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MISIONES CULTURALES MEXICANAS.

federosaTesis10 de Octubre de 2012

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MISIONES CULTURALES MEXICANAS.

70 AÑOS DE HISTORIA

Jorge Tinajero Berrueta

I. INTRODUCCIÓN

Hablar de las Misiones Culturales Mexicanas es tomar un hilo conductor que atraviesa varias décadas de labor educativa en este país. Su relación con la educación de adultos, como proyecto que se ha ido construyendo históricamente, tiene significado en tanto ha sido una fuente de inspiración teórica y práctica para modelos, que si bien no toman el carácter propiamente de las misiones culturales, sí retornan su espíritu y su sabiduría.

Misiones Culturales es una labor educativa, fruto de la historia de la formación del México del siglo XX, de ahí su especificidad y originalidad. En estas páginas haremos un breve recorrido por los momentos que consideramos más significativos de la larga trayectoria del Programa de Misiones Culturales, y trataremos de plasmar aquellas situaciones históricas y momentos políticos que han inspirado las diferentes modalidades de trabajo de las

Misiones. Sirva este artículo como reconocimiento a esa labor

educativa, que a 70 años de su inicio sigue colaborando en la

educación de los más necesitados.

II. POR DÓNDE EMPEZARON

Las Misiones Culturales y la alfabetización

«Tierra y Escuelas»

Grito revolucionario en 1910

El año de 1921 marca un momento muy importante en la historia

de México: terminaba la revolución armada que se inició en 1910

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en contra del dictador Porfirio Díaz, y el país se echaba a cuestas

la reconstrucción nacional, se anunciaba el nacimiento de una

nueva sociedad. La Revolución

puso en libertad energías largo tiempo contenidas y

provocó un renacimiento político, social, económico e

intelectual[...] Cuando la larga lucha terminó, en 1920,

la demanda popular de escuelas estaba tan profundamente

arraigada que el Gobierno se sintió obligado a

hacer algo por la educación (Hughes, 1951: 9-10).

El primer Secretario de Educación Pública de México fue don

José Vasconcelos (1921). En su trabajo en favor de la edu-cación

del país inició la primera campaña contra el analfabetis-mo, instaló

las escuelas rurales y nombró los primeros misioneros.

El campo mexicano se encontraba abandonado, la lucha armada

había diezmado a la población, y la guerra terminó con la

infraestructura económica. Para entonces los ideales revolucionarios

del reparto agrario y la justicia social estaban lejos de hacerse

realidad. Abandono, tristeza y hambre eran comunes en

las comunidades rurales, mestizas e indígenas. Situación poco

propicia para fundar escuelas y encontrar maestros que ayudaran

a la gran labor de reconstrucción y a mejorar las condiciones

de vida de miles de campesinos pobres en todo el país.

El primer problema con que hubieran de enfrentarse

los encargados de la educación en el período

posrevolucionario fue el de la selección y formación

de maestros rurales, y el segundo, íntimamente relacionado

con aquél, fue decidir qué era lo que habían

de enseñar. Para resolver ambos problemas y poder

llevar la educación a las regiones rurales se redactó el

programa de las misiones culturales (Hughes, 1951:

11).

III. EL MISIONERO Y SU MISIÓN

Investigador, maestro, y trabajador

Las primeras actividades misioneras en 1921 fueron ambulantes

y llevadas a cabo por seis misioneros; 1922 iniciaba con sólo 77

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JORGE TINAJERO BERRUETA

de ellos y 100 maestros, cuando las necesidades del país demandaban

elevar el número de misioneros a 300 y se requerían

20 000 maestros, recursos humanos muy numerosos que era

necesario destinar para lo que en ese entonces se empezaba a

considerar como un problema social prioritario: la educación.

El misionero fue un tipo de maestro cuya primera labor era

visitar los centros rurales y en forma especial las comunidades

indígenas, de estas visitas rendían informes a las autoridades educativas

y trataba de reclutar maestros rurales para destinarlos a

las poblaciones más necesitadas.

Las Misiones Culturales fueron fundadas oficialmente en

octubre de 1923, por el Presidente General Álvaro Obregón (Sierra,

1973 y Gámez, 1993), siendo el primer Jefe de Misión el

distinguido profesor Rafael Ramírez.

