Adorno, Nietzsche y Foucault, la idea de interpretación filosófica
RootsioEnsayo13 de Noviembre de 2017
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Introducción
El objetivo principal de este trabajo es describir brevemente la idea de interpretación en Adorno, Nietzsche y Foucault. Como la interpretación filosófica es acerca de la realidad, también mencionaré las ideas resultantes de lo que ellos consideran que es la realidad. Creo que de la idea de la realidad que tengan se va a desprender una idea distinta de lo que es la interpretación.
En la parte dedicada a Adorno, describiremos el problema de la actualidad de la filosofía, de su liquidación, y la alternativa que propone Adorno. Además, describiremos brevemente cómo es que la filosofía ha dejado de hacerse en grandes sistemas para pasar a hacerse en ensayos.
1. La actualidad de la filosofía y la idea de interpretación en Adorno
1.1 Planteamiento del problema
Según Adorno, la pretensión de la razón de abarcar la totalidad de la realidad no es posible en los actuales proyectos filosóficos. Para él, ya no es posible aferrar la totalidad de lo real por la fuerza del pensamiento.
Los sistemas idealistas se preguntaban por el Ser sin más, el Ser como totalidad. Y su respuesta era que el Ser se adecua al pensamiento y le resulta accesible. Sin embargo, según Adorno, la tesis de que el Ser se adecua al pensamiento se ha desintegrado. Además, la idea del Ser se ha vuelto impotente en filosofía, porque la realidad no se reduce a la idea del Ser como totalidad, “ni la plenitud de lo real se deja subordinar como la totalidad a la idea del Ser que le asignaría su sentido.”[1] Esto constituye la crisis del idealismo, que equivale a una crisis de la pretensión de la filosofía por aprehender la totalidad.
Tras la caída de los sistemas idealistas, la fenomenología fue un intento de alcanzar objetividad a partir de supuestos idealistas. Por ello, la fenomenología se tomó como punto de partida el idealismo trascendental. Sin embargo, Adorno ve en este intento una paradoja: “todas las intenciones fenomenológicas es que precisamente aspiren a alcanzar, por medio de las mismas categorías que trajo a la luz el pensamiento subjetivo, postcartesiano, esa objetividad que tales intenciones contradicen en su mismo origen.”[2]
De acuerdo con Adorno, el “descubrimiento realmente productivo” de la fenomenología de Husserl fue el considerar que lo dado es irreductible, lo cual tiene consecuencias en el problema fundamental de todo sistema filosófico: el problema de la relación entre realidad y razón, objeto y sujeto. Según Adorno, para Husserl la ratio autónoma, el tribunal de la Razón, es la instancia última para solucionar el problema de la relación entre realidad y razón, de manera que todo lo que podemos conocer de la realidad está forma parte del círculo de esa Razón. Husserl se conformó “como Kant mismo se conformó, con tomar posesión de lo que le resulta adecuadamente accesible.”[3]
Heidegger no se pregunta por el Ser objetivo, sino por el ser subjetivo; para él, la ontología material, los objetos externos a nuestras mentes, lo objetivo, se reduce a la subjetividad, a una ontología subjetiva. En este sentido, Adorno afirma “la exigencia de la ontología material se reduce al terreno de la subjetividad, en cuyas profundidades busca lo que no es capaz de encontrar en la abierta plenitud de la realidad. Por eso no es casualidad […] que Heidegger recurra al último proyecto de ontología subjetiva que produjo el pensamiento occidental, la filosofía existencial de Sören Kierkegaard.”[4] Pero tampoco el proyecto Kierkegaard logró un Ser firmemente fundado. Reducir la objetividad a la subjetividad dio como resultado una subjetividad “figurada, sin contenido, mero acto subjetivo de pensamiento.”[5]
Así pues, las pretensiones de la fenomenología de abarcar la totalidad no lograron su cometido. Según Adorno, “la pretensión de totalidad del pensamiento ha sido arrojada de vuelta al pensamiento mismo, y finalmente, también aquí quebrantada.”[6]
Desde el punto de vista de la historia de la filosofía, el estado del problema de la pregunta por el Ser es que la filosofía se encuentra impotente ante esta pregunta. El idealismo, la fenomenología y las filosofías científicas se encuentran impotentes antes dicha pregunta. “[La filosofía] Frente a la tarea de describirlo [el Ser] como independiente y fundamental se encuentra tan poco capaz de desplegarlo a partir de sí misma como lo fuera con anterioridad”.[7]
Según este panorama descrito por Adorno, éste se pregunta por la actualidad de la filosofía. Entendiendo ‘actualidad’ no como caducidad o vigencia, sino si la filosofía es capaz de responder las preguntas que ella misma formula. En palabras de Adorno:
“si existe alguna adecuación entre las cuestiones filosóficas y la posibilidad de responderlas tras los avances de los últimos grandes esfuerzos en esa dirección; si propiamente, el resultado de la historia filosófica más reciente no es la imposibilidad por principio de una respuesta para las preguntas filosóficas cardinales.”[8]
1.2 El problema de la liquidación de la filosofía
De la pregunta por la actualidad de la filosofía surge el problema de su liquidación. Por ejemplo, la Escuela de Viena, cuya atención está en la epistemología, la lógica y la matemática, sostiene que todo conocimiento empírico está limitado al ámbito de la experiencia; queda prohibido rebasar de cualquier forma lo verificable por la experiencia. Mientras que todo enunciado que rebase el ámbito de la experiencia está limitado a las tautologías y enunciados analíticos. La filosofía se convierte, entonces, exclusivamente en instancia de ordenación y control de las ciencias, sin poder permitirse añadir nada sustancial de su propia cosecha a los hallazgos de aquellas. Desde este punto de vista, la liquidación de la filosofía consiste en disolver los planteamientos filosóficos en los planteamientos propios de las ciencias particulares.
