a través del prisma de lo maravilloso?
Es mi convicción que esta peculiaridad de las letras latinoamericanas también se enraiza en la época de la conquista, cuando lo maravilloso penetró muy profundamente en el código artístico de la cultura posterior. La misma realidad del Nuevo Mundo revivió mitos medievales y peripecias de las novelas de caballería que poblaban el bagaje intelectual del conquistador. La fe en las maravillas de las tierras lejanas no era el rasgo peculiar de los conquistadores; al contrario, habiendo sido engendrada por la cultura de la Antigüedad y del Medievo, fue heredada por todos los que vivían en la época de los descubrimientos, incluyendo la elite intelectual. Pero, a diferencia de los monjes y otros hombres, los exploradores y conquistadores del Nuevo Mundo peregrinaron realmente a tierras lejanas, esperando ver milagros, y de hecho los "vieron" a cada paso. Lo que para otros era sólo una descripción, para ellos se convirtió en una realidad o casi en una realidad que dio a sus fantasmas una calidad muy especial, acercándolos a las alucinaciones.
Pero América no se limita a los viejos estereotipos de "los milagros de Oriente". El Nuevo Mundo muestra al asombrado europeo una realidad nueva, de la que él no tenía ni la menor idea. Por eso los exploradores del continente experimentaron a veces un verdadero choque psicológico ante la realidad desconocida. Este asombro llevaba frecuentemente a la mudez: los textos de los conquistadores están cargados de la figura retórica del silencio.
Pese a su nombre, el Nuevo Mundo renovó y amplió los límites de lo maravilloso. La aparición en el mapamundi de dos continentes ignotos para los omniscientes sabios de la Antigüedad, era por sí mismo el milagro. El Nuevo Mundo parecía a los europeos una tierra maravillosa.
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