En aquel entonces se estimó que un maestro misionero debería

tener conocimientos amplios sobre las condiciones de vida

de la población, dominar el idioma nativo de la región y tener conocimientos

pedagógicos suficientes para capacitar y entrenar

adecuadamente a los maestros que reclutaran

la escuela rural no podrá llenar su misión educativa si

los maestros no basan su enseñanza en los trabajos

manuales, tales como el cultivo de la tierra y las variadas

pequeñas industrias y ocupaciones que se derivan

de la agricultura; si los maestros no aprovechan las aptitudes

de los niños, encauzándolas convenientemente

para procurar hábitos de cooperación y de trabajo, y

si los maestros no llegan a entender cuál es la verdadera

misión de la escuela de los campos y aldeas, que

no es otra que la de conseguir para la vida rural un

ambiente de mayor comodidad y de mayor progreso

(Lucas Ortiz. Conclusiones de la reunión de maestros

federales).

IV. EL CAMINAR DE LAS MISIONES

Impulsar la Escuela Rural Mexicana

Don Lucas Ortiz Benítez, primer Director del CREFAL, anotó en

su informe sobre las Misiones Culturales: «La historia de las Mi-

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MISIONES CULTURALES MEXICANAS

siones Culturales está ligada a la historia de la Escuela Rural

Mexicana» (1952: 1). En efecto, el Programa de Misiones Culturales

vino a sumarse al extraordinario desarrollo que tuvo la escuela

rural en México, como lo muestra el formidable crecimiento

en el número de escuelas, maestros y alumnos entre los años de

1923 a 1938. «El número de Misiones Culturales aumentó de 1 a

18; el de misioneros de 7 a 150; el de maestros rurales de 876 a

17 047; el de alumnos matriculados, de 50 000 a 623 432 y el de

personas que asistieron a las escuelas normales patrocinadas

por las misiones culturales, de 147 a más de 4 000» (Hughes,

1951: 15). Cabe mencionar que esto se debió en buena parte a

los esfuerzos de los misioneros quienes, en general, sólo contaban

con su salario, bastante magro por cierto, y el apoyo que

pudieran lograr de las comunidades con las que trabajaban.

En 1923 las autoridades educativas y el Gobierno determinan

que cada escuela debe ser dotada de un huerto escolar y se

establece la acción como base para el trabajo. Es en este tiempo

cuando surge la llamada «casa del pueblo» y el 17 de octubre de

ese año se expide el «Plan de las Misiones Federales de Educación

», como una respuesta a la necesidad de reunir los elementos

dispersos que venían trabajando por mejorar las condiciones

de la educación para el pueblo.

[La] Casa del pueblo, como tipo de Escuela Rural, quiere

decir: la escuela para la comunidad y la comunidad para

la escuela, es decir, una fusión de intereses educativos

y sociales. La casa del pueblo era construida por

los vecinos a iniciativa de los misioneros, y se dejaba

al maestro rural que la haría vivir en armonía con el

vecindario (Ortiz, 1952: 2).

En ese mismo año se reunieron 147 maestros bajo la dirección

de la primera misión cultural en Zacualtipán, estado de Hidalgo.

«Los maestros recibieron clases de Educación Rural,

Jabonería, Curtiduría, Agricultura, Canciones y Educación Física

» (lbid.). Pero la comunidad no quiso quedar fuera de estos

cursos que los misioneros impartieron, por lo que sin haberlo contemplado

previamente, se le asignó a la misión la atención directa

a la comunidad.

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JORGE TINAJERO BERRUETA

En 1925 la Secretaría de Educación Publica declaraba:

Se ha dado el nombre de Misión Cultural a un cuerpo

docente de carácter transitorio que desarrolla una labor

educativa en cursos breves para maestros y particulares.

Cada misión será una escuela ambulante que

se instalará temporalmente en los centros de población

en que predominen los indígenas, ocupándose en

el mejoramiento profesional de los maestros, en ejercer

influencia civilizadora sobre los habitantes de la

región, despertando interés por el trabajo, creando capacidad

necesaria para explotar oficios y artes industriales

que mejoren su situación, enseñando a utilizar

los recursos locales e incorporándoles lenta pero firmemente

a nuestra civilización.

Los maestros formados a través de las Misiones Culturales

carecían frecuentemente de base profesional, pero la suplieron

con su ardiente celo por transformar sus comunidades mediante

el trabajo y la acción. Fue por esta razón que se organizaron

frecuentemente los llamados «Institutos».

1926 señala la iniciación del florecimiento

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