Sin embargo, adoptar la metodología científica y un ideal científico para la filosofía no permite resolver dos problemas filosóficos: 1) el sentido de lo dado, en la que sigue planteándose la cuestión por el sujeto. Según Adorno, este problema sólo puede responderse de manera histórico-filosófica, pues el sujeto no es un sujeto trascendental, ahistórico, sino un sujeto cambiante e históricamente comprensible. 2) el problema de la conciencia ajena, es decir, el problema de las otras mentes, el cual sólo puede plantearse por analogía tomando como base la experiencia propia.
Así pues, las filosofías científicas, en contraste con el idealismo, renuncian de entrada a la pregunta planteada por el idealismo. El fundamento de estas filosofías no es el Ser, sino los datos que arrojan las investigaciones de las ciencias particulares y los datos relativos a los sistemas de conciencia. Pero el problema para estos enfoques radica en que se desligan de la historia de la filosofía y, por tanto, olvidan que los problemas filosóficos no pueden resolverse independientemente de la historia de esos problemas.
De lo dicho hasta aquí, se desprende que los planteamientos filosóficos no se van a disolver en los planteamientos propios de las ciencias particulares, ni la filosofía se transformará en ciencia. Pero esto no significa que la filosofía deba apartarse de las ciencias. El mérito de la Escuela de Viena no está en su proyecto de trasladar la filosofía a la ciencia, sino en el hecho de señalar aquello que en la filosofía está sometido a distintas instancias (como la lógica y las ciencias particulares) y en poner en contacto la filosofía y las ciencias, lo cual representa uno de los mayores logros de la filosofía en la historia reciente. En este sentido, Adorno afirma:
“La filosofía no se transformará en ciencia, pero bajo la presión de los ataques empiristas desterrará todas las cuestiones que, por específicamente científicas, resultan adecuadas para las ciencias particulares y enturbian los planteamientos filosóficos. No entiendo como que la filosofía tuviera que desechar otra vez, o al menos aflojar, ese contacto con las ciencias particulares que finalmente ha vuelto a conseguir, y hay que contar entre los resultados más afortunados de la más reciente historia de la filosofía. Al contrario. Plenitud material y concreción de los problemas es algo que la filosofía sólo podría tomar del estado contemporáneo de las ciencias particulares. Tampoco se podría permitir elevarse por encima de las ciencias particulares tomando sus “resultados” como algo acabado y meditando sobre ellos a una distancia prudencial, sino que los problemas filosóficos se encuentran en todo momento, y en cierto sentido indisolublemente, encerrados en las cuestiones más definidas de las ciencias particulares.”[9]
Las conclusiones de esta sección son: 1) la filosofía no va a liquidarse disolviendo sus planteamientos en los de las ciencias; 2) hay problemas filosóficos que no se resuelven adoptando un punto de vista científico de la filosofía; 3) Los problemas filosóficos surgen incluso en los planteamientos científicos; 4) la filosofía no puede estar desvinculada de las ciencias; 5) los problemas filosóficos no se resuelven independientemente de la historia de la filosofía.
1.3 El rol de la filosofía
Hasta aquí tenemos dos ideas principales expresadas por Adorno: 1) la pretensión de la razón de abarcar la totalidad de la realidad no es posible en los actuales proyectos filosóficos; 2) la filosofía no se puede reducir a la ciencia. ¿Cuál es entonces el rol y la actualidad de la filosofía?
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