Temas de Ética. REPORTE ESCRITO
melencar • 21 de Agosto de 2022 • Informe
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[pic 1] República Bolivariana de Venezuela.
Universidad Nacional Abierta.
Temas de Ética.
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REPORTE ESCRITO.
Carlos Meléndez.
C.I: 18.385.532.
Bolívar Julio del 2022.
Introducción.
La ética, o filosofía de la moral, es una de esas maneras con la cual se busca una reflexión crítica de esa conducta para que las personas en lo particular o contexto social, cultural e histórico tiendan a obrar para el bien. Que en algunas tradiciones éticas ese bien significa la felicidad propia o colectiva y en otras es conducirse con dignidad a costa de, inclusive, esa felicidad. En este sentido la elaboración de este reporte tiene como objeto, describir de forma breve algunos alcances y límites de las principales tradiciones históricas de la ética que develen, entre otras cosas, ese camino hacia la felicidad o hacia una conducta digna.
La metodología para tal objeto, además del nivel descriptivo señalado es de sentido hermenéutico. Este sentido, permite hurgar en la bibliografía recomendada y hallada para interpretar de ellas los elementos constituyentes del reporte. El desarrollo del reporte está estructurado, guardando una cronología histórica con las principales tradiciones éticas. Esto es, comenzar con la tradición aristotélica proseguir con la hedonista, ambas buscadoras de una ética para la felicidad. Luego entrar en la tradición kantiana y terminar con la ética del discurso, estas dos, alentadoras de una conducta digna por sobre toda las cosas. Al finalizar este desarrollo se concluye con algunas conclusiones sobre la temática abordada.
La tradición ética de Aristóteles: razonar para una la vida feliz Aristóteles (384-322 a.c) referente filosófico de la llamada ‘cultura occidental’ desarrolla en el 349 a.c, un conglomerado de escritos o tratado, ‘Ética a Nicómaco’, reflexiona ahí sobre la conducta de las personas para procurarse una eudaimonía / vida feliz. Despeja de las acciones (actividades, como las artes y las ciencias) su fin en sí misma y su inevitable procura hacia el bien. Sin embargo, advierte que el desconocimiento de ese fin en sí mismo conlleva en muchos casos a emprender acciones sin objeto y vanas. De ahí que, ‘en el ámbito de nuestras acciones tiene que existir un fin que deseamos por él mismo y no elijamos todas las cosas por causa de otra.
Es evidente que ese fin sería el bien e incluso el Supremo Bien, (Aristóteles en Calvo, 2001, p.48). Se puntualiza con lo anterior, la importancia que reviste para esta tradición y el desarrollo de la ética en general, el conocimiento racional para la selección voluntaria de las acciones que conlleven a un fin deseado por sí mismo para lograr esa vida buena. Para la ética aristotélica el obrar ‘moralmente es lo mismo que obrar racionalmente, siempre que entendamos aquí por razón, la razón prudencial que nos aconseja elegir los medios oportunos para ser feliz’ (Zapata, 2000, 64).
De igual manera, el conocimiento de esta verdadera realidad (o ser de las cosas) para obrar prudencialmente sobre ella comporta, para esta tradición ética, un ejercicio de entendimiento práctico a través de dos conjuntos de virtudes: intelectuales y del carácter; esquematizadas por Aristóteles. Esta sistematización es un Importante alcance metódico para el desarrollo de la ética que se suma a esa razón prudencial.
No obstante, este apoyo en la práctica de virtudes se constituye también en un límite de esta ética aristotélica. Existen otras tradiciones éticas donde la inteligencia prudencial y el carácter de la persona no marcan su conducta moral, tradiciones donde priva un criterio o principio objetivo para evaluar las acciones. Como lo refiere Hoyos (2007) ‘el criterio para evaluar la corrección de las acciones es un criterio consecuencialista. Dicho de otro modo, lo que le interesa […] son sus consecuencias para el bienestar’ (p.111). Se puede inferir que, fundamental y a la vez limitar con base a las virtudes el criterio evaluador de la ética, es producto del contexto cultural de la antigua Grecia, sin excluir de esa cultura lo social y político.
Una sociedad esclavista donde el mérito de las personas libres (ciudadanos) tenía mucho que ver con las virtudes que ostentaba en el desempeño de sus funciones particulares. Según Cortina y Martínez (2001) ‘la moral vivida por los griegos […] ya contenía algunos conceptos (como “bien”, “virtud” y “comunidad”) que serían luego piezas básicas de las primeras teorías éticas’ (p.53), en este caso, la aristotélica. Esta ética de las virtudes, que orienta a la persona a una vida feliz o simplemente a la felicidad compartida, con esto, otro límite. Esa preferencia por la realización individual de la felicidad, es una prioridad que acompaña aun hoy el pensamiento moral y ético de algunas sociedades modernas. Sujeta la realización de una vida buena a virtudes desarrolladas de manera individual.
