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Los 4 Acuerdos

adriana104629 de Octubre de 2013

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Los toltecas

Hace miles de años los toltecas eran conocidos en todo el sur

de México como “mujeres y hombres de conocimiento”. Los

antropólogos han definido a los toltecas como una nación o una

raza, pero de hecho, eran científicos y artistas que formaron una

sociedad para estudiar y conservar el conocimiento espiritual y

las prácticas de sus antepasados. Formaron una comunidad de

maestros (naguales) y estudiantes en Teotihuacán, la ciudad de

las pirámides en las afueras de Ciudad de México, conocida

como el lugar en el que “el hombre se convierte en Dios”.

A lo largo de los milenios los naguales se vieron forzados a

esconder su sabiduría ancestral y a mantener su existencia en

secreto. La conquista europea, unida a un agresivo mal uso del

poder personal por parte de algunos aprendices, hizo necesario

proteger el conocimiento de aquellos que no estaban

preparados para utilizarlo con buen juicio o que hubieran podido

usarlo mal intencionadamente para obtener un beneficio

personal.

Por fortuna, el conocimiento esotérico tolteca fue conservado y

transmitido de una generación a otra por distintos linajes de

naguales. Aunque permaneció oculto en el secreto durante

cientos de años, las antiguas profecías vaticinaban que llegaría

el momento en el que sería necesario devolver la sabiduría a la

gente. Ahora, el doctor Miguel Ruiz, un nagual del linaje de los

Guerreros del Águila, ha sido guiado para divulgar las

poderosas enseñanzas de los toltecas.

El conocimiento tolteca surge de la misma unidad esencial de la

verdad de la que parten todas las tradiciones esotéricas

sagradas del mundo. Aunque no es una religión, respeta a

todos los maestros espirituales que han enseñado en la tierra, y

si bien abarca el espíritu, resulta más preciso describirlo como

una manera de vivir que se distingue por su fácil acceso a la

felicidad y el amor.

INTRODUCCION

Espejo Humeante

Hace tres mil años había un ser humano, igual que tú y que yo,

que vivía cerca de una ciudad rodeada de montañas. Este ser

humano estudiaba para convertirse en un chamán, para

aprender el conocimiento de sus ancestros, pero no estaba

totalmente de acuerdo con todo lo que aprendía. En su corazón

sentía que debía de haber algo más.

Un día, mientras dormía en una cueva, soñó que veía su propio

cuerpo durmiendo. Salió de la cueva a una noche de luna llena.

El cielo estaba despejado y vio una infinidad de estrellas.

Entonces, algo sucedió en su interior que transformó su vida

para siempre. Se miró las manos, sintió su cuerpo y oyó su

propia voz que decía: “Estoy hecho de luz; estoy hecho de

estrellas”.

Miró al cielo de nuevo y se dio cuenta de que no son las

estrellas las que crean la luz, sino que es la luz la que crea las

estrellas. “Todo está hecho de luz –dijo-, y el espacio de en

medio no está vacío” Y supo que todo lo que existe es un ser

viviente, y que la luz es la mensajera de la vida, porque está

viva y contiene toda la información.

Entonces se dio cuenta de que, aunque estaba hecho de

estrellas, él no era esas estrellas. ”Estoy en medio de las

estrellas”, pensó. Así que llamó a las estrellas el tonal y a la luz

que había entre las estrellas el nagual, y supo que lo que

creaba la armonía y el espacio entre ambos es la Vida o Intento.

Sin Vida, el tonal y el nagual no existirían. La Vida es la fuerza

de lo absoluto, lo supremo, la Creadora de todas las cosas.

Esto es lo que descubrió: Todo lo que existe es una

manifestación del ser viviente al que llamamos Dios. Todas las

cosas son Dios. Y llegó a la conclusión de que la percepción

humana es sólo luz que percibe luz. También se dio cuenta de

que la materia es un espejo -todo es un espejo que refleja luz y

crea imágenes de esa luz-, y el mundo de la ilusión, el Sueño,

es tan sólo como un humo que nos impide ver lo que realmente

somos. “Lo que realmente somos es puro amor, pura luz”, dijo.

Este descubrimiento cambió su vida. Una vez supo lo que en

verdad era, miró a su alrededor y vio a otros seres humanos y al

resto de la naturaleza, y le asombró lo que vio. Se vio a sí

mismo en todas las cosas: en cada ser humano, en cada

animal, en cada árbol, en el agua, en la lluvia, en las nubes, en

la tierra... Y vio que la Vida mezclaba el tonal y el nagual de

distintas maneras para crear millones de manifestaciones de

Vida.

