PIEDAD Y PUREZA: LA RELACIÓN INTRÍNSECA DEL DON Y LA VIRTUD EN EL CORAZÓN DEL HOMBRE
Víctor caballeroApuntes25 de Octubre de 2020
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PIEDAD Y PUREZA:
LA RELACIÓN INTRÍNSECA DEL DON Y LA VIRTUD EN EL CORAZÓN DEL HOMBRE.
DIPLOMADO EN TEOLOGÍA DEL CUERPO Y DEL AMOR.
MÓDULO IV: LA REDENCIÓN DEL CORAZÓN.
CATEDRÁTICO: PBRO. FERNANDO FABÓ, LC.
ALUMNO: VÍCTOR JAVIER CABALLERO MARTÍNEZ.
MONTERREY, NUEVO LEÓN A 18 DE OCTUBRE DEL 2020.
ÍNDICE.
INTRODUCCIÓN………………………………………………………..3
LA PUREZA………………………………………………………………5
LA PIEDAD………………………………………………………………..7
CONCLUSIÓN……………………………………………………………..9
INTRODUCCIÓN.
¿Es la piedad necesaria para la correcta vivencia de la pureza?
Durante este segundo ciclo de catequesis, nos hemos dado a la tarea de analizar lo que está en el centro del hombre, a saber, el corazón humano. San Juan Pablo segundo nos ha llevado de la mano para inspeccionar la realidad humana, su fragilidad y lo fracturado que está su corazón al verse envuelto en un mundo donde reina fácilmente la superficialidad, lo pasajero y lo hipersexualizado. Nos hemos detenido a meditar y estudiar el adulterio, el cual inicia desde antes de que haya algún acto corporal, empieza en el mismo corazón. Ciertamente la concupiscencia ha tocado nuestro corazón y nuestra historia, esta constante inclinación al mal o tendencia a hacer aquello que no queremos nos lleva a corromper el corazón, privarlo de la libertad interior y con esto de la posibilidad de hacerse un don para el ser amado y poder contemplar el misterio del significado esponsalicio del cuerpo.
Todo nuestro “set” de catequesis, gira en torno al “sermón de la montaña” (Mt. 5, 28) donde Jesús apela al corazón del hombre y lo exhorta viva y eficazmente a echar una mirada en su interior, en sus intenciones y deseos para así purificarlos, puesto que aclara que “no es lo que entra al hombre lo que le mancha, sino lo que sale de su corazón” Jesús al ver a la comunidad inmersa en la triple concupiscencia, lanza una especie de “balde de agua fría” que sin duda enciende los corazones de algunos pero también la cabeza de otros en ira e incomodidad. Sabemos que estudiar la teología del cuerpo es estudiar qué es el amor humano dentro del plan divino de Dios, es por esto que es fundamental hacer un análisis del hombre dentro de una correcta antropología, en estos pasajes y catequesis aprendemos a ver al hombre desde su concupiscencia, desde sus malas inclinaciones deseos dominantes, tenemos pues que pasar por el análisis del hombre histórico, entender el concepto de cuerpo que nos brindan las nuevas “olas de conocimiento” y lo que es el cuerpo en verdad desde la filosofía y teología, basado en esto podemos apreciar y estudiar la necesidad de redención que hay en otros y la cual no debemos de obtener gracias a grande sobras y milagros sino que es un don gratuito del Padre, pero solo en la plena vivencia del amor, la pureza y la donación podremos llegar con mayor facilidad a dicha redención a la cual estamos llamados. Si bien, analizamos el acto redentor de Dios para con los hombres, también ahondamos en cómo es importante imitar a nuestro adre celestial recobrando todo el significado esponsalicio del cuerpo y viviendo la pureza para conmigo mismo con los demás. Todo esto, es importante mencionar, que es don y gracia de Dios conjugado con nuestra voluntad y actuar. Por eso mismo en este presente trabajo, pretendo analizar la intrínseca relación entre la virtud y el don en el corazón del hombre, en especial la relación entre pureza (virtud) y piedad (Don). San juan Pablo II, en una de sus catequesis, hace alusión precisamente a esto, a que la pureza se lleva muy bien con el don de la piedad y es una relación muy poco estudiada o analizada, considero importante ahondar en el significado del don, la virtud y su necesidad para poder tener una libertad interior que nos permita abrirnos al amor verdadero y disponer el corazón a la redención.
