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B.Russel: El Valor De La Filosofia


Enviado por   •  9 de Septiembre de 2012  •  2.551 Palabras (11 Páginas)  •  3.407 Visitas

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A 2- Bertrand Russell, "El valor de la filosofía"

Bertrand Russell "El valor de la filosofía"

Habiendo llegado al término de nuestro breve y muy incompleto examen de los problemas de la filosofía, será provechoso considerar, en conclusión, cuál es el valor de la filosofía y por qué debe estudiarse. Resulta tanto más necesario considerar esta cuestión, en vista de que muchas personas, bajo la influencia de la ciencia o de los asuntos prácticos, se inclinan a poner en duda si la filosofía es algo mejor que inocentes pero inútiles trivialidades, distinciones sutiles y controversias sobre materias acerca de las cuales todo conocimiento es imposible.

Esta opinión con respecto a la filosofía parece resultado, en parte, de un concepto erróneo de los fines de la vida, en parte también, de un concepto equivocado de la clase de bienes que la filosofía se esfuerza por alcanzar. Las ciencias físicas, por medio de los inventos, resultan útiles para innumerables personas que son totalmente ignorantes de ellas; de modo que el estudio de las ciencias físicas se recomienda no solo, o primariamente, a causa del efecto que producen en el estudiante, sino más bien a causa del efecto que producen en la humanidad en general. Así, pues, la utilidad no pertenece a la filosofía. Si el estudio de la filosofía tiene algún valor en absoluto para otras personas que no sean estudiantes de filosofía, será solo de manera indirecta, a través de sus efectos sobre la vida de aquellos que la estudian. Es en estos efectos, por tanto, si en alguna parte, donde ha de buscarse primariamente el valor de la filosofía.

Aún más, si no queremos fracasar en nuestros esfuerzos para determinar el valor de la filosofía, debemos en primer lugar liberar nuestras mentes de los prejuicios de quienes son erróneamente llamados hombres "prácticos". El hombre "práctico", en el sentido en que frecuentemente se usa esta expresión, es aquel que solo reconoce las necesidades materiales, aquel que tiene en cuenta que los hombres han de recibir alimentos para el cuerpo, pero olvida la necesidad de procurar alimento para la mente. Si todos los hombres disfrutasen de una posición económica desahogada, si la pobreza y las enfermedades hubiesen sido reducidas a su más bajo nivel posible, aún quedaría mucho por hacer para crear una sociedad valiosa; e incluso en el mundo existente, los bienes de la mente son tan importantes, por lo menos, como los bienes del cuerpo. Es exclusivamente entre los bienes de la mente donde se hallará el valor de la filosofía, y solo aquellos que no sean indiferentes a estos bienes pueden persuadirse de que el estudio de la filosofía no es malgastar el tiempo.

La filosofía, como todas las demás disciplinas, se propone primordialmente el conocimiento. El conocimiento a que aspira es la clase de conocimiento que da unidad y sistema al cuerpo de las ciencias, y la clase que resulta de un examen crítico de los fundamentos de nuestras convicciones, prejuicios y creencias. Pero no puede mantenerse que la filosofía haya logrado grandes éxitos en sus intentos para procurar respuestas definidas a sus preguntas. Si se pregunta a un matemático, un mineralogista, un historiador, o cualquier hombre de ciencia, qué cuerpo definido de verdades ha logrado la ciencia que profesa, su respuesta durará tanto tiempo como uno esté dispuesto a escucharle. Pero, si se le plantea la misma pregunta a un filósofo, si es sincero, tendrá que confesar que su disciplina no ha alcanzado resultados positivos como los logrados por otras ciencias. Es cierto que esto se explica, en parte, por el hecho de que, tan pronto como un conocimiento definido respecto a cualquier disciplina se hace posible, esta disciplina deja de ser llamada filosofía y se convierte en una ciencia separada. Todo el estudio del firmamento, que ahora pertenece a la astronomía, estuvo incluido en otros tiempos en la filosofía; la gran obra de Newton se denominó "principios matemáticos de la filosofía natural". De manera similar, el estudio de la mente humana, que fue una parte de la filosofía, ha sido ahora separado de la filosofía y se ha convertido en la ciencia de la psicología. Así, en gran medida, la incertidumbre de la filosofía es más aparente que real: aquellas cuestiones que ya son susceptibles de recibir respuestas definidas quedan colocadas en el seno de las ciencias, mientras aquellas otras a las cuales no puede darse todavía una respuesta definida, quedan para formar el residuo que se llama filosofía.

Sin embargo, esto es solamente parte de la verdad con respecto a la incertidumbre de la filosofía. Hay muchas cuestiones—y entre ellas aquellas que son del más profundo interés para nuestra vida espiritual que, en lo que nosotros alcanzamos a ver, permanecerán insolubles para el intelecto humano, a menos que sus facultades se transformen en un orden completamente distinto del que actualmente poseen. ¿Tiene el universo alguna unidad de plan o de propósito, o es un fortuito concurso de átomos? ¿Es la conciencia parte permanente del universo, alentando la esperanza de un desarrollo indefinido de la sabiduría, o es un accidente transitorio en un pequeño planeta en el cual terminará por hacerse imposible la vida? El bien y el mal ¿tienen importancia para el universo o solamente para el hombre? Tales preguntas las formula la filosofía, y son contestadas diversamente por diversos filósofos. Pudiera parecer, sin embargo, que, tanto si es posible descubrir de otro modo las respuestas como si no, ninguna de las respuestas ofrecidas por la filosofía es demostrablemente verdadera. No obstante, por insignificante que pueda ser la esperanza de descubrir una respuesta, constituye parte de la misión de la filosofía proseguir la consideración de tales cuestiones, darnos conciencia de su importancia, examinar todos los medios de abordarlas y mantener vivo ese interés especulativo por el universo susceptible de ser aniquilado si nos confinamos en un conocimiento definidamente averiguable.

Muchos filósofos, es cierto, han sostenido que la filosofía podía establecer la verdad de ciertas respuestas a tales cuestiones fundamentales. Han supuesto que lo que hay de mayor importancia en las creencias religiosas podía probarse ser cierto mediante estricta demostración. Con objeto de juzgar tales intentos, es necesario efectuar un estudio del conocimiento humano y formar una opinión en cuanto a sus métodos y sus limitaciones. Sobre tal tema seria imprudente pronunciarse dogmáticamente; pero, si las investigaciones de los capítulos anteriores no nos han extraviado, nos veremos forzados a renunciar a la esperanza de hallar pruebas

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