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Memoria cultural para el arreglo de la policía de los espectáculos


Enviado por   •  23 de Mayo de 2016  •  Trabajos  •  1.620 Palabras (7 Páginas)  •  304 Visitas

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El siglo XVIII, es para España el siglo de la Ilustración, ya que comienza su rumbo hacia la europeización y trata de incorporarse a la Europa moderna. El paso en una época nueva para España, con nuevas ideas y creencias provoca una pugna entre una España conservadora, la cual quiere mantener sus valores, sus ideas, su propia identidad, y una España progresista que tiene sed para abrir nuevos horizontes espirituales y culturales.  

Uno de los escritores más representativos del período neoclásico fue Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811) junto con José Cadalso (1741-1782). Jovellanos, trata de equilibrar entre las nuevas corrientes europeas y su gran amor a España, manteniéndose en el “justo medio” entre las innovaciones extremadas y el tradicionalismo. Observaba los problemas  de la España de su época y lo que le interesaba durante toda su vida, fue resolver en la práctica los problemas del presente[1]. Se dedicó a escribir obras sobre diferentes temas, las cuales contenían informes según el tema que trataba cada una. Jovellanos estuvo a favor de la europeización del país pero sin la perdida de las tradiciones españolas. Sin embargo, a través de sus obras, se ve la fe en el hombre, ya que con el estudio y la supremacía de la Naturaleza, se había quitado las supersticiones y las creencias anteriores. Este fue el camino para el progreso y la felicidad para Jovellanos[2].

Su obra “Memoria cultural para el arreglo de la policía de los espectáculos” (1796), es una prosa que tiene como tema fundamental la historia cultural. Se trata sobre el origen y la evolución de las diversiones públicas en España y trata de analizarlas bajo la luz de las ideas de la época. Habla sobre la necesidad de que algunas de ellas, tenían que haber sido reformadas, como la fiesta taurina, defiende el teatro neoclásico y critica al teatro español, lo cual acusa de corromper la inocencia del pueblo. Propone que las diversiones públicas vuelvan al campo  y sigan las costumbres tradicionales para que den una tenaz más intensa en la vida provinciana española[3]. Según Gaspar Melchor de Jovellanos el teatro destaca entre todos los espectáculos públicos y pueda ser una herramienta en las manos de los estamentos gubernamentales para formar los valores de la España ilustrada. A través del teatro, el pueblo tiene que alejarse de la corrupción, de vicios morales y de ideas erróneas y el escritor propone en su obra una serie de maneras y medidas para promover la virtud entre los dramaturgos y sus obras[4].

En la Introducción a la Memoria, el propio autor se refiere que esta obra, ha sido realizada por la Real Academia y era un escrito con implicaciones políticas. Tiene dos partes bien diferenciadas. La primera tiene como meta descubrir el origen de las diversiones públicas en España y su progreso, y la segunda revelar la influencia que aquellas pueden tener en el bien general y los medios más convenientes para obtener el mejor resultado. Esta obra constituye la respuesta del rey Carlos IV a la polémica de su antecesor, Carlos III, sobre los espectáculos públicos. Carlos III había prohibido la representación de los autos sacramentales y había impedido la celebración de las corridas de toros. A través de estas polémicas se ve la pugna entre una mentalidad tradicional, la cual predominó en España el siglo XVII, y una mentalidad innovadora, la cual rechazaba este trasnochado tradicionalismo para sumarse a las nuevas corrientes europeas, a la vez que defendía el mundo del XVI frente al XVII[5].

Jovellanos, para realizar sus objetivos, tiene en su obra como idea central la estrecha relación que para él existe entre el bien general, la felicidad individual y las diversiones públicas. En la primera parte, se ocupa con el origen general de las diversiones y espectáculos en España y su historia particular. Los elogia en su mayoría[6] y se dedica en particular a los torneos, los cuales describe con detalle. Expresa su opinión sobre su desaparición y cree que es una pérdida exactamente como en el caso de las romerías. Una actitud semejante muestra el autor ante las fiestas palacianas, las cuales considera el medio que dirige a los hombres a la cultura del espíritu y les hace más sociables.

Los  únicos espectáculos que rechaza más abiertamente son los toros y parte de los juegos escénicos. Su actitud cambia al hablar de los festejos taurinos y de los juegos escénicos, espectáculos que habían concentrado las polémicas. Defiende la prohibición de las corridas de toros y no considera esta fiesta como nacional, ya que solamente una minoría había visto alguna vez este espectáculo. Al final alaba  la decisión del Gobierno que ha prohibido justamente este espectáculo. También Jovellanos está a favor de la supresión de los autos sacramentales, los cuales caracteriza como supersticiosa costumbre. Al mismo tiempo condena el teatro de Lope de Vega, mientras defiende los dramas de Calderón y Moreto.

En la segunda parte de su Memoria, Jovellanos propone medidas para el arreglo de los espectáculos, y defiende la importancia de la diversión pública tanto para las clases más bajas como para las clases pudientes. Mantiene una actitud positiva hacia la diversión pública y se opone a las leyes injustas que han prohibido ciertas diversiones para el pueblo. Hace hincapié que las provincias enfrentan el peligro de la despoblación y del empobrecimiento ya que un gran porcentaje de la población va en las ciudades en busca de la libertad y de la diversión que no hay en las provincias. Todo este fenómeno puede provocar mucho daño como arruinar la agricultura, la industria, el tráfico interior y aún las costumbres. Para evitar esta situación Jovellanos propone una serie de entretenimientos como maestranzas, academias dramáticas, saraos públicos, bailes de máscaras, casas de conversación, juegos de pelota, y representaciones teatrales, de los que algunos,  estaban perdiendo o habían sido prohibidos, como las máscaras. Jovellanos utiliza el mundo italiano como punto de referencia para desarrollar algunos aspectos de su reforma y coloca el teatro en la cumbre, como el espectáculo más recomendado de todos, en la medida que cumbre la instrucción y la diversión pública. Según el autor la reforma del teatro debe empezar por el destierro de casi todos los dramas porque están llenos de vicios y defectos que la moral y la política no pueden tolerar. Para el autor los principales requisitos que debe cumplir una pieza teatral no son los literarios sino es que sirva de ejemplo. Porque para él, el teatro constituye una de las principales vías para educar también a las minorías acomodadas ofreciéndolas una enseñanza diferente de la enseñanza científica, la enseñanza civil[7].

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