LA PUREZA.
A lo largo de la historia se ha reflexionado sobre las virtudes que posee el hombre y sobre cómo poseer dichas virtudes, los grandes filósofos de la historia han meditado y nos han brindado aportes muy importantes sobre dichos temas. En esta ocasión, considero pertinente analizar a grandes rasgos lo que es el significado de la virtud para poder después ahondar en la pureza; virtud a la que toda persona está llamada. Por virtud, entendamos aquel acto repetido que en esencia es bueno, cuando el hombre, hace alguno bueno y esto lo hace repetidamente hasta hacerlo algo cotidiano y casi “automático” podemos hablar de virtud. Dentro del plano de la virtud va involucrada la voluntad del hombre, cierto es que Dios infunde los buenos deseos, los buenos pensamientos y las buenas acciones, sin embargo, el hombrees libre de utilizar su voluntad para seguir ejerciendo dicho actos y llegar a ser rico en virtud.
En este caso, hablamos de virtud haciendo alusión a la pureza remontándonos a las palabras de Jesús: “Bienaventurados los puros de corazón porque ellos verán a Dios”. Entendamos estas palabras del Maestro no como alusión a la pureza meramente sexual o carnal o con una perspectiva negativa que implica solamente la abstención de la impureza, sino que debemos mirar más allá, Jesús, nos invita a abrir el corazón, siendo libres para amar y siendo puros de corazón esto es cuidando nuestra espontaneidad, la caridad para con el prójimo y cuidar la intencionalidad de nuestros actos, puesto que si nuestra vivencia y nuestro corazón carecen de pureza, veríamos a los otros de una forma reductiva, no seríamos capaces de mirar todo lo que la persona es. La concupiscencia, que es lo que nos orilla a la pérdida de la pureza nos orilla, de igual forma a la visión utilitarista de las personas. “Esta reducción, extingue el significado personal y de comunión propio del hombre y de la mujer… La concupiscencia hace que reduzcamos al otro a dimensiones utilitarias, en cuyo ámbito el ser humano se sirve de otro ser humano, usándolo solamente para satisfacer las propias necesidades”. (Juan Pablo II)
Por lo tanto, podemos apreciar como la pureza, ciertamente es una inspiración divina pero que se totaliza cuando el hombre le pone voluntad y perseverancia, lo cual lo hace virtud, pues nos llama e invita a estar en una constante búsqueda por la templanza y sobriedad en nuestro diario vivir para no perder el respeto hacia nuestros cuerpos que son templos del Espíritu santo y no dañar el cuerpo de los demás. La pureza, para San Pablo, también involucra una lucha diaria pues habrá siempre una fuerte y palpable tensión entre la carne y el Espíritu. <Os digo pues, andad Espíritu y no deis satisfacción a las tendencias de la carne. Porque la carne tiene tendencias contrarias al Espíritu> (Gál. 5, 16-17) Pero, como en líneas anteriores mencionaba, no sería correcto darle una perspectiva negativa donde solo se nos presente la pureza como un constante “privarnos” de algunos actos, sino que estos pasajes y exhortaciones deben de tener un tinte redentor, esperanzador y que inflame el corazón en un ardor potente ya que más allá de dejar de hacer cosas, la pureza radica en el desapego total de superficialidades que dañan el alma y que no le preparan correctamente para el amor verdadero, el amor al que estamos llamados todos, uno que transforma, se entrega y se dona totalmente, el amor tiene muchos y uy diversos sinónimos o significados, sin embargo, uno de los más significativos es la entrega y la donación, el estar enamorado, conlleva a una diaria renuncia a nuestro propio ego o a nuestras propias malas inclinaciones, por lo que nos abre a una mirada pura que vea al otro con toda su integridad personal, queriendo la salvación para el sr amado. Podemos decir, pues, que la pureza, nos abre camino al verdadero amor, un amor con sed de redención, con sed de vida eterna, es un amor que reposa en la esperanza venidera del Cristo resucitado y vivo, un Cristo al que le debemos dar Gloria con nuestros cuerpos y con el correcto cuidado de los mismos, un Cristo que nos ha comprado a precio de su divina sangre. Entendemos pues la libertad para amar como un llamado por parte de Dios y la pureza como aquella virtud que nos ha de ayudar a llegar más rápidamente a la vivencia de dicho llamado.
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