En esos instantes lo comprendió todo. Se sentía entusiasmado

y su corazón rebosaba paz. Estaba impaciente por revelar a su

gente lo que había descubierto. Pero no había palabras para

explicarlo. Intentó describirlo a los demás, pero no lo entendían.

Vieron que había cambiado, que algo muy bello irradiaba de sus

ojos y de su voz. Comprobaron que ya no emitía juicios sobre

nada ni nadie. Ya no se parecía a nadie.

Él los comprendía muy bien a todos, pero a él nadie lo

comprendía. Creyeron que era una encarnación de Dios; al

oírlo, él sonrió y dijo: “Es cierto. Soy Dios. Pero vosotros

también lo sois. Todos somos iguales. Somos imágenes de luz.

Somos Dios”. Pero la gente seguía sin entenderlo.

Había descubierto que era un espejo para los demás, un espejo

en el que podía verse a sí mismo. ”Cada uno es un espejo”, dijo.

Se veía en todos, pero nadie se veía a sí mismo en él. Y

comprendió que todos soñaban pero sin tener conciencia de

ello, sin saber lo que realmente eran. No podían verse a ellos

mismos en él porque había un muro de niebla o humo entre los

espejos. Y ese muro de niebla estaba construido por la

interpretación de las imágenes de luz: el Sueño de los seres

humanos.

Entonces supo que pronto olvidaría todo lo que había

aprendido. Quería acordarse de todas las visiones que había

tenido, así que decidió llamarse a sí mismo Espejo Humeante

para recordar siempre que la materia es un espejo y que el

humo que hay en medio es lo que nos impide saber qué somos.

Y dijo: “Soy Espejo Humeante porque me veo en todos

vosotros, pero no nos reconocemos mutuamente por el humo

que hay entre nosotros. Ese humo es el Sueño, y el espejo eres

tú, el soñador”.

Es fácil vivir con los ojos cerrados,

interpretando mal todo lo que se ve...

JOHN LENNON

1

La domesticación

y el sueño del planeta

Lo que ves y escuchas ahora mismo no es más que un sueño.

En este mismo momento estás soñando. Sueñas con el cerebro

despierto.

Soñar es la función principal de la mente, y la mente sueña

veinticuatro horas al día. Sueña cuando el cerebro está

despierto y también cuando está dormido. La diferencia estriba

en que, cuando el cerebro está despierto, hay un marco material

que nos hace percibir las cosas de una forma lineal. Cuando

dormimos no tenemos ese marco, y el sueño tiende a cambiar

constantemente.

Los seres humanos soñamos todo el tiempo. Antes de que

naciésemos, aquellos que nos precedieron crearon un enorme

sueño externo que llamaremos el sueño de la sociedad o el

suero del planeta. El sueño del planeta es el sueño colectivo

hecho de miles de millones de sueños más pequeños, de

sueños personales que, unidos, crean un sueño de una familia,

un sueño de una comunidad, un sueño de una ciudad, un sueño

de un país, y finalmente, un sueño de toda la humanidad. El

sueño del planeta incluye todas las reglas de la sociedad, sus

creencias, sus leyes, sus religiones, sus diferentes culturas y

mane-ras de ser, sus gobiernos, sus escuelas, sus

acontecimientos sociales y sus celebraciones.

Nacemos con la capacidad de aprender a soñar, y los seres

humanos que nos preceden nos enseñan a soñar de la forma

en que lo hace la sociedad. El sueño externo tiene tantas reglas

que, cuando nace un niño, captamos su atención para introducir

estas reglas en su mente. El sueño externo utiliza a mamá y

papá, la escuela y la religión para enseñarnos a soñar.

La atención es la capacidad que tenemos de discernir y

centrarnos en aquello que queremos percibir. Percibimos

millones de cosas simultáneamente, pero utilizamos nuestra

atención para retener en el primer plano de nuestra mente lo

que nos interesa. Los adultos que nos rodeaban captaron

nuestra atención y, por medio de la repetición, introdujeron

información en nuestra mente. Así es como aprendimos todo lo

que sabemos.

Utilizando nuestra atención aprendimos una realidad completa,

un sueño completo. Aprendimos cómo comportarnos en

sociedad: qué creer y qué no creer; qué es aceptable y qué no

lo es; qué es bueno y qué es malo; qué es bello y qué es feo;

qué es correcto y qué es incorrecto. Ya estaba todo allí. Todo el

conocimiento, todos los conceptos y todas las reglas sobre la

manera de comportarse en el mundo.

Cuando íbamos al colegio, nos

...

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