En este segmento del reporte se pone de manifiesto algunos alcances y límites de la tradición aristotélica que gravitan sobre conceptos como: razón, virtud, felicidad y prudencia, entre otros. Destacando aquí la apuesta por una ética de las virtudes, individualizada y egoísta, que logra la felicidad personal en sociedad a través de acciones inteligentes, virtuosas y prudentes.
La tradición ética hedonista: cálculo racional del placer.
Esta tradición tiene su génesis como casi todas las cosas en la antigua Grecia y es Epicuro (341-270 a.c) quien la inicia. Él se desprende de lo que considera especulaciones idealistas en cuanto a la consecución de la felicidad por vía de las virtudes y se inclina al uso de los criterios, objetivos para la búsqueda de esa felicidad que él la encarna en el placer (hedonismo). Esta idea de criterios objetivos, representa un particular alcance de este enfoque con relación, por ejemplo, a la ética de la virtud prudencial aristotélica. Alcance relacionado con una visión ‘cuantificadora’ de esos criterios y que Epicuro deja ver en su ‘Carta a Meneceo’, traducción encontrada en Oyarzún (1999), donde él plantea que el camino ético es aquel que nos dirige a una felicidad fundamentada en el placer, pero no todo placer, es necesario el cálculo y la consideración tanto de los provechos como de las ventajas.
Pues en algunas circunstancias nos servimos de algo bueno como un mal y, a la inversa, del mal como un bien. Empero, este alcance, se sigue manteniendo la limitante de gravitar el camino ético hacia la felicidad sobre la persona en sociedad, esto es, obtener el mayor placer individual en el contexto de una comunidad. Este límite es superado por una corriente hedonista de la modernidad, denominada 'utilitarismo'. A la cabeza de esta corriente está su iniciador, Jeremy Bentham (1748-1832) y otro como John Stuart Mill (1806-1873) referidos en Cícero (2000).
El utilitarismo rompe con ese individualismo, al anteponerle a los intereses personales los de la comunidad. Nada más esclarecedor de esta postura pluralista que la siguiente referencia a Jeremy Bentham que extrae Cícero de una de sus obras ('An Introduction to the Principles of Morals and Legislation') “Aquello cuyo interés está en juego” siempre componen una “comunidad” ¿Cuál es, en este caso, el interés de la comunidad? La suma de los intereses de los diversos miembros que integran la referida comunidad” ' (p. 271).
Esta visión social procura que el placer es un alcance de la tradición hedonista de la mano de pensadores utilitaristas de la modernidad. Como lo escriben Cortina y Martínez (2001) el 'utilitarismo constituye una forma renovada de hedonismo y donde el fin de la moral es, por tanto, alcanzar la máxima felicidad, es decir, el mayor placer para el mayor número de seres vivos (p. 78). Además, Jeremy Bentham, afina aún más esa postura cuantificadora del hedonismo con su aritmética de los placeres. Él propone medir el placer a través de variables cuantificadoras de la misma, como: la intensidad, duración, proximidad y seguridad. Esta propuesta, a pesar de no tener el visto bueno de John Stuart Mill, reafirma esa búsqueda racional y calculadora del placer encontrada en Epicuro.
Regresando a los criterios, principios que rigen el hedonismo y su particular óptica utilitaria, John Stuart Mill puntualiza que la moralidad esta cementada en el principio de utilidad y este deviene consecuencialidad. Esto último afirmado por Hoyos cuando establece que 'el criterio que emplea Mill para evaluar la corrección de las acciones es un criterio consecuencialista' (2007, p.111). Esta idea de la consecuencialidad, considera de suprema importancia sólo las consecuencias que provoquen el bienestar.
Surgiendo con esto un límite para ese criterio evaluador de las acciones éticas. De ese principio de utilidad se desprende también la previsibilidad de los actos (utilitarismo del acto) y las reglas (utilitarismo de la regla) morales con base a la probada utilidad de esas acciones para provocar el máximo placer y el menor dolor. Esto ata y limita la moral a acciones de consecuencias previsibles. En este segmento del informe se presentó algunos alcances y límites de la tradición hedonista. Uno de esos alcances, es haber superado la evaluación ética a partir de las virtudes por criterios objetivos. Esto último aporta además otro alcance, la posibilidad cuantificadora de esos criterios y, también, no menos importante, el carácter social de la ética. En cuanto a los límites se han referido dos: el criterio consecuencialista y la previsibilidad de las acciones a causa del primero.
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