Crucigrama Filosofia

Agosto 21 de 2014

Informe de lectura

Libro de cuentos: El tiburón de mi papito

Por Marta Quiñónez

La escritura es una sinrazón, un buscar estar en el mundo y nombrarlo todo a nuestro paso, un ir codeándose con la risa y con la amargura, un probar las lágrimas de desesperanza que llenan la tierra y abonarla inconscientemente con nuestra agua, ya limpia de lo salobre. En ese sentimiento se instala la escritura “infantil”, ese estar de hombres y mujeres en un sin tiempo, en un estado de perpetua alucinación con ese estado primigenio del hombre. Ese estado donde ni la felicidad es anhelada, porque ella está ahí, quieta, temblorosa, mirona, buscona, alegrando nuestro paso por la tierra, que luego, hará que los años de adultez no sean tan vanos, o si no pregúntele a los seres que no han tenido infancia o que la olvidaron en algún recodo del camino.

Esta colección de siete cuentos de Alejandro, tienen el poder que ya abandona a los adultos, una especie de regresión en el tiempo, una apuesta por los sueños, por la imaginación, por la necesidad de contar, por el hallazgo.

La escritura, como decía Margarite D., es algo que todos desconocemos, es una necesidad, una pulsión, una fuerza que viene de lo más hondo y lo más oscuro de la condición humana. Es un reconocerse perpetuamente en la palabra, esos signos, que son como ramas para los monos, donde la necesidad del hombre o de la mujer que lo elabora, tiene el don de la acrobacia, energía muscular para lanzarse, buen follaje, por si cae al reventar de las ramas.

Así son las palabras, así es nuestra existencia, ese eterno retorno, ese estar moviéndonos entre el pasado y el presente, esa angustia por la alegría perdida y esa alegría por la infancia recobrada.

En cada uno de estos siete cuentos, Alejandro intenta volver, moverse por las alcantarillas de la existencia adulta, hacer tratos con seres extraordinarios, los cuales, solo pueden existir, gracias al imaginario del escritor, gracias a esa perpetua pregunta, sobre las cosas imaginarias, que nos acontecen a todos en esos largos periodos de la vida, llamados infancia; es de este lugar de donde Alejandro saca el sombrero mágico y lo va haciendo girar para hacernos sentir de nuevo, niños, niñas, gozosos de la vida, niños, niñas, que por un instante somos capaces de olvidar el sentido y la responsabilidad a la que nos lanza la vida de adultos y nos permite el transitar alegres, de nuevo, por los bosques de nuestra imaginación.

Estoy Agradecida de ser una de las primeras lectoras de esta odisea alejandrina, porque, qué es la escritura, sino una odisea, del pensamiento, del lenguaje, de la vida, de nuestros estados de ánimo, de nuestras lágrimas y de nuestras alegrías.

Todos

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